martes, 31 de marzo de 2015

DOMINGO DE RAMOS.

El profeta Isaías nos recuerda que Dios no es impasible ante el sufrimiento y la injusticia de los inocentes. Por eso su Palabra, si nos abrimos a ella, tiene capacidad para espabilarnos el oído, avivar sensibilidades y despertarnos a una nueva conciencia en la que, como dice el papa Francisco,los cristianos y cristianas corramos el riesgo del encuentro con el otro, con su  presencia física, que siempre  interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría, en un constante cuerpo a cuerpo (EG 88) y “prestemos atención para estar cerca de nuevas formas de pobreza y fragilidad (…) aunque eso aparentemente no nos aporte beneficios (EG210).La novedad y la alegría del Evangelio que encarna Jesús le lleva a vivir en compasión solidaria ante el sufrimiento de la gente, especialmente con las personas y colectivos más excluidos por la sociedad y el Templo.

Este modo de situarse de parte de los pequeños, anunciando desde ahí la Buena Noticia de la misericordia del Abba y la  universalidad del reino “desde abajo”, denuncia las dinámicas de poder,  del tener y del valer que el sistema neoliberal inocula en nosotros como un “veneno”. Como cristianos y cristianas necesitamos identificar estas dinámicas porque incluso “bajo capa de bien” pueden llevarnos a colocar en el centro de nuestra vida no la persona, ni las necesidades de nuestros prójimos o prójimas, sino nuestros intereses particulares, la propia seguridad, el dinero, la competitividad, el “que dirán”, en definitiva el mantenimiento de nuestro propio satus quo. Este estilo de vida nos hace cómplices del  mal y la injusticia y genera víctimas (EG 53).

La Buena Noticia del Evangelio es que el Dios de Jesús es servicio, gratuidad, donación, ternura y misericordia en acción para todos y todas desde los últimos. Así,  la novedad y la alternativa que nos ofrece el Dios cristiano frente a otras religiones es la del “abajamiento” y encarnación hasta el extremo:“actuando como un hombre cualquiera  se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y muerte de cruz “. De este modo Jesús no exalta ni legitima ninguna cruz como “querida por Dios “, sino que la denuncia. Al “ponerse en su lugar” anuncia que el sufrimiento nunca es la palabra “última” en la historia, sino que el amor salva, libera, dota de sentido y plenitud la vida aun en las circunstancias más adversas. El amor existe y es posible vivirlo hasta fin.

La libertad de Jesús para vivir amando de esta manera no depende de las expectativas de los demás sobre Él. No se deja “seducir” por el clamor del pueblo cuando le aclama triunfalmente a la entrada en Jerusalén, ni tampoco la incomprensión y el abandono de los suyos le lleva a renunciar a sus opciones. Su libertad no es una libertad que nace de “afuera a adentro”, sino que está anclada en el corazón de Dios. Su libertad está “amarrada” al sueño de Dios: que la ternura, la compasión solidaria, la justicia alcancen a todas las criaturas  y que se acabe para siempre el dolor y el llanto.


También hoy como ayer la Buena Noticia de Jesús es una provocación a nuestras vidas. Sus preferencias pueden escandalizarnos o la desinstalación a la que nos invita puede llevarnos a tomar posturas defensivas y justificadoras. Pero también, aun sabiéndonos débiles y pecadores, podemos quedar seducidos por su libertad y compasión hasta el extremo, como le sucedió a aquella mujer que en una gesto de desmesura amorosa le ungió con la gratuidad del perfume, o como aquellas otras que mas allá de lo políticamente correcto se mantuvieron fieles hasta la cruz o como el acomodado José de Arimatea  a quien conocerle le cambió la vida.

Artículo escrito por Pepa Torres en REVISTA HOMILÉTICA 2015

Francisco, dos años después: "Navegante, vigía y timonel"

"Es más pastoral que curial, más evangélico que canonista, más gobernante que político. "

Como Juan XIII, también Francisco es Pastor et Nauta (en vez de otro lema que le hubiese dedicado Nostradamus,). Francisco es navegante, vigía y timonel. Navega con la vista puesta en la estrella polar, corrige en conversión continua el rumbo de la nave, como atento vigía otea el horizonte por si aparece "patera a la vista" y gira de repente el timón a babor para llegar a tiempo de recoger una balsa de náufragos...

