viernes, 28 de febrero de 2014

“El cristiano incoherente escandaliza y el escándalo mata”, el Papa el jueves en Santa Marta

En su homilía de hoy en la Casa de Santa Marta el Papa Francisco empleó palabras fuertes inspirándose en la Confirmación administrada durante la Misa. Quien recibe este Sacramento – afirmó el Santo Padre – “manifiesta su deseo de ser cristiano. Ser cristiano significa dar testimonio de Jesucristo”, es una persona que “piensa como cristiano, siente como cristiano y actúa como cristiano. Y ésta es la coherencia de vida de un cristiano”. Alguien – observó – puede decir que tiene fe, “pero si carece de una de estas cosas, no existe en él lo cristiano”, “es algo que no funciona, hay una cierta incoherencia”. Y los cristianos “que viven en la incoherencia, hacen mucho daño”:

“Hemos escuchado lo que el apóstol Santiago dice a algunos incoherentes, que presumían de ser cristianos, pero explotaban a sus empleados, y les dijo: ‘Sepan que el salario que han retenido a los que trabajaron en sus campos está clamando, y el clamor de los cosechadores ha llegado a los oídos del Señor del universo’. El Señor es fuerte. Si alguno escucha esto, puede pensar: ‘¡Eso lo ha dicho un comunista!’. ¡No, no, lo ha dicho el apóstol Santiago! Es la Palabra del Señor. Es la incoherencia. Y cuando la coherencia cristiana no existe y se vive con esta incoherencia, se produce escándalo. Y los cristianos que no son coherentes hacen mucho escándalo”.

“Jesús – prosiguió el Pontífice – habla con mucha fuerza contra el escándalo: ‘Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar’. Un cristiano incoherente hace tanto daño” y “el escándalo mata”. “Muchas veces – agregó el Obispo de Roma - hemos escuchado: ‘Pero padre, yo creo en Dios, pero no en la Iglesia, porque ustedes cristianos dicen una cosa y hacen otra’”. O también: “Yo creo en Dios, pero no en ti”. “Esa es la incoherencia”:

“Si te encuentras ante – ¡imaginemos! – ante un ateo y éste te dice que no cree en Dios, tu puedes leerle una biblioteca entera, donde está escrito que Dios existe y también probar que Dios existe, y el ateo no tendrá fe. Pero si delante de este ateo das testimonio de coherencia de vida cristiana, algo comenzará a moverse en su corazón. Será precisamente tu testimonio lo que lo llevará a esa inquietud sobre la que el Espíritu Santo obra. Es una gracia que todos nosotros, toda la Iglesia debe pedir: ‘Señor, que seamos coherentes’”.

Entonces, concluyó Francisco, es necesario rezar, “porque para vivir en la coherencia cristiana es necesaria la oración, porque la coherencia cristiana es un don de Dios y debemos pedirla”: “¡Señor, que yo sea coherente! ¡Señor, que yo jamás escandalice, que yo sea una persona que piensa como cristiano, que sienta como cristiano, que actúe como cristiano!”. Y que cuando caigamos por nuestra debilidad, que pidamos perdón:

“Todos somos pecadores, todos, pero todos tenemos la capacidad de pedir perdón. ¡Y Él jamás se cansa de perdonar! Tener la humildad de pedir perdón: ‘Señor, no he sido coherente. ¡Perdón!’. Ir adelante en la vida con coherencia cristiana, con el testimonio de aquel que cree en Jesucristo, que sabe que es pecador, pero que tiene el coraje de pedir perdón cuando se equivoca y que tiene tanto miedo de escandalizar. Que el Señor de esta gracia a todos nosotros”. (RC-RV)

miércoles, 26 de febrero de 2014

Cristo nos toma de la mano y nos asegura que ni siquiera la muerte podrá separarnos de Él, el Papa durante la audiencia general sobre el sacramento de la Unción de los enfermos

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy las previsiones decían “lluvia” ¡y ustedes han venido lo mismo! ¡Tienen coraje!, ¿eh? ¡Felicitaciones!
 

Hoy quisiera hablarles del Sacramento de la Unción de los enfermos, que nos permite tocar con la mano la compasión de Dios por el hombre

En el pasado era llamado “extrema unción”, porque se entendía como consuelo espiritual en la inminencia de la muerte. Hablar en cambio de “Unción de los enfermos” nos ayuda a ampliar la mirada hacia la experiencia de la enfermedad y del sufrimiento, en el horizonte de la misericordia de Dios.
 

Hay un ícono bíblico que expresa en toda su profundidad el misterio que se trasluce en la Unción de los enfermos: es la parábola del buen samaritano, en el evangelio de Lucas (10,30-35). 

Cada vez que celebramos este Sacramento, el Señor Jesús, en la persona del sacerdote, se acerca a la persona que sufre y está gravemente enfermo, o anciano. La parábola dice que el buen samaritano cuida del hombre sufriente derramando sobre sus heridas aceite y vino. 

El aceite nos hace pensar en aquel que es bendecido por el Obispo cada año, en la Misa Crismal del Jueves Santo, justamente en vista de la Unción de los enfermos

El vino, en cambio, es signo del amor y de la gracia de Cristo que brotan del don de su vida por nosotros y que se expresan en toda su riqueza en la vida sacramental de la Iglesia

Por último, la persona que sufre es confiada al dueño del albergue para que pueda continuar cuidando de ella, sin considerar los gastos. Entonces, ¿quién es este dueño del albergue? Es la Iglesia, la comunidad cristiana, somos nosotros, a los cuales cada día el Señor Jesús nos confía a aquellos que están afligidos, en el cuerpo y en el espíritu, para que podamos continuar derramando sobre ellos, sin medida, toda su misericordia y su salvación.
 

