Jesús levantó los ojos al cielo, diciendo:
"Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo para que el Hijo te
glorifique a ti, ya que le diste autoridad sobre todos los hombres, para que él
diera Vida eterna a todos los que tú les has dado.
Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el
único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo.
Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo
la obra que me encomendaste. Ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la
gloria que yo tenía contigo antes que el mundo existiera.
Manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo
para confiármelos. Eran tuyos y me los diste, y ellos fueron fieles a tu
Palabra. Ahora saben que todo lo que me has dado viene de ti, porque les
comuniqué las palabras que Tú me diste: ellos han reconocido verdaderamente que
yo salí de ti, y han creído que Tú me enviaste.
Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo, sino por
los que me diste, porque son tuyos.
Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío, y en
ellos he sido glorificado.
Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en
Él; y yo vuelvo a ti."
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