Para celebrar sus dos años de pontificado, estoy releyendo los párrafos de Evangelii Gaudium donde habla sobre cómo construir en paz el bien común de un pueblo y de una iglesia (EG 217-237).

Francisco propone un método de reforma social orientado por cuatro criterios:

1) iniciar procesos hacia el futuro, en vez de controlar espacios de poder, 
2) transformar los conflictos, en vez de polarizarlos,
3) pensar desde la realidad, en vez de hacerlo a través del filtro de ideologías, y 
4) buscar el bien común "poliédricamente", como unidad de diferencias (totalidad sin totalitarismos, ni descartes o exclusiones, EG 36-40, 115-118, 129-131, 217-241).

En esos párrafos veo que el Papa ha dibujado su autorretrato y su programa pastoral y de gobernanza. Cuando dice: "A veces me pregunto quiénes son los que en el mundo actual se preocupan realmente por generar procesos que construyan un pueblo, más que por obtener resultados inmediatos que producen un rédito político fácil, rápido y efímero, pero que no construyen la plenitud humana" (EG 224), veo que se autorretrata Francisco con esas palabras. Dice que hay que "iniciar procesos más que poseer espacios" (EG 223).

Eso es justamente lo que él ha hecho al desencadenar el proceso de sinodalidad y colegialidad, para que el Sínodo de los Obispos recupere su misión original; también al recomendar desde los primeros días de pontificado la "descentralización" de la Curia romana (EG 16, 30-33, 104, 184, 241, 246) .
Francisco es más pastoral que curial (EG 25, 27); es más evangélico que canonista; es más teólogo desde la misión que redactor de "teologúmenos" desde la barrera o desde la biblioteca; y es también más gobernante con visión de estado que político con estrechez de partido e ideología.
La reforma de Francisco es una reforma "in via", por el camino, una reforma que llamaríamos "de la cuarta vía".

Francisco evita las tres vías de "reforma sin reforma" o de reforma inauténtica. Me refiero a las tres ideologías con las que Francisco no quiere casarse:

 1) la de los que ignoran el conflicto ("miran y siguen adelante como si no pasara nada", EG 227); indiferencia ante la necesidad presente y nostalgia del pasado; ideología de la restauración nostálgica (fundamentalista, fanática, cavernaria). ›
2) la de los que hacen ídolo de la propia ideología, quedan presos del conflicto sin buscar otra salida que no sea la ganancia del propio partido; la ideología del rechazo desarraigado y ruptura a ultranza. "Pierden horizontes, poyectan en las instituciones las propias confusiones e insatisfacciones y así la unidad se vuelve imposible" (EG 227). ›
3) los que apuestan por vías medias de sincretismo (EG 227), de soluciones de consenso forzado sobre los papeles en reuniones de comités para producir documentos; la ideología de la renovación cosmética, burocrática, curial, documentalista, productora de consensos por mero compromiso sobre el papel. 

Frente a estas tres posturas, Francisco opta por entrar en el conflicto, sufrirlo y pasarlo mal y caminar discerniendo, buscando y convirtiéndose, transformándose ambas partes por el camino al dejarse transformar por el Espíritu. "Es aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso. Felices los que trabajan por la paz" (EG 227). La reforma de Francisco es reforma por el Camino, reforma desde el Espíritu y reforma hacia las periferias...

Francisco evita las tres rutas de pseudorreforma y endereza el rumbo de la nave de Pedro por la cuarta ruta: la reforma por el camino, dinámica, auténtica y evangélica: conversión continua (EG 27, 51, 53-55), en salida (EG 15, 19-24,20, 27-33,46-49), discernimiento (EG 30, 33, 43, 45, 50, 154), hacia las periferias (EG 30, 59)...