Este mandato está confirmado de modo explícito y preciso en la epístola de Santiago – hemos escuchado - donde se recomienda: “Quién está enfermo, que llame a los presbíteros de la Iglesia para que ellos oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. Y la oración que nace de la fe salvará al enfermo, el Señor lo aliviará y, si tuviera pecados, le serán perdonados” (5,14-15). Se trata por lo tanto de una praxis que estaba en uso ya en tiempos de los Apóstoles. Jesús, de hecho, ha enseñado a sus discípulos a tener su misma predilección por lo enfermos y por los sufrientes y les ha transmitido la capacidad y el deber de continuar derramando, en su nombre y según su corazón, alivio y paz, a través de la gracia especial de este Sacramento. 

Pero esto no nos debe hacer caer en la búsqueda obsesiva del milagro o en la presunción de poder obtener siempre y de todos modos la curación. Pero, es la seguridad de la cercanía de Jesús al enfermo, también al anciano, porque todo anciano, toda persona de más de 65 años puede recibir este Sacramento: es Jesús que se acerca. Pero cuando hay un enfermo se piensa: “Llamemos al cura, al sacerdote para que venga. No, no, porque trae mala suerte, entonces no, no lo llamamos” o “después se asustará el enfermo”. ¿Por qué? Porque existe un poco la idea que, cuando hay un enfermo y viene el sacerdote, después de él llega la pompa fúnebre: y eso no es verdad, ¡eh! 
El sacerdote viene para ayudar al enfermo o al anciano: por esto es tan importante la visita del sacerdote a los enfermos. Llamarlo: “hay un enfermo, venga, dele la unción, bendígalo”. Porque es Jesús que llega para aliviarlo, para darle fuerza, para darle esperanza, para ayudarlo. También para perdonarle los pecados. ¡Y esto es hermoso! 

Y no piensen que esto sea un tabú, porque siempre es hermoso saber que en el momento del dolor y de la enfermedad nosotros no estamos solos: el sacerdote y aquellos que están presentes durante la Unción de los enfermos representan, en efecto, a toda la comunidad cristiana que, como un único cuerpo, con Jesús, se estrecha entorno a quien sufre y a los familiares, alimentando en ellos la fe y la esperanza y apoyándolos con la oración y el calor fraterno. Pero el consuelo más grande deriva del hecho que, el que se hace presente en el Sacramento es el mismo Señor Jesús, que nos toma de la mano, nos acaricia como hacía con los enfermos, Él, y nos recuerda que ya le pertenecemos y que nada – ni siquiera el mal y la muerte – podrá nunca separarnos de Él. Pero tengamos esta costumbre de llamar al sacerdote, porque a nuestros enfermos – no digo los enfermos de gripe, de tres, cuatro días, sino cuando es una enfermedad seria – y también a nuestros ancianos, venga y les dé este Sacramento, este consuelo, esta fuerza de Jesús para seguir adelante. ¡Hagámoslo! Gracias.

Eucaristía, amor de Cristo hasta el extremo


Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el extremo. Los suyos entonces eran los que le veían: Juan y Pedro y los demás compañeros. Hoy los suyos somos tú y yo, todos nosotros; por lo tanto: "Habiendo amado a los suyos, es decir, a los que hoy están en el mundo, los ama hasta el extremo. 

Esto es la Eucaristía: el amor de Cristo hasta el extremo para ti, para mí, durante toda la vida. Porque la Eucaristía es poner a tu disposición toda la omnipotencia, bondad, amor y misericordia de Dios, todos los días y todas las horas de tu vida. En cada sagrario del mundo Cristo está para ti todos los días de tu vida. Según sus mismas palabras: "Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo". Al decir con vosotros, es decir contigo, conmigo.

El sol no te alumbra o calienta menos a ti cuando alumbra o calienta a muchos. Si tú solo disfrutas del sol, o hay millones de gentes bajo sus rayos, el sol te calienta lo mismo... te calienta con toda su fuerza. 

Así, Cristo se ha quedado solo para ti en la Eucaristía, como si tú solo lo visitaras, tú solo comulgaras, tú solo asistieras a la misa. Allí esta, pues, Cristo, medicina de tus males; pero pide como el leproso: "Señor, si quieres, puedes curarme". Pide como Bartimeo: "Hijo de David, ten compasión de mí". Pide como el ladrón: " Señor, acuérdate de mí, cuando estés en tu Reino". Allí esta a todas horas, solo para ti, el único bien verdadero, el único bien perdurable, el único amigo sincero, el único amigo fiel; el único que nos tiende la mano y nos ayuda y nos ama en la juventud, en la edad madura, en la la vejez, en la tumba y en la eternidad. Cada uno tiene sus problemas, fallos, miedos, soberbia... tráelos aquí; verás cómo se solucionan. Cristo tiene soluciones.

¿Quieres, necesitas consuelo, fortaleza, santidad, alguna gracia en especial? Sólo pídela con fe, y no tengas miedo de pedir milagros, porque todo es posible para el que cree.

Jesús ha querido quedarse en el Sagrario para darnos una ayuda permanente. 

P. Fernando Pascual

Bendito el hombre que confía en el Señor

En el camino de la vida necesitamos apoyos. Apoyos en las fuerzas físicas y en la salud. Apoyos en los bienes materiales. Apoyos entre familiares y amigos. Apoyos...

