(Jos 24, 1-2ª. 15-17.18b;
Sal 33; Ef 5, 21-32; Jn 6, 60-69)
A lo largo de la vida, hay momentos en que surge la pregunta por
qué camino tirar, cuál será la senda mejor, la dirección correcta, el paso a
dar…
Las lecturas de este domingo nos ofrecen la oportunidad de optar
de manera consciente y personal por Dios, de renovar la identidad cristiana, a
pesar de que el contexto ambiental pueda estar invitando a una forma de vida
descreída y presentista.
Josué, una vez que llegó con el pueblo a la tierra de la
promesa, planteó a los israelitas la posibilidad de seguir a los ídolos de los
otros pueblos. Él por su parte se confesó creyente y fiel al Señor: -«Si no os
parece bien servir al Señor, escoged hoy a quién queréis servir: a los dioses
que sirvieron vuestros antepasados al este del Éufrates, o a los dioses de los
amorreos en cuyo país habitáis; yo y mi casa serviremos al Señor.» (Jos 24, 15)
Algo parecido sucedió en Cafarnaúm, cuando Jesús pronunció el discurso del “Pan
de Vida”, y al exponer a la multitud que Él era el verdadero Pan de Vida, y que
quien comiera de ese pan viviría eternamente…, muchos lo abandonaron
escandalizados, hasta el extremo de que Jesús se dirigió a los suyos:
-«¿También vosotros queréis marcharos?» Simón Pedro le contestó: -«Señor, ¿a
quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y
sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios» (Jn 6, 67-69).
Ambos ejemplos nos llevan a personalizar la fe en Jesucristo, la
opción por Él, a pesar de que parezca algo trasnochado confesarse creyente. Sin
embargo, es el momento de optar, de testimoniar la convicción de que seguimos
al que se nos ha manifestado como Hijo de Dios.
Quienes caminan en la vida de forma creyente, afrontan las
dificultades de otra manera, y aunque sientan dudas, como los demás, saben
resolverlas desde una visión teologal, trascendente.
Una de las dificultades que se presentan en la actualidad con
mayor fuerza es la crisis familiar, la ruptura de las relaciones entre esposos,
la quiebra comunitaria, porque se interpone el individualismo como criterio.
Aquí viene bien recordar el consejo del Apóstol: “Sed sumisos unos a otros con
respeto cristiano” (Ef 5, 32).
Independientemente de la opción de vida, una determinación es
decidir tener a Dios por Dios, como lo han hecho los santos. Así nos lo enseñan
muchos que tomaron el camino de la fe.
Ángel Moreno, de Buenafuente.
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