La reforma de Francisco es la reforma por el camino, se hace reforma al andar, caminando con Jesús y caminando con el pueblo (EG 143), recorriendo senderos y procesos de discernimiento evangélico (EG30,33,43,51,154) y praxis de liberación, fraternidad y justicia (EG 179), en sinodalidad, conciliaridad y colegialidad.

Juan Masiá, sj., 12 de marzo de 2015 - Religión Digital

"A donde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás".

Evangelio según San Juan 13,21-33.36-38.

Jesús, estando en la mesa con sus discípulos, se estremeció y manifestó claramente: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará".
Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería.
Uno de ellos -el discípulo al que Jesús amaba- estaba reclinado muy cerca de Jesús.
Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: "Pregúntale a quién se refiere".
El se reclinó sobre Jesús y le preguntó: "Señor, ¿quién es?".
Jesús le respondió: "Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el plato".

Y mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote.
En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: "Realiza pronto lo que tienes que hacer".
Pero ninguno de los comensales comprendió por qué le decía esto.
Como Judas estaba encargado de la bolsa común, algunos pensaban que Jesús quería decirle: "Compra lo que hace falta para la fiesta", o bien que le mandaba dar algo a los pobres.
Y en seguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche.
Después que Judas salió, Jesús dijo: "Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él.
Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto.
Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: 'A donde yo voy, ustedes no pueden venir'.
Simón Pedro le dijo: "Señor, ¿adónde vas?". Jesús le respondió: "A donde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás".
Pedro le preguntó: "¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti".
Jesús le respondió: "¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces".



Mi boca contará tu salvación, Señor

Sal 70, 1-2. 3-4a. 5-6ab. 15 y 17

Mi boca contará tu salvación, Señor.
A ti, Señor, me acojo: 
no quede yo derrotado para siempre; 
tú que eres justo, 
líbrame y ponme a salvo, 
inclina a mí tu oído, y sálvame.
Mi boca contará tu salvación, Señor
Sé tú mi roca de refugio, 
el alcázar donde me salve, 
porque mi peña y mi alcázar eres tú. 
Dios mío, líbrame de la mano perversa.
Mi boca contará tu salvación, Señor
Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza 
y mi confianza, Señor, desde mi juventud. 
En el vientre materno ya me apoyaba en ti, 
en el seno tú me sostenías.
Mi boca contará tu salvación, Señor
Mi boca contará tu auxilio, 
y todo el día tu salvación. 
Dios mío, me instruiste desde mi juventud, 
y hasta hoy relato tus maravillas.
Mi boca contará tu salvación, Señor

lunes, 30 de marzo de 2015

'Teresa de Jesús. Maestra de oración'

Homilía del Arzobispo de Madrid Mons. Carlos Osoro en la Eucaristía de Domingo de Ramos

«BENDITO EL QUE VIENE, COMO REY, EN NOMBRE DEL SEÑOR»


Venid, y al mismo tiempo que ascendemos al monte de los Olivos, salgamos al encuentro de Cristo, que vuelve hoy de Betania y, por propia voluntad, se apresura hacia su venerable y dichosa pasión, para llevar a plenitud el misterio de la salvación de los hombres. [...]

Y viene, no como quien busca su gloria por medio de la fastuosidad y de la pompa. No porfiará —dice—, no gritará, no voceará por las calles, sino que será manso y humilde, y se presentará sin espectacularidad alguna.

Ea, pues, corramos a una con quien se apresura a su pasión, e imitemos a quienes salieron a su encuentro. Y no para extender por el suelo, a su paso, ramos de olivo, vestiduras o palmas, sino para prosternarnos nosotros mismos, con la disposición más humillada de que seamos capaces y con el más limpio propósito, de manera que acojamos al Verbo que viene, y así logremos captar a aquel Dios que nunca puede ser totalmente captado por nosotros.