Pero la Biblia es clara: "Maldito sea aquel que confía en hombre, y hace de la carne su apoyo, y de Yahveh se aparta en su corazón" (Jer 17,5). Porque el hombre en quien busco un apoyo es frágil, a veces es engañoso y cambiante.

Por eso resulta vano esperar la salvación de los hombres, confiar en los "príncipes" que son seres de polvo (cf. Sal 146,3-4), o mirar a los montes para esperar una ayuda que nunca llega (cf. Sal 121,1). El auxilio, lo sé, me viene del Señor, "que hizo el cielo y la tierra" (Sal 121,2). Sólo Dios es mi alcázar, mi roca, mi fuerza, mi refugio (cf. Sal 71,3).

La bendición y la paz llegan cuando empiezo a confiar plenamente en el Señor, como un niño que duerme en brazos de su madre (cf. Sal 131). Quien pone su esperanza en Dios no queda nunca defraudado (cf. Sal 22,6)

Necesito recordarlo: "¿Quién se confió al Señor y quedó confundido? ¿Quién perseveró en su temor y quedó abandonado? ¿Quién le invocó y fue desatendido?" (Si 2,10).

Por eso hoy te presento mi súplica, desde lo hondo de mi pequeñez, con la certeza de que vendrás en mi auxilio.

Sí: bendito el hombre que confía en Ti, Señor. Porque Tú eres bueno, porque Tú eres fiel, porque me llevas en la palma de tu mano como un tatuaje (cf. Is 49,16).

Hoy puedo descansar tranquilo. Aunque los hombres vuelvan a dejarme de lado, Tú estarás siempre conmigo. Esa es la fuente de mi continua alegría y de mi paz completa.


P. Fernando Pascual

martes, 25 de febrero de 2014

Carta a mi hija con depresión

Padre Jorge nos regala otra hermosa reflexión en forma de carta. Esta vez atiende la problemática de la depresión en los jóvenes, dándoles consuelo y esperanza, pero sobre todo, dejándoles saber que su familia siempre estará a su lado por difícil que pueda parecer la prueba. Saberse acompañados puede ser la diferencia entre levantarse nuevamente o caer irremediablemente al abismo.

Carta a mi hija con depresión

Carta a mi hija con depresión:

Te parecerá extraño que estando tan cerca de ti haya optado por escribirte esta carta y no hablarte personalmente.
He tenido que recurrir a este medio porque no quiero que los nervios me traicionen, que me veas llorar o algo así. A este papá que ves siempre fuerte, lo debilita y lo doblega el ver sufrir a su hija querida.
Quiero que sepas que estoy contigo. Quiero que sepas que papá siempre estará ahí cuando me necesites: sana o enferma, alegre o triste.
Sé lo que hemos luchado juntos para ayudarte a salir de tu depresión. Te hemos llevado a psicólogos, consejeros, pastores y no escatimaremos en nada que nos auxilie a conseguir que logres sobreponerte de tu enfermedad.
Sabemos que no has escogido lo que sientes, que esta enfermedad doblega tu voluntad. No es culpa tuya lo que te está pasando. No eres la primera ni la única que está padeciendo lo que tú, por eso no tienes que sentirte la rara, la desequilibrada. Lo que tienes a cualquiera le puede suceder.
Sabes… de noche, después de que te echo la bendición y veo que te duermes, te contemplo, y en ese momento oro intensamente por ti. Le digo al Todopoderoso que te cuide y te proteja, que nos dé la sabiduría necesaria para poder acompañarte lo mejor posible en tu situación.
Recuerda que en tu papá tienes un hombro donde llorar e inclinar la cabeza buscando descanso para tu alma atribulada.
Mis brazos siempre estarán abiertos para el abrazo confortante y cariñoso que estés necesitando. Mis ojos te mirarán con compasión y ternura. Mis oídos estarán alertas para escucharte. Mis labios para recitar por ti una oración. Mis pies para llevarte doquiera lo necesites. Mi pensamiento para recordarte a cada momento y mi corazón para expresarte cuánto te quiero.
Te quiere,
Papá
P. JSC. Fuente: Tengo sed de Ti.

Queridas familias del mundo oremos juntos para afrontar los retos actuales con la luz del Evangelio, alienta el Papa

Queridas familias: Me presento a la puerta de su casa para hablarles de un acontecimiento que, como ya saben, tendrá lugar el próximo mes de octubre en el Vaticano. Se trata de la Asamblea general extraordinaria del Sínodo de los Obispos, convocada para tratar el tema “Los retos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización”. Pues la Iglesia hoy está llamada a anunciar el Evangelio afrontando también las nuevas emergencias pastorales relacionadas con la familia.
 

Este señalado encuentro es importante para todo el Pueblo de Dios, Obispos, sacerdotes, personas consagradas y fieles laicos de las Iglesias particulares del mundo entero, que participan activamente en su preparación con propuestas concretas y con la ayuda indispensable de la oración. 

El apoyo de la oración es necesario e importante especialmente de parte de ustedes, queridas familias. Esta Asamblea sinodal está dedicada de modo especial a ustedes, a su vocación y misión en la Iglesia y en la sociedad, a los problemas de los matrimonios, de la vida familiar, de la educación de los hijos, y a la tarea de las familias en la misión de la Iglesia. Por tanto, les pido que invoquen con insistencia al Espíritu Santo, para que ilumine a los Padres sinodales y los guíe en su grave responsabilidad. Como saben, a esta Asamblea sinodal extraordinaria seguirá un año después la Asamblea ordinaria, que tratará el mismo tema de la familia. Y, en ese contexto, en septiembre de 2015, tendrá lugar el Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia. Así pues, oremos todos juntos para que, mediante estas iniciativas, la Iglesia realice un auténtico camino de discernimiento y adopte los medios pastorales adecuados para ayudar a las familias a afrontar los retos actuales con la luz y la fuerza que vienen del Evangelio.
 

