domingo, 27 de enero de 2013

DAR TESTIMONIO DE DIOS


Dice San Pablo: "Pero no aprecio en nada la vida [es verdad], con tal de completar mi carrera y el misterio que recibí del Señor Jesús: dar testimonio del mensaje de la gracia de Dios" (Hechos 20, 24).

Esto es lo que el Señor pone en mi corazón y lo que deseo hacer siempre y de todos modos, en cualquier situación de este mundo.

Por eso, al leer esta página de los Hechos, me siento profundamente conmovido y tocado, y os deseo a cada uno de vosotros que la sintáis como vuestra propia autobiografía, que releáis vuestra vida desde ella y podáis acercaros a las afirmaciones de Pablo, demasiado elevadas para mí. 

Ninguno de nosotros está exento de culpa en lo relativo a quienes se pierden. Pero sabemos que la misericordia del Señor es grande y debemos, por tanto, tratar de ayudar con todas las fuerzas a los que se pierden.

Nuestra Iglesia es hoy un poco temerosa a la hora de ayudar a quien se aleja. Es precisa en los establecimiento de los límites, pero no es tan valerosa para extender la mano a quien está fuera de los límites.

En cambio, debemos dedicarnos a anunciar el reino de Dios y el  mensaje de la gracia de Dios, es decir, de su misericordia a todos los que vuelven  a Él.
El corazón de Dios es inmenso y "aunque la conciencia nos acuse, Dios es más grande que nuestra conciencia y lo sabe todo" (I Juan 3-20).

Somos verdaderamente misericordiosos si aprendemos a sufrir con quien sufre, a gozar con quien goza, a practicar siempre y en las circunstancias más desfavorables la ética del no hacer daño, la ética del no hacer sufrir a nadie por causa de nuestro juicio.

Preguntémonos: ¿llevo a quienes están a mi alrededor el mensaje de la misericordia de Dios?  ¿Es amado Jesús también por mi causa, o bien hay algunas personas que se alejan, que no comprenden porque no consiguen percibir el rostro de Cristo misericordioso?

Ciertamente, también Jesús fue fuerte y decidido, pero prevaleció siempre en Él la misericordia y la acogida. Oremos, pues, para que nuestra Iglesia crezca en el conocimiento de los grandes dones de misericordia que se le conceden.

"Las alas de la libertad" de Carlo María Martini

LA IGLESIA CATÓLICA

La Iglesia tiene su origen y realización en el destino eterno de Dios.

Fue preparada en la Antigua Alianza con la elección de Israel, signo de la reunión futura de todas las naciones. 

Fundada por las palabras y las acciones de Jesucristo, fue realizada, sobre todo, mediante su muerte redentora y su Resurrección. 

Más tarde, se manifestó como misterio de salvación mediante la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés. 

Al final de los tiempos, alcanzará su consumación como asamblea celestial de todos los redimidos. 
( Compendio 149 )

Isabel

sábado, 26 de enero de 2013

El Credo Niceno-Constantinopolitano

Creer en Dios siguiendo las huellas de Abraham



“Cuando afirmamos : "Creo en Dios", decimos, como Abraham: "Me fío de ti, confío en ti, Señor" 

Decir "Creo en Dios" significa fundar en El mi vida, dejar que su palabra la oriente cada día en las opciones concretas, sin temor de perder algo de mí mismo.  

Abraham, el creyente, nos enseña la fe, y, como extranjero en una tierra que no es la suya, nos muestra la verdadera patria. La fe nos hace peregrinos en la tierra, insertados en el mundo y en la historia, pero en camino hacia la patria celestial. Por lo tanto, creer en Dios nos hace portadores de valores que a menudo no coinciden con la moda y las opiniones del momento.En muchas sociedades, Dios se ha convertido en el "gran ausente" y en su lugar hay muchos ídolos, en primer lugar el deseo de poseer y el “yo" autónomo. E incluso los progresos, notables y positivos de la ciencia y la tecnología han dado a los seres humanos una ilusión de omnipotencia y autosuficiencia, y un creciente egocentrismo ha creado muchos desequilibrios en las relaciones entre las personas y en el comportamiento social”. 

“Y, sin embargo,  la sed de Dios no se ha extinguido y el mensaje del Evangelio sigue resonando a través de las palabras y las obras de muchos hombres y mujeres de fe. Abraham, el padre de los creyentes, sigue siendo el padre de muchos hijos que están dispuestos a seguir sus pasos y se ponen en camino obedeciendo a la llamada divina, confiando en la presencia benevolente del Señor y acogiendo su bendición para transformarse en bendición para todos. Es el mundo bendecido por la fe, al que todos estamos llamados, para caminar sin miedo siguiendo al Señor Jesucristo”. 

Decir "Creo en Dios" nos conduce, entonces, “a partir, a salir continuamente de nosotros mismos al igual que Abraham, para llevar a la realidad cotidiana en que vivimos la certeza que viene de la fe: es decir, la certeza de la presencia de Dios en la historia, también hoy, una presencia que da vida y salvación”. 

Benedicto XVI, 23 de enero de 2013

martes, 22 de enero de 2013

EL PECADO ORIGINAL


Para nuestros contemporáneos existen pecados populares e impopulares. Es popular por ejemplo la intemperancia en el placer. El glotón es un «gourmet», el borracho un «alegre beberrón», y cuando un hombre se oye llamar un Don Juan, se siente más halagado que insultado.