De los sermones de san Andrés de Creta, obispo
(Sermón 9 sobre el Domingo de Ramos: PG 97, 990-994)
De News. va

domingo, 29 de marzo de 2015

No hay humildad sin humillación, dijo el Papa en su homilía

En el centro de esta celebración, que se presenta tan festiva, está la palabra que hemos escuchado en el himno de la Carta a los Filipenses: “Se humilló a sí mismo” (2, 8). La humillación de Jesús.
Esta palabra nos desvela el estilo de Dios y, en consecuencia, el que debe ser del cristiano: la humildad. Un estilo que nunca dejará de sorprendernos y ponernos en crisis: nunca nos acostumbraremos a un Dios humilde.
Humillarse es ante todo el estilo de Dios: Dios se humilla para caminar con su pueblo, para soportar sus infidelidades. Esto se aprecia bien leyendo la historia del Éxodo: ¡Qué humillación para el Señor oír todas aquellas murmuraciones, aquellas quejas! Estaban dirigidas contra Moisés, pero, en el fondo, iban contra él, contra su Padre, que los había sacado de la esclavitud y los guiaba en el camino por el desierto hasta la tierra de la libertad.
En esta semana, la Semana Santa, que nos conduce a la Pascua, seguiremos este camino de la humillación de Jesús. Y sólo así será “santa” también para nosotros.

Veremos el desprecio de los jefes del pueblo y sus engaños para acabar con él. Asistiremos a la traición de Judas, uno de los Doce, que lo venderá por treinta monedas. Veremos al Señor apresado y tratado como un malhechor; abandonado por sus discípulos; llevado ante el Sanedrín, condenado a muerte, azotado y ultrajado. Escucharemos cómo Pedro, la “roca” de los discípulos, lo negará tres veces. Oiremos los gritos de la muchedumbre, soliviantada por los jefes, pidiendo que Barrabás quede libre y que a él lo crucifiquen. Veremos cómo los soldados se burlarán de él, vestido con un manto color púrpura y coronado de espinas. Y después, a lo largo de la vía dolorosa y a los pies de la cruz, sentiremos los insultos de la gente y de los jefes, que se ríen de su condición de Rey e Hijo de Dios.
Esta es la vía de Dios, el camino de la humildad. Es el camino de Jesús, no hay otro. Y no hay humildad sin humillación.
Al recorrer hasta el final este camino, el Hijo de Dios tomó la “condición de siervo” (Flp 2, 7). En efecto, “humildad quiere decir también servicio, significa dejar espacio a Dios negándose a uno mismo, “despojándose”, como dice la Escritura (v. 7). Esta – este vaciarse – es la humillación más grande.
Hay otra vía, contraria al camino de Cristo: la mundanidad. La mundanidad nos ofrece el camino de la vanidad, del orgullo, del éxito... Es la otra vía. El maligno se la propuso también a Jesús durante cuarenta días en el desierto. Pero Jesús la rechazó sin dudarlo. Y, con él, sólo con su gracia, con su ayuda, también nosotros podemos vencer esta tentación de la vanidad, de la mundanidad, no sólo en las grandes ocasiones, sino también en las circunstancias ordinarias de la vida.
En esto, nos ayuda y nos conforta el ejemplo de muchos hombres y mujeres que, en silencio y sin hacerse ver, renuncian cada día a sí mismos para servir a los demás: un familiar enfermo, un anciano solo, una persona con discapacidad, un sin techo...
Pensemos también en la humillación de los que, por mantenerse fieles al Evangelio, son discriminados y sufren las consecuencias en su propia carne. Y pensemos en nuestros hermanos y hermanas perseguidos por ser cristianos, los mártires de hoy – hay tantos – no reniegan de Jesús y soportan con dignidad insultos y ultrajes. Lo siguen por su camino. Podemos hablar en verdad de “una nube de testigos”: los mártires de hoy (cf. Hb 12, 1).
Durante esta Semana Santa, pongámonos también nosotros en este camino de la humildad, con tanto amor a Él, a nuestro Señor y Salvador. El amor nos guiará y nos dará fuerza. Y, donde está él, estaremos también nosotros (cf. Jn 12, 26).

