El papa Francisco, en el Mensaje para la Cuaresma de este año, nos invitaba
a ser "islas de misericordia en medio del mar de la
indiferencia". He recordado estas palabras ante la Pascua del enfermo,
que coincide con este sexto domingo de Pascua. San Juan Pablo II, muy sensible
al sufrimiento humano y a la atención a los enfermos, instituyó la Jornada
Mundial del Enfermo, que coincide cada año con la fiesta de la Virgen de
Lourdes, el día 11 de febrero. Entre nosotros, esta jornada mundial se
complementa con la dedicada a los enfermos en este tiempo pascual, que por eso
mismo se llama la Pascua del enfermo.
El sufrimiento humano encuentra su significado más profundo y su valor
salvífico en la muerte y la resurrección de Jesús. Juan Pablo II afirmó,
hablando de la enfermedad, que de la paradoja de la cruz brota la respuesta a
nuestros interrogantes más angustiosos ante la enfermedad y el sufrimiento. Nos
decía que "Cristo sufre por nosotros, ya que quita el sufrimiento de todos
y lo redime. Cristo sufre con nosotros, dándonos la posibilidad de
compartir con él nuestros sufrimientos."
El sufrimiento humano unido al de Cristo se transforma en medio de salvación. Este es el mensaje esperanzador que la Iglesia ofrece a todas las personas que sufren. El dolor, si es acogido con fe, se convierte en puerta para entrar en el misterio del sufrimiento redentor del Señor. Se convierte, por tanto, en un sufrimiento que no puede quitar la paz y la felicidad, porque está iluminado por el fulgor de la resurrección.
El sufrimiento humano unido al de Cristo se transforma en medio de salvación. Este es el mensaje esperanzador que la Iglesia ofrece a todas las personas que sufren. El dolor, si es acogido con fe, se convierte en puerta para entrar en el misterio del sufrimiento redentor del Señor. Se convierte, por tanto, en un sufrimiento que no puede quitar la paz y la felicidad, porque está iluminado por el fulgor de la resurrección.
El don de la fe ilumina toda la realidad de la vida humana y da una
respuesta positiva a la realidad lacerante de la enfermedad y de la muerte.
Ciertamente, la enfermedad y la muerte permanecen en la existencia
terrenal después de la salvación de Jesucristo, pero han perdido su sentido
negativo. A la luz de la fe, la muerte del cuerpo, vencida por la de Cristo, se
convierte en pasaje obligado hacia la plenitud de la vida inmortal.
El lema de la Jornada del Enfermo que hoy celebramos nos dice que "otra
mirada es posible con un corazón nuevo"; es decir, que es posible dar
un sentido cristiano a la enfermedad y al dolor, que es lo que he querido
expresar en esta comunicación. En esta jornada quisiera dar gracias a Dios por
todas aquellas personas que están al servicio de los enfermos y que son
verdaderamente, como dice el papa Francisco, "islas de misericordia en
medio del mar de la indiferencia". Por ello, pensando en los profesionales
de la salud y en las personas que están cerca de los enfermos con los recursos
de la ciencia de curar, pero también con la sabiduría del corazón para aliviar
el sufrimiento, termino con unas palabras de la oración que se ha compuesto
para la jornada del enfermo de este año: "Danos, Señor, un corazón
misericordioso como el tuyo".
† Lluís Martínez Sistach
Cardenal arzobispo de Barcelona
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