Pero el pecado original es claramente impopular. Tanto, que mucha gente lo resuelve de manera tajante negando su existencia, generalmente basándose en que es contrario a la justicia divina. Que Dios no nos castigaría por algo que en algún nebuloso tiempo remoto hicieron nuestros primeros padres. ¿Y se pretende afirmar que los bebés están tarados con el pecado original? ¿Bebés inocentes, puros, que acaban de nacer? ¡Imposible!

Es ésta una confusión de pensamiento increíble, que como siempre, se produce porque las buenas gentes no tienen ni idea de lo que están hablando. Tuvieron su poquito de clase de religión en el colegio y desde entonces no han aprendido nada o muy poco.

Dios creó a nuestros primeros padres perfectos. Por su rebelión perdieron esa perfección. Pero los padres imperfectos no pudieron engendrar más que hijos imperfectos. Y como este estado de imperfección es consecuencia de la rebelión de nuestros primeros padres, por eso hablamos de pecado original. El pecado original no es, pues, una culpa personal. Es «la falta de la Gracia sobrenatural», y ésta es un don gratuito de Dios. Dios no está obligado a concedérnoslo.

Nuestra culpa es impersonal, es «colectiva», algo así como si una familia sufre las consecuencias de que el padre haya disipado una fortuna en el juego, o una nación entera padece las secuelas de una guerra, porque un clan o un partido se ha metido en ella y la ha perdido. Y no creo que haya nadie capaz de disentir de que somos imperfectos. El bebé recién nacido, inocente y puro, es un saquito de egoísmo recién nacido inocente y puro. Es invidioso, celoso y tiene ataques de ira.

«Pero no sabe otra cosa», dice la madre indignada. Eso, precisamente. No sabe otra cosa. No es perfecto.

«Eso es humano», dice el papá. Eso. Precisamente. Ninguno de nosotros es perfecto. Dios quiere que volvamos a hacernos perfectos.

Con el sacramento del bautismo nos devuelven el don de Dios de la Gracia sobrenatural, perdida por nuestros primeros padres.

Pero nuestra naturaleza requiere la transformación constante por medio de la Gracia, un entrenamiento permanente y una vigilancia incesante. Estamos todos «torcidos» y el proceso de enderezamiento es largo y doloroso. ¡Este proceso se llama... vida!

El hombre que afirma: «Para mí no existe el pecado original», afirma en otras palabras: «Yo soy perfecto por naturaleza». Y esto es -por expresarlo con delicadeza- una afirmación un tanto atrevida.
Autor: Louis de Wohl | Fuente: Conoze.com

La fe de un cristiano


“Un cristiano no puede vivir sin una vida de fe viva, sobrenatural... en todo lo que emprende. 

En todos los momentos del día cree que Dios está con él, le ve... que le oye dirigiendo todas sus obras... que le toca... que Él le calienta, le sostiene, le fortalece, le conforta; y cree firmemente que con Él lo puede todo, sin Él nada... 

Para el cristiano que camina en las alas de la fe no hay dificultades; todo lo vence, todo lo allana, “todo lo puede en aquel que le conforta”. 

Ve realizarse mas milagros que si viese trasladarse las montañas: ve levantarse edificios espirituales de centenares y miles de almas muertas por el pecado y resucitadas por la vida de la gracia; ve levantarse edificios materiales sin elementos humanos; ve realizarse lo que parecían ensueños de oro; ve una mano omnipotente que, a la vez que le bendice, le conduce por los caminos de la vida que el dedo divino le trazara... 

Se ve lleno de Dios, rodeado de Dios, siendo un pedazo de Dios colgado siempre de la voluntad de Dios para ejecutarla, y este Dios, tres veces Santo, une su voluntad divina a la de la pobre y débil criatura.”

Beata María Dolores Rodríguez Ortega Sopeña
Fuente: Tengo sed de Ti.

domingo, 20 de enero de 2013

EL CREDO BÍBLICO

CREO EN DIOS. "Nuestro Dios es el único Señor" (Deuteronomio 6,4).

PADRE TODO PODEROSO. "Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios" (Lucas 18,27).

CREADOR DEL CIELO Y DE LA TIERRA. "En el comienzo de todo, Dios creó el cielo y la tierra" (Génesis 1,1).

CREO EN JESUCRISTO. "El es el resplandor glorioso de Dios, la imagen misma de lo que Dios es" (Hebreos 1,3).

SU ÚNICO HIJO. "Pues Dios amo tanto al mundo, que dio a su Hijo Único, para que todo aquel que crea en él no muera, sino que tenga vida eterna" (Juan 3,16).

NUESTRO SEÑOR. "Dios lo ha hecho Señor y Mesías" (Hechos 2,36).

QUE FUE CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA DEL ESPÍRITU SANTO. "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Dios altísimo descansará sobre ti como una nube. Por eso, el niño que va a nacer será llamado Santo e Hijo de Dios" (Lucas 1,35).

NACIÓ DE SANTA MARÍA VIRGEN. "Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta: la Virgen quedará encinta y tendrá un hijo, al que pondrá por nombre Emmanuel (que significa "Dios con nosotros")" (Mateo 1,22-23).

