El Papa recuerda que Nada ni nadie nunca podrá
quitarnos de las manos de Jesús, porque el amor de Jesús es invencible
El papa Francisco rezó
este domingo la oración del Regina Coeli ante una plaza de San
Pedro llena de fieles, turistas y peregrinos. Antes de la oración mariana
el Santo Padre dirigió las siguientes palabras:
“¡Queridos hermanos y
hermanas, buenos días!
El evangelio de hoy nos
ofrece algunas expresiones pronunciadas por Jesús durante la fiesta de la
dedicación del Templo de Jerusalén, que se celebraba a finales de diciembre. Él
estaba justamente en le área del Templo, y quizás aquel espacio sacro
delimitado le sugiere la imagen del rebaño y del pastor.
Jesús se presenta como
“el Buen Pastor” y les dice: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y
ellas me siguen. Yo les doy vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie
las arrebatará de mis manos”.
Estas palabras nos
ayudan a entender que nadie puede decirse seguidor de Jesús si no escucha su
voz. Y este escuchar no hay que entenderlo de una manera superficial, sino
avasalladora, al punto que vuelve posible un verdadero conocimiento recíproco,
del cual pueden venir un discipulado generoso, expresadas en las palabras “y
ellas me siguen”. Se trata de un escuchar no solamente con el oído, pero con el
corazón.
Por lo tanto la imagen
del pastor de las ovejas indica la estrecha relación que Jesús quiere
establecer con cada uno de nosotros. Él es nuestra guía y nuestro maestro,
nuestro amigo, nuestro modelo, pero sobre todo nuestro salvador. De hecho la
frase sucesiva del evangelio afirma: “Yo les doy vida eterna: ellas no
perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos”.
¿Quién puede hablar
así? Solamente Jesús, porque la mano de Jesús es una sola cosa con la mano del
Padre, y el Padre es el “superior a todos”.
Estas palabras
comunican un sentido de absoluta seguridad y de inmensa ternura. Nuestra vida
se encuentra segura en las manos Jesús y del Padre, que son una sola cosa, un
único amor, una única misericordia, reveladas para siempre en el sacrificio de
la Cruz. Para salvar a las ovejas perdidas que somos todos nosotros, el Pastor
se hizo cordero y se dejó inmolar para tomar sobre sí y quitar el pecado del
mundo.
De esta manera Él nos
ha dado la vida, pero la vida en abundancia. Este misterio se renueva en una
humildad siempre sorprendente, en la mesa eucarística. Es allí que las ovejas
se reúnen para nutrirse; es allí que se vuelven una sola cosa con el Buen
Pastor.
Por esto no tenemos
más miedo: nuestra vida ha sido salvada de la perdición. Nada ni nadie podrá
nunca quitarnos de las manos de Jesús, porque nada ni nadie puede vencer su
amor. ¡El amor de Jesús es invencible! El maligno, el gran enemigo de Dios y de
sus criaturas intenta de muchas maneras arrancarnos la vida eterna. Pero el
maligno no puede nada si no somos nosotros a abrirle las puertas de nuestra
alma, siguiendo sus halagos engañosos.
La Virgen María ha
escuchado y seguido dócilmente la voz del Buen Pastor. Nos ayude Ella a recibir
con alegría la invitación de Jesús a volvernos sus discípulos y a vivir siempre
en la certeza de estar en las manos paternas de Dios”.
El Santo Padre reza el
Regina Coeli y después dice las siguientes palabras:
“Queridos hermanos y
hermanas,
les agradezco a
quienes han acompañado con la oración la visita que he realizado ayer a la Isla
de Lesbos en Grecia.
A los refugiados y al
pueblo griego he llevado la solidaridad de la Iglesia.
Estaban conmigo el
patriarca ecuménico Bartolomé y el arzobispo Jerónimo de Atenas y de toda
Grecia, para simbolizar la unidad en la caridad de todos los discípulos del
Señor.
Hemos visitado uno de
los campos de refugiados: provenían de Irak, Afganistán, Siria, África y de
tantos países… Hemos saludado a unos trescientos refugiados uno a uno. Los
tres, el patriarca Bartolomé, el arzobispo Jerónimo y yo. Muchos entre ellos
eran niños: alguno de ellos –de estos niños– asistieron a la muerte de sus
progenitores y de sus compañeros, o de otros que murieron ahogados en el mar.
¡He visto tanto dolor! Y quiero contar un caso particular, de un hombre joven,
no tenía aún 40 años. Lo he encontrado ayer con sus dos hijos. Él es musulmán y
me contó que estaba casado con una joven cristiana, se amaban y se respetaban
mutuamente. Pero lamentablemente esta joven fue degollada por los terroristas,
porque no quiso renegar a Cristo y abandonar su fe. ¡Es una mártir! Y este
hombre lloraba tanto…
Esta noche un violento
terremoto ha golpeado al Ecuador, causando numerosas víctimas y fuertes daños.
Rezamos por estas poblaciones, y también por las del Japón, donde se
registraron también algunos terremotos durante estos días. El auxilio de Dios y
de los hermanos les de a ellos fuerza y apoyo.
Hoy es la Jornada
Mundial de Oración por las Vocaciones. Estamos invitados a rezar por las
vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Y en esta Jornada he ordenado
esta mañana a 11 nuevos sacerdotes. Renuevo mi saludo a los nuevos presbíteros,
familiares y amigos; e invito a todos los sacerdotes y seminaristas a
participar al su Jubileo, en los tres primeros días de junio.
Y a los muchachos y
muchachas que se encuentran en la plaza: piensen si el Señor no les llama a
consagrar su vida a su servicio, sean en el sacerdocio o en la vida consagrada.
Saludo con cariño a
los peregrinos provenientes de Italia y de tantas partes del mundo. Están
presentes familias, grupos parroquiales, escuelas, asociaciones. Les bendigo a
todos. Saludo en particular a los fieles de Madrid, San Pablo de Brasil y
Varsovia, asi como a los peregrinos de las diócesis de Cerreto
Sannita-Telese-Sant’Agata de los Goti, y Siena-Colle Val d’Elsa-Montalcino,
acompañados por sus obispos; a los fieles de Specchia y de Verona; el coro
Laurenziana de Mortara y el grupo ‘Progenitores para la terapia intensiva de
los recién nacidos’.
Estoy cerca de tantas
familias preocupadas por el problema trabajo. Pienso en particular a las
situación precaria de los trabajadores italianos de los ‘call center’. Deseo
que sobre todo prevalezca siempre la dignidad de la persona humana y no los
intereses particulares.
Y a todos les deseo un
buen domingo. Y por favor no se olviden de rezar por mi. Que tengan un buen
almuerzo y ‘arrivederci’”.
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).-
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