Idomeni, frontera de Grecia con Macedonia. Agosto de 2015
«¿Por qué gritan órdenes como si fuésemos perros?»
Nadie sabe lo que se van a encontrar. Demasiadas noticias contradictorias. Tras la declaración del estado de emergencia en Macedonia, el despliegue militar y el cierre temporal de la frontera, se sucedieron los gases lacrimógenos, los palos y las granadas aturdidoras ante el intento desesperado de miles de personas de entrar.
Las voces se convierten en murmullos, caminan casi a tientas entre las traviesas del ferrocarril. La gravilla gruesa dificulta el andar y hace peligrar los tobillos a cada paso. Nadie se queja. Los padres suben a sus hijos en hombros y siguen avanzando.
Al fondo se ven luces reflejadas en los raíles de una curva. Bajan el ritmo, no saben qué hay al otro lado. Ahora las vías están iluminadas por postes de luz, ya pueden ver sus pies otra vez. Otra curva y empezamos a caminar entre las negras sombras de vagones de carga estacionados. Otros grupos de 30, 40, 80 personas salen a nuestro encuentro y se unen al conjunto. La sensación de seguridad individual crece.
Al fondo se perciben unas sombras humanas que nos deslumbran con potentes focos de luz. Se escuchan fuertes gritos en la oscuridad: «Stop! Stop!» «Sit! Sit!» Un muro de hombres armados nos impide el paso. Los murmullos de los caminantes pasan el mensaje: «Está cerrado, no podremos pasar». Muchos ojos brillan húmedos y desencajados cuando las ráfagas de luz de las linternas macedonias pasan por sus rostros.
El grupo, ya más de 200 personas, sigue avanzando. Pronto se agolpa y se compacta. Cuerpo contra cuerpo nos apiñamos en la oscuridad contra la masa humana detenida frente a los fornidos hombres armados que levantan sus porras visibles entre las luces de sus linternas. No nos podemos mover.
Los uniformados empiezan a gritar: Sit! Sit!, para que la gente se siente delante de ellos. «¿Por qué nos gritan órdenes como si fuéramos perros? No somos animales, somos personas que huimos de la guerra en nuestro país». El alambre de espino lleno de jirones de ropa cierra el paso a los lados de la vía. Durante varias horas les obligan a permanecer sentados en el suelo mojado, lleno de barro y basura.
Alfa y Omega
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