PADECIÓ BAJO EL PODER DE PONCIO PILATO. "Pilato tomó entonces a Jesús y mandó azotarlo. Los soldados trenzaron una corona de espinas, la pusieron en la cabeza de Jesús, y lo vistieron con una capa de color rojo oscuro" (Juan 19,1-2).

FUE CRUCIFICADO. "Jesús salió llevando su cruz, para ir al llamado lugar de la Calavera (o que en hebreo se llama Gólgota). Allí lo Crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado. Pilato mandó poner sobre la cruz un letrero, que decía: Jesús de Nazaret, Rey de los judíos" (Juan 19,17-19).

MUERTO Y SEPULTADO. "Jesús gritó con fuerza y dijo: -¡Padre en tus manos encomiendo mi espíritu! Y al decir esto, murió (Lucas 23,46). Después de bajarlo de la cruz, lo envolvieron en una sábana de lino y lo pusieron en un sepulcro abierto en una peña, donde todavía no habían sepultado a nadie (Lucas 23,53).

DESCENDIÓ A LOS INFIERNOS. "Como hombre, murió; pero como ser espiritual que era, volvió a la vida. Y como ser espiritual, fue y predicó a los espíritus que estaban presos" (1Pedro 3,18-19).

AL TERCER DÍA RESUCITO DE ENTRE LOS MUERTOS, "Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las Escrituras, que lo sepultaron y que resucitó al tercer día" (1Corintios 15, 3-4).

SUBIÓ A LOS CIELOS, Y ESTA SENTADO A LA DERECHA DE DIOS, PADRE TODO PODEROSO. "El Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios" (Marcos 16,19).


DESDE ALLÍ HA DE VENIR A JUZGAR A VIVOS Y MUERTOS. "El nos envió a anunciarle al pueblo que Dios lo ha puesto como juez de los vivos y de los muertos" (Hechos 10,42).

CREO EN EL ESPÍRITU SANTO. "Porque Dios ha llenado con su amor nuestro corazón por medio del Espíritu Santo que nos ha dado" (Romanos 5,5).

LA SANTA IGLESIA CATÓLICA. "Y yo te digo que tu eres Pedro, y sobre esta piedra voy a construir mi iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mateo 16,18).

LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS. "Después de esto, miré y vi una gran multitud de todas las naciones, razas, lenguas y pueblos. Estaban en pie delante del trono y delante del Cordero, y eran tantos que nadie podía contarlos" (Apocalipsis 7,9).

EL PERDÓN DE LOS PECADOS. "A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedarán perdonados" (Juan 20,23).

LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE. "Cristo dará nueva vida a sus cuerpos mortales" (Romanos 8,11).

Y LA VIDA ETERNA. "Allí no habrá noche, y los que allí vivan no necesitarán luz de lámpara ni luz del sol, porque Dios el Señor les dará su luz, y ellos reinarán por todos los siglos" (Apocalipsis 22,5).

AMEN. "Así sea. ¡Ven, Señor Jesús!" (Apocalipsis 22,20).
Fuente: Catholic.net

sábado, 19 de enero de 2013

SAN MATEO, POR BENEDICTO XVI

Mateo está siempre presente en las listas de los Doce elegidos por Jesús (cf. Mt 10, 3; Mc 3, 18; Lc 6, 15; Hch 1, 13). En hebreo, su nombre significa "don de Dios". El primer Evangelio canónico, que lleva su nombre, nos lo presenta en la lista de los Doce con un apelativo muy preciso: "el publicano" (Mt 10, 3). De este modo se identifica con el hombre sentado en el despacho de impuestos, a quien Jesús llama a su seguimiento: "Cuando se iba de allí, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo: "Sígueme". Él se levantó y le siguió" (Mt 9, 9). También san Marcos (cf. Mc 2, 13-17) y san Lucas (cf. Lc 5, 27-30) narran la llamada del hombre sentado en el despacho de impuestos, pero lo llaman "Leví". Para imaginar la escena descrita en Mt 9, 9 basta recordar el magnífico lienzo de Caravaggio, que se conserva aquí, en Roma, en la iglesia de San Luis de los Franceses.


Los Evangelios nos brindan otro detalle biográfico: en el pasaje que precede a la narración de la llamada se refiere un milagro realizado por Jesús en Cafarnaúm (cf. Mt 9, 1-8; Mc 2, 1-12), y se alude a la cercanía del Mar de Galilea, es decir, el Lago de Tiberíades (cf. Mc 2, 13-14). De ahí se puede deducir que Mateo desempeñaba la función de recaudador en Cafarnaúm, situada precisamente "junto al mar" (Mt 4, 13), donde Jesús era huésped fijo en la casa de Pedro.
Basándonos en estas sencillas constataciones que encontramos en el Evangelio, podemos hacer un par de reflexiones. La primera es que Jesús acoge en el grupo de sus íntimos a un hombre que, según la concepción de Israel en aquel tiempo, era considerado un pecador público. En efecto, Mateo no sólo manejaba dinero considerado impuro por provenir de gente ajena al pueblo de Dios, sino que además colaboraba con una autoridad extranjera, odiosamente ávida, cuyos tributos podían ser establecidos arbitrariamente. Por estos motivos, todos los Evangelios hablan en más de una ocasión de "publicanos y pecadores" (Mt 9, 10; Lc 15, 1), de "publicanos y prostitutas" (Mt 21, 31). Además, ven en los publicanos un ejemplo de avaricia (cf. Mt 5, 46: sólo aman a los que les aman) y mencionan a uno de ellos, Zaqueo, como "jefe de publicanos, y rico" (Lc 19, 2), mientras que la opinión popular los tenía por "hombres ladrones, injustos, adúlteros" (Lc 18, 11). 