sábado, 28 de marzo de 2015

“¡Feliz cumpleaños, Teresa!” Mensaje de Saverio Cannistrà

¡Feliz cumpleaños, Teresa! Te lo desean de corazón todos los que te han conocido y que por eso te aman: tus hijas y tus hijos, tu familia numerosa, que te reconoce como madre y maestra; los cristianos a los que tú les has hecho descubrir «qué buen amigo es Jesús» y cómo nos cambia la vida el hecho de aprender a estar con él, con sencillez y amor, limitándonos a mirarlo a él, que nos mira. Te lo desean tantos creyentes de diversas religiones a los cuales has enseñado la fuerza y el valor universal de la oración, hecha con humildad por un mundo que sufre. Y te lo desean, por último, tantos hombres y mujeres que de ti han aprendido las dimensiones inexploradas de su humanidad y su corazón se ha dilatado, su alma ha respirado.
La vida que el Señor te ha dado no la has conservado para ti. Has aprendido día a día a entregarla totalmente en sus manos, para que El la hiciese suya, su don a la Iglesia y al mundo. Cuando menos te pertenecías, más te pertenecía él, cuando más te dabas a El tanto más Él te hacía partícipe de su vida, de su relación con el Padre y de su ofrenda por el mundo.
¡Gracias Teresa, por el don de esta vida gastada por nosotros! Gracias porque continúas acompañándonos con tu enseñanza y con tu discernimiento. Nadie como tú sabe lo fácil que es engañarse en la vida espiritual, hacerse falsas ilusiones. Gracias por «desengañarnos», por liberarnos de nuestros caminos tortuosos, que giran siempre en torno a nosotros mismos y nos cierran a los demás.
¡Gracias porque enciendes de nuevo y continuamente en nosotros la esperanza! A veces también nosotros, como Nicodemo, decimos: «¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo?» ¿Cómo es posible que el Señor nos transforme, nos renueve? Tú no has perdido nunca la esperanza y nos has enseñado a no perderla, porque Dios no deja a mitad de camino los que están dispuestos a llegar a la meta, hasta la fuente de agua viva: «Es también necesario comenzar con seguridad de que, si no nos dejamos vencer, saldremos con la empresa; esto sin ninguna duda, que por poca ganancia que saquen, saldrán muy ricos. No hayáis miedo os deje morir de sed el Señor que nos llama a que bebamos de esta fuente. Esto queda ya dicho, y querríalo decir muchas veces, porque acobarda mucho a personas que aún no conocen del todo la bondad del Señor por experiencia, aunque le conocen por fe. Mas es gran cosa haber experimentado con la amistad y regalo que trata a los que van por este camino, y cómo casi les hace toda la costa» (C 23,5).

Gracias, por último, porque nos has enseñado a reírnos de nosotros mismos, a no ¡tomarnos demasiado en serio! Gracias por tu buen humor, que nos devuelve a la verdadera proporción entre nuestra pequeñez y miseria y la inmensa grandeza de Dios! Contigo cantaremos eternamente las misericordias infinitas de Dios.

EL GESTO SUPREMO

Jesús contó con la posibilidad de un final violento. No era un ingenuo. Sabía a qué se exponía si seguía insistiendo en el proyecto del reino de Dios. Era imposible buscar con tanta radicalidad una vida digna para los «pobres» y los «pecadores», sin provocar la reacción de aquellos a los que no interesaba cambio alguno.

Ciertamente, Jesús no es un suicida. No busca la crucifixión. Nunca quiso el sufrimiento ni para los demás ni para él. Toda su vida se había dedicado a combatirlo allí donde lo encontraba: en la enfermedad, en las injusticias, en el pecado o en la desesperanza. Por eso no corre ahora tras la muerte, pero tampoco se echa atrás. 

Seguirá acogiendo a pecadores y excluidos aunque su actuación irrite en el templo. Si terminan condenándolo, morirá también él como un delincuente y excluido, pero su muerte confirmará lo que ha sido su vida entera: confianza total en un Dios que no excluye a nadie de su perdón.

Seguirá anunciando el amor de Dios a los últimos, identificándose con los más pobres y despreciados del imperio, por mucho que moleste en los ambientes cercanos al gobernador romano. Si un día lo ejecutan en el suplicio de la cruz, reservado para esclavos, morirá también él como un despreciable esclavo, pero su muerte sellará para siempre su fidelidad al Dios defensor de las víctimas.