Les escribo esta carta el día en que se celebra la fiesta de la Presentación de Jesús en el templo. En el Evangelio de Lucas vemos que la Virgen y San José, según la Ley de Moisés, llevaron al Niño al templo para ofrecérselo al Señor, y dos ancianos, Simeón y Ana, impulsados por el Espíritu Santo, fueron a su encuentro y reconocieron en Jesús al Mesías (cf. Lc 2,22-38). Simeón lo tomó en brazos y dio gracias a Dios porque finalmente había “visto” la salvación; Ana, a pesar de su avanzada edad, cobró nuevas fuerzas y se puso a hablar a todos del Niño. Es una hermosa estampa: dos jóvenes padres y dos personas ancianas, reunidas por Jesús. ¡Realmente Jesús hace que generaciones diferentes se encuentren y se unan! Él es la fuente inagotable de ese amor que vence todo egoísmo, toda soledad, toda tristeza. En su camino familiar, ustedes comparten tantos momentos inolvidables: las comidas, el descanso, las tareas de la casa, la diversión, la oración, las excursiones y peregrinaciones, la solidaridad con los necesitados… Sin embargo, si falta el amor, falta la alegría, y el amor auténtico nos lo da Jesús: Él nos ofrece su Palabra, que ilumina nuestro camino; nos da el Pan de vida, que nos sostiene en las fatigas de cada día.
 

Queridas familias, su oración por el Sínodo de los Obispos será un precioso tesoro que enriquecerá a la Iglesia. Se lo agradezco, y les pido que recen también por mí, para que pueda servir al Pueblo de Dios en la verdad y en la caridad. Que la protección de la Bienaventurada Virgen María y de San José les acompañe siempre y les ayude a caminar unidos en el amor y en el servicio mutuo. Invoco de corazón sobre cada familia la bendición del Señor.

lunes, 24 de febrero de 2014

La salvación es regresar a casa, con Jesús en la Iglesia, el Papa el lunes en Santa Marta

Seguir a Jesús no es “una idea” sino un “continuo quedarse en casa”, la Iglesia, donde Cristo hace regresar siempre a todos, también a quien se ha alejado de ella. 
Lo afirmó el Papa Francisco en la homilía de la Misa de esta mañana, en la capilla de Casa de Santa Marta.
 

Un muchacho que sufre convulsiones, que se revuelca por la tierra y que echa espuma por la boca; en medio a una muchedumbre asustada e inerme. Y su padre que por poco se abalanza a Jesús, implorándole librar a su hijo de la posesión diabólica. 

Es el drama con el que se abre el Evangelio de hoy y que el Papa analizó punto por punto: el de los presentes, que discuten sin resultado, Jesús que llega y se informa, “la bulla que viene a menos”, el padre angustiado que emerge de la muchedumbre y decide contra toda esperanza confiarse en Jesús. 

Y Jesús, que compadecido por la fe cristalina de aquel papá, expulsa el espíritu y luego se inclina con dulzura ante el joven, que parece muerto, ayudándolo a volverse a levantar:
“Todo aquel desorden, aquella discusión termina en un gesto: Jesús que se abaja, se inclina ante el muchacho. Estos gestos de Jesús nos hacen pensar. Jesús cuando cura, cuando va entre la gente y sana a una persona, jamás la deja sola. 

No es un mago, un brujo, un curandero que va, cura y continúa su camino: a cada uno lo hace regresar a su lugar, no lo deja en la calle. Son gestos bellísimos del Señor”.

He aquí la enseñanza, explicó el Santo Padre: “Jesús – afirmó – siempre nos hace regresar a casa, jamás nos deja solos en la calle”. El Evangelio, recordó, está lleno de estos gestos. La resurrección de Lázaro, la vida devuelta a la hija de Jairo y aquella al hijo de una mamá viuda. Y también la oveja perdida vuelta a traer al redil o la moneda perdida y vuelta a encontrar por la mujer:
“Porque Jesús no vino solo del Cielo, es Hijo de un pueblo. 

Jesús es la promesa hecha a un pueblo y su identidad es también pertenencia a aquel pueblo, que de Abraham camina hacia la promesa. Y éstos gestos de Jesús nos enseñan que toda curación, todo perdón nos hacen regresar siempre a nuestro pueblo, que es la Iglesia”.
 

Jesús perdona siempre y sus gestos – prosiguió el Papa – se vuelven también “revolucionarios”, o “inexplicables”, cuando su perdón llega a quien se ha alejado “mucho”, como el publicano Mateo o su colega Zaqueo. Además, repitió el Papa, Jesús “cuando perdona, hace siempre regresar a casa
Y de esta forma, sin el pueblo de Dios, no se puede entender a Jesús”. Es absurdo “amar a Cristo, sin la Iglesia, sentir a Cristo pero no a la Iglesia, seguir a Cristo al margen de la Iglesia”, recordó Francisco citando y parafraseando una vez más Pablo VI. “Cristo y la Iglesia están unidos”, y “cada vez que Cristo llama a una persona, la trae a la Iglesia”. Por esto, agregó, “está bien” que un niño “venga a bautizarse en la Iglesia”, la “Iglesia madre”:
“Y aquellos gestos de tanta ternura de Jesús nos hacen entender esto: que nuestra doctrina, digamos así, o nuestro seguir a Cristo, no es una idea, es un continuo quedarse en casa. Y si cada uno de nosotros tiene la posibilidad y la realidad de salir de casa por un pecado, un error – Dios lo sabe – la salvación es regresar a casa, con Jesús en la Iglesia. Son gestos de ternura. Uno a uno, el Señor nos llama así, su pueblo, dentro su familia, nuestra madre, la Santa Iglesia. Pensemos en estos gestos de Jesús”. (RC-RV)