Ante estas referencias, salta a la vista un dato: Jesús no excluye a nadie de su amistad. Es más, precisamente mientras se encuentra sentado a la mesa en la casa de Mateo-Leví, respondiendo a los que se escandalizaban porque frecuentaba compañías poco recomendables, pronuncia la importante declaración: "No necesitan médico los sanos sino los enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores" (Mc 2, 17). 

La buena nueva del Evangelio consiste precisamente en que Dios ofrece su gracia al pecador. En otro pasaje, con la famosa parábola del fariseo y el publicano que subieron al templo a orar, Jesús llega a poner a un publicano anónimo como ejemplo de humilde confianza en la misericordia divina: mientras el fariseo hacía alarde de su perfección moral, "el publicano (...) no se atrevía ni a elevar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!"". Y Jesús comenta: "Os digo que este bajó a su casa justificado y aquel no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado" (Lc 18, 13-14). Por tanto, con la figura de Mateo, los Evangelios nos presentan una auténtica paradoja: quien se encuentra aparentemente más lejos de la santidad puede convertirse incluso en un modelo de acogida de la misericordia de Dios, permitiéndole mostrar sus maravillosos efectos en su existencia.


A este respecto, san Juan Crisóstomo hace un comentario significativo: observa que sólo en la narración de algunas llamadas se menciona el trabajo que estaban realizando esas personas. Pedro, Andrés, Santiago y Juan fueron llamados mientras estaban pescando; y Mateo precisamente mientras recaudaba impuestos. Se trata de oficios de poca importancia —comenta el Crisóstomo—, "pues no hay nada más detestable que el recaudador y nada más común que la pesca" (In Matth. Hom.: PL 57, 363). Así pues, la llamada de Jesús llega también a personas de bajo nivel social, mientras realizan su trabajo ordinario. 

Hay otra reflexión que surge de la narración evangélica: Mateo responde inmediatamente a la llamada de Jesús: "Él se levantó y lo siguió". La concisión de la frase subraya claramente la prontitud de Mateo en la respuesta a la llamada. Esto implicaba para él abandonarlo todo, en especial una fuente de ingresos segura, aunque a menudo injusta y deshonrosa. Evidentemente Mateo comprendió que la familiaridad con Jesús no le permitía seguir realizando actividades desaprobadas por Dios. 

Se puede intuir fácilmente su aplicación también al presente: tampoco hoy se puede admitir el apego a lo que es incompatible con el seguimiento de Jesús, como son las riquezas deshonestas. En cierta ocasión dijo tajantemente: "Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme" (Mt 19, 21). Esto es precisamente lo que hizo Mateo: se levantó y lo siguió. En este "levantarse" se puede ver el desapego de una situación de pecado y, al mismo tiempo, la adhesión consciente a una existencia nueva, recta, en comunión con Jesús. 

Recordemos, por último, que la tradición de la Iglesia antigua concuerda en atribuir a san Mateo la paternidad del primer Evangelio. Esto sucedió ya a partir de Papías, obispo de Gerápolis, en Frigia, alrededor del año 130. Escribe Papías: "Mateo recogió las palabras (del Señor) en hebreo, y cada quien las interpretó como pudo" (en Eusebio de Cesarea, Hist. eccl. III, 39, 16). El historiador Eusebio añade este dato: "Mateo, que antes había predicado a los judíos, cuando decidió ir también a otros pueblos, escribió en su lengua materna el Evangelio que anunciaba; de este modo trató de sustituir con un texto escrito lo que perdían con su partida aquellos de los que se separaba" (ib., III, 24, 6). 

Ya no tenemos el Evangelio escrito por san Mateo en hebreo o arameo, pero en el Evangelio griego que nos ha llegado seguimos escuchando todavía, en cierto sentido, la voz persuasiva del publicano Mateo que, al convertirse en Apóstol, sigue anunciándonos la misericordia salvadora de Dios. Escuchemos este mensaje de san Mateo, meditémoslo siempre de nuevo, para aprender también nosotros a levantarnos y a seguir a Jesús con decisión. 

Conversión a Dios


Éxodo 3,1-15: Yo Soy me envía a vosotros. 

Sal 102: El Señor es compasivo y misericordioso. 

1 Corintios 10,1-6.10-12: La vida del pueblo en el desierto fue escrita para escarmiento nuestro. 

Lucas 13, 1-9 :Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.

“Convertíos a Mí de todo corazón” Es un confrontarse con el mismo Dios, tal como nos lo mostraban estas lecturas. 

Yo Soy (Yahvé):

Dios es indefinible, el hombre no puede usar su santo nombre en vano; ante Él hay que descalzarse las sandalias. ¿Quién es Dios para mí? ¿Cómo me pongo delante de Él ¿Le adoro y amo sobre todas las cosas?

