«La quinta petición implora para
nuestras ofensas la misericordia de Dios, la cual no puede penetrar en nuestro
corazón si no hemos sabido perdonar a nuestros enemigos, a ejemplo y con la
ayuda de Cristo.» (2862)
«En esta nueva petición, nos
volvemos a él, como el hijo pródigo (Lucas 15,11-32) y nos reconocemos
pecadores ante él como el publicano (Lucas 18,13). Nuestra petición empieza con
una “confesión” en la que afirmamos al mismo tiempo nuestra miseria y su
Misericordia. Nuestra esperanza es firme porque, en su Hijo, “tenemos la
redención, la remisión de nuestros pecados” (Colosenses 1,14; Efesios 1,7).»
(2839)
«Ahora bien, este desbordamiento
de misericordia no puede penetrar en nuestro corazón mientras no hayamos
perdonado a los que nos han ofendido. El Amor, como el Cuerpo de Cristo, es
indivisible; no podemos amar a Dios a quien no vemos, si no amamos al hermano,
a la hermana a quien vemos (cf 1 in 4, 20). Al negarse a perdonar a nuestros
hermanos y hermanas, el corazón se cierra, su dureza lo hace impermeable al
amor misericordioso del Padre; en la confesión del propio pecado, el corazón se
abre a su gracia.» (2840)
«Perdónanos: por tu inefable
misericordia, por la virtud de la pasión de tu amado Hijo y por los méritos e
intercesión de la beatísima Virgen y de todos tus elegidos. Así como nosotros y
lo que no perdonamos plenamente, haz tú, Señor, que ple namente lo perdonemos,
para que por ti amemos de verdad a los enemigos y en favor de ellos
intercedamos devotamente ante ti, no devolviendo a nadie mal por mal, y para
que procuremos ser en ti útiles en todo.» (San Francisco de Asís)
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