Quienes tienen un ministerio de guía y predicación no deben considerarse propietarios de poderes especiales, sino ponerse al servicio de la comunidad. El Papa a la hora del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! En la segunda Lectura de este domingo, San Pablo afirma: “Así que, no se gloríe nadie en los hombres, pues todo es suyo: ya sea Pablo, Apolo, Cefas (es decir, Pedro), el mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro, todo es suyo; y ustedes, de Cristo y Cristo de Dios” (1 Cor 3,23). ¿Por qué dice esto el Apóstol? Porque el problema que el Apóstol se encuentra es el de las divisiones en la comunidad de Corinto, donde se habían formado grupos que se referían a los diversos predicadores considerándolos jefes; decían: “Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas…” (1, 12). San Pablo explica que este modo de pensar está equivocado, porque la comunidad no pertenece a los apóstoles, sino que son ellos los que pertenecen a la comunidad; pero la comunidad, toda entera, ¡pertenece a Cristo!
 

De esta pertenencia deriva que en las comunidades cristianas – diócesis, parroquias, asociaciones, movimientos – las diferencias no pueden contradecir el hecho de que todos, por el Bautismo, tenemos la misma dignidad: todos, en Jesucristo, somos hijos de Dios. Y ésta es nuestra dignidad: en Jesucristo somos hijos de Dios. Aquellos que han recibido un ministerio de guía, de predicación, de administrar los Sacramentos, no deben considerarse propietarios de poderes especiales, sino ponerse al servicio de la comunidad, ayudándola a recorrer con alegría el camino de la santidad.

Hoy la Iglesia encomienda el testimonio de este estilo de vida pastoral a los nuevos Cardenales, con quienes celebré esta mañana la Santa Misa. Podemos saludar todos a los nuevos cardenales con un aplauso, ¡saludémoslos a todos!. El Consistorio de ayer y la Celebración Eucarística de hoy nos han ofrecido una ocasión preciosa para experimentar la catolicidad, la universalidad de la Iglesia, bien representada por la variada procedencia de los miembros del Colegio Cardenalicio, reunidos en estrecha comunión en torno al Sucesor de Pedro. 

Y que el Señor nos dé la gracia de trabajar por la unidad de la Iglesia, de construir esta unidad, porque la unidad es más, más importante que los conflictos. La unidad de la Iglesia está en Cristo. Los conflictos son problemas que no siempre son “de Cristo”.
 

¡Que los momentos litúrgicos y de fiesta, que hemos tenido la oportunidad de vivir en el curso de las últimas dos jornadas, refuercen en todos nosotros la fe, el amor por Cristo y por su Iglesia! También los invito a sostener a estos Pastores y a asistirlos con la oración, a fin de que guíen siempre con celo al pueblo que les ha sido encomendado, mostrando a todos la ternura y el amor del Señor. Pero, ¡cuánta necesidad de oración tiene un Obispo, un Cardenal, un Papa, para que pueda ayudar a seguir adelante al pueblo de Dios! Digo “ayudar”, es decir, servir al pueblo de Dios. Porque la vocación del Obispo, del Cardenal y del Papa es, justamente, ésta: ser servidor, servir en nombre de Cristo. Recen por nosotros para que todos seamos buenos servidores, buenos “servidores” no buenos “patrones”. Todos juntos, Obispos, presbíteros, personas consagradas y fieles laicos debemos ofrecer el testimonio de una Iglesia fiel a Cristo, animada por el deseo de servir a los hermanos y dispuesta a salir al encuentro con coraje profético de las expectativas y exigencias espirituales de los hombres y de las mujeres de nuestro tiempo. Que la Virgen nos acompañe y nos proteja en este camino.

domingo, 23 de febrero de 2014

Sal 102,1-2.3-4.8 y 10. 12-13. El Señor es compasivo y misericordioso.



Bendice, alma mía, al Señor, 
y todo mi ser a su santo nombre. 
Bendice, alma mía, al Señor, 
y no olvides sus beneficios.


Él perdona todas tus culpas 
y cura todas tus enfermedades; 
él rescata tu vida de la fosa 
y te colma de gracia y de ternura.


El Señor es compasivo y misericordioso, 
lento a la ira y rico en clemencia; 
no nos trata como merecen nuestros pecados 
ni nos paga según nuestras culpas.



Como dista el oriente del ocaso, 
así aleja de nosotros nuestros delitos. 
Como un padre siente ternura por sus hijos, 
siente el Señor ternura por sus fieles. 