Zarza que no se extingue:

Se trata del fuego que es Dios mismo, en su misteriosa proximidad al hombre; un fuego, que debe llamear en el corazón de la historia y de cada ser humano, para purificarlo. ¿? ¿Arde mi corazón ante su presencia y la escucha de su Palabra? 

El Dios Libertador:

Él ve la opresión de su pueblo, y oye su lamento; no es indiferente a su esclavitud, viene a liberarlo y a darle la Tierra prometida. ¿Experimento que Dios está atento a mis problemas? ¿Le presento en la oración mis sufrimientos y los de los hombres? 

Un Dios “Celoso”:

Dios desea ardientemente la conversión del pecador, y sabe esperar antes de intervenir con su justicia. Como buen Labrador exige a su viña que dé higos, si no, la cortará. Porque, çomo nos dice el evangelio, “si no os convertís, pereceréis!” ¿Siento a Dios “celoso” de mi amor? ¿La exigencia de Dios me hace crecer o me frena y aleja de El? ¿La fe me libera o me oprime? 

Un Dios Pedagogo:

Es un Dios providente, que nos pone ante los ojos la historia de Israel para que estemos atentos y nos mantengamos en pie. Esa historia es para todos nosotros invitación fuerte a la conversión: “Todo esto se escribió para escarmiento vuestro.” ¿Veo en mi vida concreta a Dios? ¿Miro mis experiencias pasadas como historia de salvación? ¿Cómo me enseña Dios a través de la vida? 

Un Dios Paciente:

Dios sabe que convertirse de verdad no es fácil, ni cosa de horas o días. Porque conoce el interior del hombre, Dios sabe esperar, no tiene prisas, cuando ve una disposición sincera para la conversión; “Déjala todavía un año, a ver si da fruto.” ¿Cómo experimento la paciencia de Dios conmigo? ¿Me ayuda a aceptarme? 

Dios Compasivo y Misericordioso:

El Dios que nos trae Jesús, sobre todo, es Padre. “El perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades”; “rescata tu vida de la fosa, te colma de gracia y de ternura”. “Hace justicia y defiende a los oprimidos”; “enseña sus caminos”. Es “lento a la cólera y rico en clemencia”. Por eso “bendice, alma mía al Señor, y todo mi ser a su santo nombre.” ¿Me conmueve su ternura y su clemencia? ¿Es de ver dad para mí compasivo y misericordioso? ¿Tengo presentes sus beneficios? 

Bendice, alma mía, al Señor, / y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor, / y no olvides sus beneficios. 

Él perdona todas tus culpas / y cura todas tus enfermedades;
Él rescata tu vida de la fosa / y te colma de gracia y de ternura. 

El Señor hace justicia / y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés / y sus hazañas a los hijos de Israel 

El Señor es compasivo y misericordioso, / lento a la ira y rico en clemencia;
como se levanta el cielo sobre la tierra, / se levanta su bondad sobre sus fieles.

miércoles, 16 de enero de 2013

ORAR

Para vivir el presente debemos creer profundamente que lo más importante es el aquí y  el ahora. Continuamente estamos distraídos por cosas que han ocurrido en el pasado o que han de ocurrir en el futuro. No es fácil permanecer en el presente. Nuestra mente es difícil de dominar y sigue siempre sacándonos del momento presente.

La oración es la disciplina del momento. Cuando oramos entramos en la presencia de Dios, cuyo nombre es Dios con nosotros. Orar es escuchar atentamente a quien se dirige a nosotros aquí y ahora.

Cuando tenemos la valentía de confiar en que no estamos nunca solos, sino que Dios está siempre con nosotros, se ocupa siempre de nosotros y continuamente nos está hablando, entonces podemos ir desprendiéndonos gradualmente de las voces que nos hacen sentirnos preocupados y ansiosos, impidiendo que nos instalemos en el momento presente.

Se trata de un verdadero desafío, porque la confianza radical en Dios no es algo evidente.La mayor parte de nosotros desconfiamos de Dios. La mayor parte de nosotros piensa en Dios como una autoridad temible, que castiga, o bien como algo vacío y sin poder. El mensaje fundamental de Jesús  fue que Dios no es ni un débil impotente ni un poderoso patrón, sino un amante, cuyo único deseo es darnos lo que más desea nuestro corazón. 

Orar es escuchar esta voz amorosa. Cuando dejamos de rezar, cuando dejamos de oír esa voz amorosa que nos habla en cada momento, nuestras vidas se convierten en vidas absurdas en las que somos arrastrados y zarandeados por el presente y por el futuro.

No estamos solos, y el que está con nosotros sólo quiere una cosa: DARNOS AMOR.

Del libro "Aquí y ahora" de Henri J.M. Nouwen

martes, 15 de enero de 2013

Bautismo de Cristo

 En sus palabras previas al rezo del Ángelus, en la Plaza de San Padre, el Papa Benedicto XV aseguró que los cristianos, a semejanza de Jesús debemos ofrecer la propia vida por la verdad y la justicia ante el mal del mundo.

El Santo Padre indicó que “Jesús es el hombre nuevo que quiere vivir como hijo de Dios, es decir, en el amor; el hombre que ante el mal del mundo, elige el camino de la humildad y de la responsabilidad, elige no de salvarse a sí mismo sino de ofrecer la propia vida por la verdad y la justicia”.