Lleno del amor de Dios, seguirá ofreciendo «salvación» a quienes sufren el mal y la enfermedad: dará «acogida» a quienes son excluidos por la sociedad y la religión; regalará el «perdón» gratuito de Dios a pecadores y gentes perdidas, incapaces de volver a su amistad. Esta actitud salvadora que inspira su vida entera, inspirará también su muerte.

Por eso a los cristianos nos atrae tanto la cruz. Besamos el rostro del Crucificado, levantamos los ojos hacia él, escuchamos sus últimas palabras... porque en su crucifixión vemos el servicio último de Jesús al proyecto del Padre, y el gesto supremo de Dios entregando a su Hijo por amor a la humanidad entera.

Es indigno convertir la semana santa en folclore o reclamo turístico. Para los seguidores de Jesús celebrar la pasión y muerte del Señor es agradecimiento emocionado, adoración gozosa al amor «increíble» de Dios y llamada a vivir como Jesús solidarizándonos con los crucificados.
José Antonio Pagola


«CRISTO FUE EL SACERDOTE Y EL SACRIFICIO, ÉL MISMO FUE DIOS Y TEMPLO»

En los sacrificios de víctimas carnales que la Santa Trinidad, que es el mismo Dios del antiguo y del nuevo Testamento, había exigido que le fueran ofrecidos por nuestros padres, se significaba ya el don gratísimo de aquel sacrificio con el que el Hijo único de Dios, hecho hombre, había de inmolarse a sí mismo misericordiosamente por nosotros.

Pues, según la doctrina apostólica, se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor. Él, como Dios verdadero y verdadero sumo sacerdote que era, penetró por nosotros una sola vez en el santuario, no con la sangre de los becerros y los machos cabríos, sino con la suya propia. Esto era precisamente lo que significaba aquel sumo sacerdote que entraba cada año con la sangre en el santuario.

Él es quien, en sí mismo, poseía todo lo que era necesario para que se efectuara nuestra redención, es decir, él mismo fue el sacerdote y el sacrificio, él mismo fue Dios y templo: el sacerdote por cuyo medio nos reconciliamos, el sacrificio que nos reconcilia, el templo en el que nos reconciliamos, el Dios con quien nos hemos reconciliado.

Del tratado de san Fulgencio de Ruspe, obispo, sobre la regla de la verdadera fe a Pedro
(Cap. 22, 62: CCL 91 A, 726. 750-751)
Fuente: News.va

El Papa se une a la acción de gracias del Carmelo descalzo

Al Revdmo. P. Saverio Cannistrà, Prepósito general de la Orden de los Hermanos Descalzos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo
Querido Hermano:
Al cumplirse los quinientos años del nacimiento de santa Teresa de Jesús, quiero unirme, junto con toda la Iglesia, a la acción de gracias de la gran familia del Carmelo descalzo – religiosas, religiosos y seglares – por el carisma de esta mujer excepcional.
Considero una gracia providencial que este aniversario haya coincidido con el año dedicado a la Vida Consagrada, en la que la Santa de Ávila resplandece como guía segura y modelo atrayente de entrega total a Dios. Se trata de un motivo más para mirar al pasado con gratitud, y redescubrir “la chispa inspiradora” que ha impulsado a los fundadores y a sus primeras comunidades. (cf. Carta a los Consagrados, 21 noviembre 2014).
¡Cuánto bien nos sigue haciendo a todos el testimonio de su consagración, nacido directamente del encuentro con Cristo, su experiencia de oración, como diálogo continuo con Dios, y su vivencia comunitaria, enraizada en la maternidad de la Iglesia!
1. Santa Teresa es sobre todo maestra de oración. En su experiencia, fue central el descubrimiento de la humanidad de Cristo. Movida por el deseo de compartir su experiencia personal con los demás, escribe sobre ella de una forma vital y sencilla, al alcance de todos, pues consiste simplemente en “tratar de amistad con quien sabemos nos ama” (Vida 8,5). Muchas veces la misma narración se convierte en plegaria, como si quisiera introducir al lector en su diálogo interior con Cristo. La de Teresa no fue una oración reservada únicamente a un espacio o momento del día; surgía espontánea en las ocasiones más variadas: “Cosa recia sería que sólo en los rincones se pudiera traer oración” (Fundaciones 5, 16). Estaba convencida del valor de la oración continua, aunque no fuera siempre perfecta. La Santa nos pide que seamos perseverantes, fieles, incluso en medio de la sequedad, de las dificultades personales o de las necesidades apremiantes que nos reclaman.