Escuchemos a Jesús que camina delante de nosotros, en la Iglesia, orando por la paz en el mundo y los cristianos perseguidos, exhorta el Papa

Ante la presencia de Benedicto XVI, en la Basílica Vaticana, en esta fiesta de la Cátedra de San Pedro, el Papa Francisco presidió el primer Consistorio ordinario público de su pontificado, para la creación de 19 nuevos Cardenales, la imposición de la birreta, la entrega del anillo y la asignación del título o diaconía. En su intensa alocución el Papa Bergoglio destacó que también en este momento Jesús camina delante de nosotros y recordó la primera Misa con los purpurados después de su elección pontificia, con las palabras del Señor: caminar, construir, confesar. Sin olvidar la importancia de que Jesús no vino a enseñar una filosofía o ideología, sino un camino – el de la Cruz - , el Obispo de Roma hizo hincapié en la pasión, muerte y resurrección del Señor. Y alentando a dejarnos convocar por nuestro único Maestro, el Santo Padre indicó lo que la Iglesia necesita: colaboración, comunión, valentía para anunciar el Evangelio, testimonio y oración. Y rogando e invitando a rezar por la paz, en particular en este momento de dolor y de sufrimiento en tantos países del mundo, el Papa Francisco recordó a las comunidades eclesiales y a los cristianos que padecen discriminaciones y persecuciones. (CdM - RV)
 


Texto completo de la homilía del Santo Padre Francisco:

 

«Y Jesús iba delante de ellos...» (Mc 10, 32)
También en este momento Jesús camina delante de nosotros. Él siempre está delante de nosotros. Él nos precede y nos abre el camino... 

Y ésta es nuestra confianza y nuestra alegría: ser discípulos suyos, estar con él, caminar detrás de él, seguirlo...
Cuando con los cardenales hemos concelebrado juntos la primera Misa en la Capilla Sixtina, «caminar» ha sido la primera palabra que el Señor nos ha propuesto: caminar, y después construir y confesar.
 

Hoy vuelve esta palabra, pero como un acto, como una acción de Jesús que continúa: «Jesús caminaba...». Nos llama la atención esto en los evangelios: Jesús camina mucho e instruye a los suyos a lo largo del camino. Esto es importante. Jesús no ha venido a enseñar una filosofía, una ideología..., sino un «camino», una senda para recorrerla con él, y la senda se aprende haciéndola, caminando. Sí, queridos hermanos, esta es nuestra alegría: caminar con Jesús.
Y esto no es fácil, no es cómodo, porque la senda que Jesús elije es el camino de la cruz. 

Mientras van de camino, él habla a sus discípulos de lo que le sucederá en Jerusalén: anuncia su pasión, muerte y resurrección. Y ellos se quedan «sorprendidos» y «asustados». Sorprendidos, ciertamente, porque para ellos subir a Jerusalén significaba participar en el triunfo del Mesías, en su victoria, como se ve luego en la petición de Santiago y Juan; y asustados por lo que Jesús habría tenido que sufrir, y que también ellos corrían el riesgo de padecer.

A diferencia de los discípulos de entonces, nosotros sabemos que Jesús ha vencido, y no deberíamos tener miedo de la cruz, aún más, en la Cruz tenemos nuestra esperanza. No obstante, también nosotros somos humanos, pecadores, y estamos expuestos a la tentación de pensar según el modo de los hombres y no de Dios.
Y cuando se pien
sa de modo mundano, ¿cuál es la consecuencia? Dice el Evangelio: «Los otros diez se indignaron contra Santiago y Juan» (v. 41). Ellos se indignaron. Si prevalece la mentalidad del mundo, surgen las rivalidades, las envidias, los bandos...
 


Así pues, esta palabra que hoy nos dirige el Señor es muy saludable. Nos purifica interiormente, ilumina nuestra conciencia y nos ayuda a ponernos en plena sintonía con Jesús, y a hacerlo juntos, en el momento en que el Colegio de Cardenales se incrementa con el ingreso de nuevos miembros.
«Llamándolos Jesús a sí...» (Mc 10, 42). 

He aquí el otro gesto del Señor. Durante el camino, se da cuenta de que necesita hablar a los Doce, se detiene y los llama a sí. Hermanos, dejemos que el Señor Jesús nos llame a sí. Dejémonos convocar por él. Y escuchémosle con la alegría de acoger juntos su palabra, de dejarnos enseñar por ella y por el Espíritu Santo, para ser cada vez más un solo corazón y una sola alma alrededor de él.
Y mientras estamos así, convocados, «llamados a sí» por nuestro único Maestro, también yo les digo lo que la Iglesia necesita: tiene necesidad de ustedes, de su colaboración y, por encima de todo, de su comunión, conmigo y entre ustedes. 

La Iglesia necesita su valor para anunciar el Evangelio en toda ocasión, oportuna e inoportunamente, y para dar testimonio de la verdad. La Iglesia necesita sus oraciones, - ¡no lo olvidemos! - para el buen camino del rebaño de Cristo, la oración que, con el anuncio de la Palabra, es el primer deber del Obispo. La Iglesia necesita su compasión sobre todo en estos momentos de dolor y sufrimiento en tantos países del mundo. Expresemos juntos nuestra cercanía espiritual a las comunidades eclesiales y a todos los cristianos que sufren discriminación y persecución. ¡Debemos luchar contra toda discriminación! La Iglesia necesita que recemos por ellos, para que sean fuertes en la fe y sepan reaccionar con el bien ante el mal. Y esta oración nuestra se extiende a todos los hombres y mujeres que padecen injusticia a causa de sus convicciones religiosas.
La Iglesia también necesita de nosotros para que seamos hombres de paz y construyamos la paz con nuestras obras, nuestros deseos, nuestras oraciones: ¡hacer la paz! ¡Artesanos de la paz! por ello imploramos la paz y la reconciliación para los pueblos que en estos tiempos sufren la prueba de la violencia, de la exclusión y de la guerra.
Gracias, queridos hermanos. ¡Gracias! Caminemos juntos tras el Señor, y en medio del Pueblo fiel - del santo Pueblo fiel de Dios - dejémonos convocar cada vez más por él a la Santa Madre Iglesia. ¡Gracias!