“Ser cristianos significa vivir así”, señaló el Papa, sin embargo reconoció que “este tipo de vida comporta renacer: renacer desde lo alto, desde Dios, desde la Gracia”.

Benedicto XVI subrayó que “este renacer es el Bautismo, que Cristo ha donado a la Iglesia para regenerar a los hombres en la vida nueva”.

El Papa recordó que este domingo concluye el tiempo litúrgico de Navidad, “tiempo de luz, la luz de Cristo que, como nuevo sol aparecido en el horizonte de la humanidad, disipa las tinieblas del mal y de la ignorancia”.

“Celebramos hoy la fiesta del Bautismo de Jesús: aquel Niño, hijo de la Virgen, que contemplamos en el misterio de su nacimiento, lo vemos hoy adulto sumergirse en las aguas del río Jordán, y santificar así todas las aguas y el cosmos entero –como indica la tradición oriental”.

El Papa también cuestionó “¿por qué Jesús, en quien no había sombra de pecado, fue para hacerse bautizar por Juan? ¿Por qué quiso realizar este gesto de penitencia y conversión, junto con tantas personas que de este modo querían prepararse para la venida del mesías?”.

“El sentido de este movimiento de abajamiento divino se resume en una única palabra: amor, que es el nombre mismo de Dios”.

El Santo Padre indicó que el evangelista Lucas relata que “Jesús, habiendo recibido el bautismo, ‘mientras estaba orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección’”.

El Papa afirmó que “este Jesús es el Hijo de Dios que está totalmente inmerso en la voluntad de amor del Padre. Este Jesús es Aquel que morirá en la cruz y resurgirá por la potencia del mismo Espíritu que ahora se posa sobre Él y lo consagra”.

“Según la tradición, esta mañana tuve la alegría de bautizar a un numeroso grupo de niños que nacieron en los últimos tres o cuatro meses. En este momento quiero extender mi oración y mi bendición a todos los recién nacidos; pero en especial invitar a todos a recordar nuestro Bautismo, hacer memoria de aquel renacer espiritual que nos abrió el camino de la vida eterna”.

“Que pueda cada cristiano, en este Año de la fe, redescubrir la belleza de haber renacido desde lo alto, desde el amor de Dios, y vivir como su verdadero hijo”, concluyó.

 Benedicto XVI, Vaticano, Bautismo

sábado, 12 de enero de 2013

Nacer de la Virgen María


Una persona realmente cristiana no puede ni debe vivir más que de la vida de Nuestro Señor Jesucristo.

Esta vida divina debe ser el principio de todos sus pensamientos, de todas sus palabras y de todas sus acciones.

Jesucristo fue concebido en el seno de María por obra del Espíritu Santo. Jesucristo nació del seno virginal de María. Concebido por obra del Espíritu Santo, nacido de María Virgen.
El bautismo y la fe hacen que empiece en nosotros la vida de Jesucristo. Por eso, somos como concebidos por obra del Espíritu Santo. Pero debemos, como el Salvador, nacer de la Virgen María.

Jesucristo quiso formarse a nuestra semejanza en el seno virginal de María. También nosotros debemos formarnos a semejanza de Jesucristo en el seno de María, conformar nuestra conducta con su conducta, nuestras inclinaciones con sus inclinaciones, nuestra vida con su vida.

María, con un amor inimaginable, nos lleva siempre en sus castas entrañas como hijos pequeños, hasta tanto que, habiendo formado en nosotros los primeros rasgos de su hijo, nos dé a luz como a Él. María nos repite incesantemente estas hermosas palabras de san Pablo: Hijitos míos, por quienes de nuevo sufro dolores de parto hasta que Cristo se forme en vosotros (Gál 4,19). Hijitos míos, que yo quisiera dar a luz cuando Jesucristo se haya formado perfectamente en vosotros.
Ágora Marianista

martes, 8 de enero de 2013

EPIFANÍA DEL SEÑOR


VATICANO, 06 Ene. 13 / 11:37 am (ACI/EWTN Noticias).- En sus palabras previas al rezo del Ángelus, con ocasión de la Solemnidad de la Epifanía del Señor, el Papa Benedicto XVI señaló que “en las figuras de los Magos, que llegan a Belén siguiendo la luz de una estrella y las indicaciones de las Sagradas Escrituras” se conoce que la Iglesia es “desde el inicio universal”.

El Santo Padre indicó que “la Virgen María, junto a su esposo, representan el ‘tronco’ de Israel, el ‘resto’ preanunciado por los profetas, del que debía germinar el Mesías. En cambio los Magos representan los pueblos, y también podemos decir las civilizaciones, las culturas, y las religiones que están, por decirlo de alguna manera, en camino hacia Dios, en busca de su reino de paz, de justicia, de verdad y de libertad”.

“En un primer momento hay un núcleo, personificado por María, la ‘hija de Sión’: un núcleo de Israel, el pueblo que conoce y que tiene fe en aquel Dios que se ha revelado a los Patriarcas y en el camino de la historia”.

