Se puede afirmar con seguridad es
que un hecho se puede considerar como histórico cuando ese hecho sucede dentro
de la historia. Lo que le ocurra (o le pueda ocurrir) a un ser humano después
de su muerte, eso ya no está, ni puede estar dentro de la historia, sino más
allá de la historia. En tal caso, ya no estamos hablando de lo
"histórico", sino de lo "meta-histórico".
Por supuesto, puede haber personas (y las hay en abundancia) que, por sus
creencias (religiosas, filosóficas o de otra índole), están persuadidos de que
un difunto vive, ya sea en el cielo, junto a Dios, en la eternidad o en alguna
otra modalidad que los humanos podemos imaginar o idealizar. Pero, cuando esto
sucede, ya no estamos hablando de la historia, sino de lo que trasciende la
historia. En otras palabras, una cosa es "lo histórico" y otra cosa
es "lo trascendente". Que puede ser "real", pero no es
"histórico".
Esto supuesto, para un historiador,
lo histórico de un sujeto se acaba con la muerte del
sujeto. Lo cual no quiere decir que con la muerte se acabe la realidad de ese
sujeto. Puede haber personas que, por sus creencias, están persuadidos de que
el difunto vive en "otra vida", que ya no está en la historia, sino
más allá de la historia. Pero no digamos nunca que lo que sucede después de la
muerte es "histórico".
Entonces, ¿qué decimos de las apariciones del Resucitado que se nos relatan en
los evangelios? Esos relatos testifican que hubo creyentes (algunos discípulos,
algunas mujeres...) que tuvieron, sintieron y vieron experiencias según las
cuales a ellos les constaba que Jesús vivía, porque había sido resucitado por
Dios. Eso es histórico: que aquellas mujeres y aquellos hombres aseguraron que
ellos lo había visto, lo habían sentido... Pero también es cierto que, al
relatar las experiencias que habían vivido, las contaron de manera que no concuerdan
unas con otras en datos y detalles importantes. Por ejemplo, para Mateo y
Marcos, las apariciones ocurrieron en Galilea, mientras que para Lucas y Juan,
sucedieron en Jerusalén. También fue una experiencia lo que vio y sintió el
apóstol Pablo en el camino de Damasco.
Al hablar de la resurrección, hablamos de un
hecho trascendente. Y lo trascendente, por su misma definición, es real (para
quienes creen en la trascendencia), pero no es, ni puede ser, histórico. Ya sé
que todo esto es una reflexión elemental. Pero también es verdad que sólo cuando
tenemos claro lo elemental, podremos ponernos a hablar de lo demás. En este
caso, de la resurrección de Jesús el Señor.
Religión digital.
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