Amar a los enemigos. Papa Francisco

También nosotros muchas veces nos volvemos enemigos de los demás: no les queremos. ¡Es Jesús quien nos dice que debemos amar a nuestros enemigos! ¡Y Esto no es fácil! ¡No es fácil!... A veces pensamos que Jesús nos pide demasiado". Y pensamos: "Dejemos esto para las monjas de clausura que son santas; dejemos esto para alguna alma santa, pero para la vida común esto no funciona. ¡Y esto tiene que funcionar! Jesús dice: "¡No, tenemos que hacer esto!, porque contrariamente somos como los publicanos, como los paganos. No somos cristianos". ¿Cómo podemos entonces amar a nuestros enemigos? Él nos dice dos cosas: miren al padre "que hace resplandecer el sol para los buenos y los malos" y que "hace llover para los justos e injustos". Porque Dios "ama a todos". Además Jesús nos invita "a ser prefectos como el Padre es perfecto". Y Jesús "perdona a sus enemigos".Vengarse no es cristiano, ¿cómo podemos entonces lograr a amar a nuestros enemigos? Rezando, porque cuando uno reza por quien te hace sufrir, es como si el Señor viene con el aceite y prepara nuestros corazones a la paz. (S.S. Francisco, 18 de junio de 2013, homilía en misa matutina en capilla de Santa Marta). 

sábado, 22 de febrero de 2014

Tú eres Pedro

Autor: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer
Celebramos hoy, con la Iglesia universal, la fiesta de la Cátedra de San Pedro. La palabra cátedra es de origen griego y significa sede. Es el sitio ocupado por un maestro autorizado para la enseñanza.Así, cuando se habla de una decisión "ex cátedra" del Papa,esegún la trata de una decisión en la que el Sumo Pontífice habla como maestro universal de la Iglesia.San Pedro, en el Evangelio de hoy, recibe una gran tarea: Jesús lo elige primer papa de la Iglesia. Y le explica su misión por medio de dos símbolos: la piedra y las llaves.

1. La piedra
Pedro es LA PIEDRA, sobre la cual se edificará la Iglesia, la comunidad del pueblo de Dios. La Iglesia es como una construcción, que se edifica a partir de los cimientos. Y el cimiento, una vez colocado, debe quedar ahí para que el edificio no se venga abajo.Pedro y sus sucesores, los Papas, son el fundamento visible de la construcción. Porque el fundamento invisible es el mismo Señor Jesucristo
Y ese doble cimiento es la garantía de la victoriosidad de la Iglesia a través de los siglos.

2. Las llaves
Las otra imagen con la cual Jesús le explica a Pedro su tarea, es la de LAS LLaAVES que   Simboliza la autoridad sobre la casa, la potestad de disponer, de dejar entrar y de echar de la casa. Así Pedro es nombrado mayordomo en el Reino de Dios. Sus decisiones realizadas en la tierra, quedan ratificadas en el cielo. Pedro, y con él sus sucesores, son intermediarios indispensables para el acceso normal al Reino de los Cielos. Cristo es la cabeza de la Iglesia, pero los Papas son sus vicarios, sus representantes visibles en la tierra.La primera lectura de hoy, I Pedro 5,1-4, nos habla de otro aspecto de la tarea de San Pedro: él es el pastor del rebaño de Dios. Y allí se nos insinúa un tercer símbolo:

3. El cayado
Se trata del CAYADO DEL PASTOR. El bastón que es guía y sostén del pastor durante sus interminables recorridos. Como bastón de mando o báculo del Papa es signo de poder y autoridad. Cristo, al volver al Padre, no pensó dejar al frente de los suyos un "líder" o un "director", sino un pastor, tal como él lo había sido. Por eso pasó a Pedro su cayado pastoral, para que lo lleve hasta su muerte y lo legue, a su vez, a sus sucesores. Y es así como nació el papado.Y no se le encargó a Pedro esta tarea en premio a su santidad, ni porque fuera mejor que los demás apóstoles. El papel de Pedro se debe únicamente a la voluntad amorosa de Cristo. Y lo mismo sus sucesores que continúan esa misión de pastoreo encomendada por Jesús. Ésta es la razón por la que las ovejas de hoy nos sentimos ligadas al Pedro actual.¡Qué así sea! En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.Amén.



«EL DESEO DEL CORAZÓN TIENDE HACIA DIOS». SAN AGUSTÍN

De los Tratados de san Agustín, obispo, sobre la primera carta de san Juan.



¿Qué es lo que se nos ha prometido? Seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. [...] Toda la vida del buen cristiano es un santo deseo. Lo que deseas no lo ves todavía, mas por tu deseo te haces capaz de ser saciado cuando llegue el momento de la visión. Supón que quieres llenar una bolsa, y que conoces la abundancia de lo que van a darte; entonces tenderás la bolsa, el saco, el odre o lo que sea; sabes cuán grande es lo que has de meter dentro y ves que la bolsa es estrecha, y por esto ensanchas la boca de la bolsa para aumentar su capacidad. Así Dios, difiriendo su promesa, ensancha el deseo; con el deseo, ensancha el alma y, ensanchándola, la hace capaz de sus dones.

Deseemos, pues, hermanos, ya que hemos de ser colmados. [...] Tal es nuestra vida: ejercitarnos en el deseo... Ya hemos dicho en otra parte que un recipiente, para ser llenado, tiene que estar vacío. Derrama, pues, de ti el mal, ya que has de ser llenado del bien.