El Papa subrayó que “esta fe alcanza su cumplimiento en María, en la plenitud de los tiempos; en ella, ‘bienaventurada porque ha creído’, el Verbo se ha hecho carne, Dios ha ‘aparecido’ en el mundo”.

“La fe de María se convierte en la primicia y el modelo de la fe de la Iglesia, Pueblo de la Nueva Alianza”.

Benedicto XVI recordó también que mientras hoy celebramos la Epifanía del Señor, “numerosas Iglesias Orientales, según el calendario Juliano, festejan la Navidad”.

“Esta ligera diferencia, que hace que se superpongan los dos momentos, hace resaltar que aquel Niño, nacido en la humildad de la gruta de Belén, es la luz del mundo, que orienta el camino de todos los pueblos”.

“Es un binomio que también hace reflexionar desde el punto de vista de la fe: por una parte, en Navidad, ante Jesús, vemos la fe de María, de José y de los pastores; y hoy, en la Epifanía, vemos la fe de los Magos, venidos de Oriente para adorar al rey de los Judíos”.

El Papa señaló que “la fe de María se puede poner junto a la de Abraham: es el nuevo inicio de la misma promesa, del mismo inmutable designio de Dios, que encuentra ahora su pleno cumplimiento en Jesucristo”.

“Y la luz de Cristo es tan límpida y fuerte que hace inteligible tanto el lenguaje del cosmos, cuanto el de las Escrituras, de modo que todos aquellos que, como los Magos, están abiertos a la verdad, pueden reconocerla y llegar a contemplar al Salvador del mundo”.

El Santo Padre indicó que “también en esta perspectiva podemos ver las Ordenaciones episcopales que he tenido la alegría de conferir esta mañana en la Basílica de San Pedro: dos de los nuevos Obispos permanecerán al servicio de la Santa Sede, y los otros dos partirán para ser Representantes Pontificios en dos naciones”.

“Oremos por cada uno de ellos, por su ministerio, y para que la luz de Cristo resplandezca en el mundo entero”, concluyó.

domingo, 6 de enero de 2013

Querido Jesús, yo también te quiero regalar


«Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra» (Mateo 2, 11).
Mi buen Jesús... hoy, día que celebramos Tu epifanía a todos los hombres... y día en que te visitaron los «magos de Oriente» para llevarte sus dones... yo también me acerco a Ti para entregarte lo poco que tengo...

En este día, te entrego el «oro» de lo poco que poseo, con la conciencia de que lo tengo porque Tú me lo has dado... te entrego mis pensamientos y mis acciones... mi trabajo, mi esfuerzo y mi cansancio... en fin, te entrego mi vida para que Tú la dirijas como y hacia donde Tú quieras hacerlo...
...
Te entrego el «incienso» de mis oraciones... las dichas con fervor... y aquellas que, por la prisa, en ocasiones he repetido sin poner todo mi corazón en ellas... las dichas ante el Sagrario y las dichas en el automóvil, mientras conduzco... te entrego mis horas ante Ti en el Santísimo... y las Eucaristías a las que he asistido a encontrarme contigo... te entrego cada Rosario... cada Novena... y cada oración que te he ofrecido... para que Tú, mi Señor, las multipliques y las hagas dar fruto...

Te entrego, también, la «mirra» de mis dificultades y problemas... de mis angustias y pesares... te entrego mis momentos de ansiedad, cuando buscaba con urgencia Tu Paz... te ofrezco mis miserias... mis momentos de dudas... mis miedos y temores... te entrego las tormentas que he encontrado y de las que Tú me has permitido salir... te entrego cada cruz... cada sufrimiento... cada tribulación... para que Tú, Dios mío, las guardes en Tú Sacratísimo Corazón...

Por último, mi amado Jesús... te pido que bendigas a cada uno de los amigos que nos visitan en este pequeño rinconcito que tenemos aquí... derrama sobre ellos y sus familias Tus Gracias... llénalos de Tu Amor... y concédeles Tu Paz... para que vivan, hoy y siempre, unidos a Ti...

~*~*~*~

¡Muchas felicidades y que Dios me los bendiga mucho en este día de los Reyes Magos!!!
De "Tengo sed de Ti"

«Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra» (Mateo 2, 11).

Mi buen Jesús... hoy, día que celebramos Tu epifanía a todos los hombres... y día en que te visitaron los «magos de Oriente» para llevarte sus dones... yo también me acerco a Ti para entregarte lo poco que tengo...

En este día, te entrego el «oro» de lo poco que poseo, con la conciencia de que lo tengo porque Tú me lo has dado... te entrego mis pensamientos y mis acciones... mi trabajo, mi esfuerzo y mi cansancio... en fin, te entrego mi vida para que Tú la dirijas como y hacia donde Tú quieras hacerlo...

Te entrego el «incienso» de mis oraciones... las dichas con fervor... y aquellas que, por la prisa, en ocasiones he repetido sin poner todo mi corazón en ellas... las dichas ante el Sagrario y las dichas en el automóvil, mientras conduzco... te entrego mis horas ante Ti en el Santísimo... y las Eucaristías a las que he asistido a encontrarme contigo... te entrego cada Rosario... cada Novena... y cada oración que te he ofrecido... para que Tú, mi Señor, las multipliques y las hagas dar fruto...