Para renovar hoy la vida consagrada, Teresa nos ha dejado un gran tesoro, lleno de propuestas concretas, caminos y métodos para rezar, que, lejos de encerrarnos en nosotros mismos o de buscar un simple equilibrio interior, nos hacen recomenzar siempre desde Jesús y constituyen una auténtica escuela de crecimiento en el amor a Dios y al prójimo.
2. A partir de su encuentro con Jesucristo, Santa Teresa vivió “otra vida”; se convirtió en una comunicadora incansable del Evangelio (cf. Vida 23,1). Deseosa de servir a la Iglesia, y a la vista de los graves problemas de su tiempo, no se limitó a ser una espectadora de la realidad que la rodeaba. Desde su condición de mujer y con sus limitaciones de salud, decidió – dice ella – “hacer eso poquito que era en mí, que es seguir los consejos evangélicos con toda la perfección que yo pudiese y procurar que estas poquitas que están aquí hiciesen lo mismo” (Camino 1,2). Por eso comenzó la reforma teresiana, en la que pedía a sus hermanas que no gastasen el tiempo tratando “con Dios negocios de poca importancia” cuando estaba “ardiendo el mundo” (Camino 1,5). Esta dimensión misionera y eclesial ha distinguido desde siempre al Carmelo descalzo.
Como hizo entonces, también hoy la Santa nos abre nuevos horizontes, nos convoca a una gran empresa, a ver el mundo con los ojos de Cristo, para buscar lo que Él busca y amar lo que Él ama.
3. Santa Teresa sabía que ni la oración ni la misión se podían sostener sin una auténtica vida comunitaria. Por eso, el cimiento que puso en sus monasterios fue la fraternidad: “Aquí todas se han de amar, todas se han de querer, todas se han de ayudar” (Camino 4,7). Y tuvo mucho interés en avisar a sus religiosas sobre el peligro de la autorreferencialidad en la vida fraterna, que consiste “todo o gran parte en perder cuidado de nosotros mismos y de nuestro regalo” (Camino 12,2) y poner cuanto somos al servicio de los demás. Para evitar este riesgo, la Santa de Ávila encarece a sus hermanas, sobre todo, la virtud de la humildad, que no es apocamiento exterior ni encogimiento interior del alma, sino conocer cada uno lo que puede y lo que Dios puede en él (cf. Relaciones 28).
Lo contrario es lo que ella llama la “negra honra” (Vida 31,23), fuente de chismes, de celos y de críticas, que dañan seriamente la relación con los otros. La humildad teresiana está hecha de aceptación de sí mismo, de conciencia de la propia dignidad, de audacia misionera, de agradecimiento y de abandono en Dios.
Con estas nobles raíces, las comunidades teresianas están llamadas a convertirse en casas de comunión, que den testimonio del amor fraterno y de la maternidad de la Iglesia, presentando al Señor las necesidades de nuestro mundo, desgarrado por las divisiones y las guerras.
Querido hermano, no quiero terminar sin dar las gracias a los Carmelos teresianos que encomiendan al Papa con una especial ternura al amparo de la Virgen del Carmen, y acompañan con su oración los grandes retos y desafíos de la Iglesia. Pido al Señor que su testimonio de vida, como el de Santa Teresa, transparente la alegría y la belleza de vivir el Evangelio y convoque a muchos jóvenes a seguir a Cristo de cerca.
A toda la familia teresiana imparto mi Bendición Apostólica.
Vaticano, 28 de marzo de 2015

viernes, 27 de marzo de 2015

EN EL PELIGRO INVOQUÉ AL SEÑOR Y ME ESCUCHÓ


Del Salmo 17: 

En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó

Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.

En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó

Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos.

