El Evangelio es una Buena Noticia cuya alegría
arraiga en el primer domingo de Pascua. Dios no es un Dios de muertos sino de vivos.
Por eso, como dice el papa Francisco, “no huyamos nunca de la Resurrección de
Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase, que nada pueda más que su
vida que nos lanza hacia delante”, porque “nadie queda excluido de la alegría
que nos reporta el Señor“ (EG 3).
Esta fue la experiencia de los apóstoles: aquel galileo que “pasó por la vida haciendo el bien·”, liberando a los oprimidos y que fue condenado y crucificado
por los poderosos de este mundo sigue vivo y nos convoca a anunciar y hacer
histórica la Buena Noticia del amor y la alegría en nuestro mundo. Como Magdalena,
Pedro y Juan “aun cuando estaba oscuro”
podemos detectar las huellas del Resucitado
en el corazón de la vida. Para ellos necesitamos “una mirada de fe” que va mas
allá de los datos empíricos de “un
sepulcro vacio”, acoger y abrirnos a una nueva dimensión que nos hace
descubrir que la realidad está habitada por una presencia que la dota de
posibilidades insospechadas e imprevisibles. Por eso los signos no son prueba
de fe, sino que es la fe la que descubre signos, porque a menudo lo aparente no es lo real y lo que se ve no es
siempre lo que hay que creer. Por eso no se
trata de ver para creer,
sino de creer para ver.
La experiencia de la
Resurrección nos da unos “nuevos ojos” que nos permite captar las “chispas de
novedad”, las oportunidades y no sólo los inconvenientes que están en lo hondo
de toda persona y realidad. Desde esta nueva sensibilidad podemos también como
los apóstoles “entender las Escrituras”,
experimentar vitalmente que las promesas de Dios en Cristo han quedado cumplidas
y que a la vez necesita de nosotros para
seguir llevando adelante su Buena Noticia en la historia.
El Resucitado se deja
reconocer por sus efectos en nuestro corazón. Experimentar su presencia no va
liberando de la desconfianza y el miedo, nos reconcilia con nosotros mismos y
con los demás, nos despierta el gozo profundo de la apuesta por la vida en toda
situación por adversa que sea y nos convoca con otros y otras a ser testigos de su esperanza y su alegría. La
comunidad nace en este primer domingo de Pascua. El Espíritu del Resucitado nos
urge a renovarnos profundamente como iglesia revitalizando nuestra dimensión misionera
con creatividad y nos invita a ser una iglesia siempre de “puertas abiertas”, que
sale con humildad al encuentro de la humanidad más herida sin miedo mancharse
ni quedar salpicada por ella pues se siente carne de su carne (EG. 49).
Artículo escrito por Pepa Torres en REVISTA HOMILÉTICA 2015
Artículo escrito por Pepa Torres en REVISTA HOMILÉTICA 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario