"La Virgen
Inmaculada ... asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial
fue ensalzada por el Señor como Reina universal, con el fin de que
se asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de señores
y vencedor del pecado y de la muerte".
(Conc. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, n.59).
fue ensalzada por el Señor como Reina universal, con el fin de que
se asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de señores
y vencedor del pecado y de la muerte".
(Conc. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, n.59).
En vez de crear distancia entre nosotros y ella, el estado
glorioso de María suscita una cercanía continua y solícita. Ella conoce todo lo
que sucede en nuestra existencia, y nos sostiene con amor materno en las
pruebas de la vida. Elevada a la gloria celestial, María se dedica totalmente a
la obra de la salvación, para comunicar a todo hombre la felicidad que le fue
concedida. Es una Reina que da todo lo que posee, compartiendo, sobre todo, la
vida y el amor de Cristo.
Juan Pablo II
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