En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó

Me cercaban olas mortales,
torrentes destructores me aterraban,
me envolvían las redes del abismo,
me alcanzaban los lazos de la muerte.

En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó

En el peligro invoqué al Señor,
grité a mi Dios.
Desde su templo Él escuchó mi voz,
y mi grito llegó a sus oídos.

En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó

ORAR CON SANTA TERESA DE JESÚS. Un momento de oración con el capítulo 26 de 'Camino de Perfección'.

Una santa que «engolosina» almas. Santa Teresa de Jesús.

Fue santa, escritora, mística y líder. Una mujer que dejó una profunda huella capaz de transmitir su pasión a las almas ateas con un lenguaje tan sencillo como poderoso. Cercano de tan natural y lleno de imágenes que le confieren una fuerza especial. 
La escritora asturiana María Teresa Álvarez invitó ayer a los asistentes a la última de las cuatro conferencias del ciclo organizado por el Aula de Cultura de LA VOZ DE AVILÉS con motivo del V centenario de Santa Teresa de Jesús, a leer los escritos de la santa. Una «gozada» que ella ha tenido ocasión de releer para preparar la exposición de un personaje «al que admiro» y por el que confiesa un respeto supremo. Y quizás vuelva a ellos con más intensidad porque el coordinador del Aula de LA VOZ, Armando Arias, la conminó a escribir un libro sobre Teresa de Jesús en un plazo no superior a los dos años. Aplauso de un auditorio lleno de nuevo, que minutos antes ya había premiado a la escritora por su exposición.
De escritora a escritora. María Teresa Álvarez decidió abordar así la figura de la santa abulense, intercalando la lectura de párrafos de su obra con las investigaciones de los expertos y su propia opinión. Destacó de ella su «valentía» en un siglo, el XVI, en el que la mujer tenía un papel completamente subordinado al del hombre y que ella, con inteligencia, supo esquivar. La escritora, la asturiana, cree que la mística, «siempre en el punto de mira del Tribunal de Inquisición por visionaria y por seguir a los alumbrados», atribuye sus escritos al mandato de sus confesores para «disculpar» su afición a la escritura. Una mera disculpa, según Álvarez, desmontada por su febril trabajo, con libros, textos y más de mil cartas, de las que se conservan la mitad.
Aseguró ayer que Santa Teresa «intentaba mantenerse en la ortodoxia», esa que dejaba a la mujer en un segundo plano, «pero su interior se rebelaba» a través de textos que «son un diálogo directo con Dios». En ellos se libera explicando sus pensamientos y sentimientos y describe sus experiencias místicas. «No es una mística teorizante sino experimental», según rescató María Teresa Álvarez de los estudios sobre la santa.
«Estuvo siempre en el punto de mira de la Inquisición por visionaria»«Ella intentaba mantenerse en la ortodoxia pero su interior se rebelaba»«Tiene un estilo propio que no busca notoriedad sino llegar con sus textos»

A esa intención de ilustrar y culturizar a sus monjas se puede asociar su estilo literario. Ante todo, «propio», coinciden todos, porque no busca ninguna notoriedad sino «llegar con sus textos», aunque para ello tenga que recurrir al lenguaje más «coloquial». Esa naturalidad no quiere decir, advirtió la escritora, que no trabajara cada frase. Y como muestra, la intención de Santa Teresa de «engolosinar a las almas». «¿Acaso no es la palabra más perfecta para lo que quiere decir?», se preguntó Álvarez.
El caso de Edith Stein
El poder de seducción de sus escritos lo ejemplificó en el caso de Edith Stein, filósofa alemana atea, que en 1921, por pura casualidad, sacó de la biblioteca un libro de Teresa de Jesús. «Cuando lo cerré, me dije: aquí está la verdad». Judía, se convirtió al catolicismo e ingresó en la Orden Carmelita.


Es el poder de Santa Teresa, la 'feminista' del siglo XVI, temor de las autoridades eclesiásticas de su tiempo por el recelo que despertaba el liderazgo espiritual de una mujer, y «espíritu libre», que trató de defender el espacio de las mujeres.
Teresa Álvarez