Imagínate que Dios quiere llenarte de miel; si estás lleno de vinagre, ¿dónde pondrás la miel? Hay que vaciar primero el recipiente, hay que limpiarlo y lavarlo, aunque cueste fatiga, aunque haya que frotarlo, para que sea capaz de recibir algo.

Y así como decimos miel, podríamos decir oro o vino; lo que pretendemos es significar algo inefable: Dios. [...] Ensanchemos, pues, nuestro corazón, para que, cuando venga, nos llene, ya que seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

Una fe sin obras no es fe, el Papa el viernes en Santa Marta

-“Una fe que no da fruto en las obras no es fe”. Fue la afirmación con la que el Papa Francisco inició la homilía de la Misa presidida esta mañana en la Casa de Santa Marta. 

El mundo está lleno de cristianos que recitan demasiado las palabras del Credo y las practican poco. O de eruditos que encasillan la teología en una serie de posibilidades, sin que esa sabiduría tenga luego reflejos concretos en la vida. 

Es un riesgo que hace dos mil años Santiago había ya temido y que el Papa retomó hoy en su homilía, comentando el pasaje en el que el Apóstol habla de ello en su Epístola. “Su afirmación – observó – es clara: la fe sin fruto en la vida, una fe que no da fruto en las obras, no es fe”:
 

“También nosotros nos equivocamos muchas veces sobre esto: ‘Pero yo tengo tanta fe’, escuchamos decir. ‘Yo creo todo, todo…’. Y tal vez esta persona que lo dice tiene una vida tibia, débil. Su fe es como una teoría, pero no está viva en su vida. El Apóstol Santiago, cuando habla de fe, habla precisamente de la doctrina, de aquello que es el contenido de la fe. Ustedes pueden conocer todos los mandamientos, todas las profecías, todas las verdades de fe, pero si esto no se pone en práctica, no lleva a las obras, no sirve. 

Podemos recitar el Credo teóricamente, también sin fe, y hay tantas personas que lo hacen así. ¡También los demonios! Los demonios conocen muy bien aquello que se dice en el Credo y saben que es Verdad”.
Las palabras del Santo Padre resuenan en la aserción de Santiago: “¿Tú crees que hay un solo Dios? Haces bien; también los demonios lo creen y tiemblan”. La diferencia, agregó el Papa, es que los demonios “no tienen fe”, porque “tener fe no es tener un conocimiento”, sino “recibir el mensaje de Dios” traído por Cristo.
En el Evangelio – prosiguió el Pontífice – se encuentran dos signos reveladores de quien “sabe aquello que se debe creer, pero no tiene fe”

El primer signo es la “casuística”, representado por aquellos que preguntaban a Jesús si fuese lícito pagar los impuestos o cual de los siete hermanos del marido habría tenido que casarse con la viuda. El segundo signo es “la ideología”:
“Los cristianos que piensan en la fe como un sistema de ideas, ideológico: existían también en tiempos de Jesús. El Apóstol Juan dice de ellos que son el anticristo, los ideólogos de la fe, de cualquier tipo sean. 

En aquel tiempo existían los gnósticos, pero habrá tantos otros… Y así, estos que caen en la casuística o aquellos que caen en la ideología son cristianos que conocen la doctrina pero sin fe, como los demonios. Con la diferencia que unos tiemblan, los otros no: viven tranquilos”.

Al contrario, recordó Francisco, en el Evangelio hay también ejemplos de “personas que no conocen la doctrina pero que tienen mucha fe”. El Obispo de Roma citó el episodio de la Cananea, que con su fe consigue la sanación para su hija, víctima de una posesión, y la Samaritana que abre su corazón porque – dijo el Papa “encontró no verdades abstractas”, sino a “Jesucristo”. Y también el ciego sanado por Jesús y que por este motivo es interrogado por los fariseos y los doctores de la Ley hasta que se arrodilla con humildad y adora a quien lo ha sanado. Tres personas que demuestran cómo la fe y el testimonio sean indisolubles:
“La fe lleva siempre al testimonio. La fe es un encuentro con Jesucristo, con Dios, y de allí nace y te lleva al testimonio. Es esto lo que el Apóstol quiere decir: una fe sin obras, una fe que no te involucre, que no te lleve al testimonio, no es fe. Son palabras y nada más que palabras”. (RC-RV)


jueves, 20 de febrero de 2014

¡ AYÚDALES SEÑOR!

Buenos días Señor. Y serán buenos ya que tú vas a estar a mi lado.


Te siento siempre conmigo, pero a veces un poco lejano. Hoy sé que no es así, que esto me sucede porque no confío plenamente en ti, porque no me abandono a ti, porque intento resolver yo solo todos los problemas, sin darme cuenta de que tú eres mi mejor ayuda.

Hoy entro en el día lleno de ti, sabiendo que tú eres mi mejor apoyo en los problemas diarios. Voy con la confianza de que contigo a mi lado todo lo puedo. 

Lucharé como siempre, pero no solo, tú estarás a mi lado. Hoy seré plenamente consciente de que seremos dos.



Hoy quisiera pedirte por las personas que lo están pasando verdaderamente mal, tú sabes  quienes están más cercanos a mi, pero te suplico por todos, por los que conozco y por los que no conozco.

¡Ayúdales Señor!. Si tú quieres puedes salvarlos, pero si esa no es tú voluntad haz que sientan tú Amor, tu cariño, tu presencia a su lado. Que se sientan amados por ti, sobre todo en estos momento tan difíciles para ellos.

No me puedo despedir sin darte las gracias, gracias por todo lo que me has dado.
Pero sobre todo, gracias por amarme de la manera que me amas. Muchas gracias Señor.
H de Carmen