Te entrego, también, la «mirra» de mis dificultades y problemas... de mis angustias y pesares... te entrego mis momentos de ansiedad, cuando buscaba con urgencia Tu Paz... te ofrezco mis miserias... mis momentos de dudas... mis miedos y temores... te entrego las tormentas que he encontrado y de las que Tú me has permitido salir... te entrego cada cruz... cada sufrimiento... cada tribulación... para que Tú, Dios mío, las guardes en Tú Sacratísimo Corazón...

Por último, mi amado Jesús... te pido que bendigas a cada uno de los amigos que nos visitan en este pequeño rinconcito que tenemos aquí... derrama sobre ellos y sus familias Tus Gracias... llénalos de Tu Amor... y concédeles Tu Paz... para que vivan, hoy y siempre, unidos a Ti...

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¡Muchas felicidades y que Dios me los bendiga mucho en este día de los Reyes Magos!!!

¿Quiénes eran los Magos?

Hoja Parroquia de Nuestra Señora de Europa

Epifanía del Señor


Con los pastores pasó hace unos días un acontecimiento extraño que resultó bien. Cuidaban sus rebaños cumpliendo su rudo oficio cuando vieron una tan extraña como clara visión de ángeles que les decían cosas al principio incomprensibles y al poco rato comprobadas. Sí, allí, en un casuco, estaba el Niño del que se les habló, con su madre y un varón. Hicieron lo que pudieron en su tosquedad y carencia según mandaban las circunstancias. Como les habían asegurado que era la "Luz que iluminaba al pueblo que habitaba en sombras de muerte", de lo que tenían dieron para ayudar y para quedar bien con aquella familia que al parecer era más pobre que ellos. No les costó trabajo aceptar el milagro que era tan claro. Lo dijeron los ángeles, pues... tenían razón.



Vinieron unos Reyes. Fueron los últimos en llegar a ver a aquel Niño y si se entretienen un poco más..., pues ¡que no lo encuentran! Viajaron mucho por los caminos del mundo. Venían desde muy lejos. Pasaron miedo, frío y calor. Hasta estuvieron perdidos pero, preguntando e inquiriendo, sacaron fruto de su investigación. Aquello fue un consuelo porque tuvieron susto de haber perdido el tiempo y tener que regresar a los comienzos con el fracaso en sus reales frentes. Pero no, sabían que aquella estrella era capaz de llevarles adonde estaba Dios. También las circunstancias mandaban y adoraron y ¡cómo no! ofrecieron dones al Niño-Creador.

Los dos son caminos, la fe y la razón. Uno es sencillo, basta con que hable Dios. El otro es costoso, búsqueda constante y sincera con peligros de equivocación. La Verdad está en su sitio. Sencillez es condición. Los pastores la aprehenden y los sabios la descubren. Entrambos la sirven y entrambos son de Dios.



Archidiócesis de Madrid

Los Magos de Oriente, modelos del verdadero sabio. Benedicto XVI

¡Queridos hermanos y hermanas!

Celebramos hoy la gran fiesta de la Epifanía, el misterio de la Manifestación del Señor a todas las gentes, representadas por los Magos, venidos de Oriente para adorar al Rey de los Judíos (cfr Mt 2,1-2). El evangelista Mateo, que relata el acontecimiento, subraya que éstos llegaron a Jerusalén siguiendo una estrella, avistada en su surgimiento e interpretada como signo del nacimiento del Rey anunciado por los profetas, o sea, el Mesías. Llegados sin embargo a Jerusalén, los Magos necesitaron las indicaciones de los sacerdotes y de los escribas para conocer exactamente el lugar a donde dirigirse, es decir, Belén, la ciudad de David (cfr Mt 2,5-6; Mi 5,1). La estrella y las Sagradas Escrituras fueron las dos luces que guiaron el camino de los Magos, los cuales aparecen como modelos de los auténticos buscadores de la verdad.

Éstos eran unos sabios, que escrutaban los astros y conocían la historia de los pueblos. Eran hombres de ciencia en un sentido amplio, que observaban el cosmos considerándolo casi un gran libro lleno de signos y de mensajes divinos para el hombre. Su saber, por tanto, lejos de considerarse autosuficiente, estaba abierto a ulteriores revelaciones y llamadas divinas. De hecho, no se avergüenzan de pedir instrucciones a los jefes religiosos de los judíos. Habrían podido decir: hagámoslo solos, no necesitamos a nadie, evitando, según nuestra mentalidad actual, toda “contaminación” entre la ciencia y la Palabra de Dios. En cambio los Magos escuchan las profecías y las acogen; y, apenas se vuelven a poner en camino hacia Belén, ven nuevamente la estrella, casi como confirmación de una perfecta armonía entre la búsqueda humana y la Verdad divina, una armonía que llenó de alegría sus corazones de auténticos sabios (cfr Mt 2,10). El culmen de su itinerario de búsqueda fue cuando se encontraron ante "el niño con María su madre" (Mt 2,11). Dice el Evangelio que “postrándose le adoraron". Habrían podido quedarse desilusionados, es más, escandalizados. En cambio, como verdaderos sabios, se abrieron al misterio que se manifiesta de modo sorprendente; y con sus dones simbólicos demostraron que reconocían en Jesús al Rey y al Hijo de Dios. Precisamente en ese gesto se cumplen los oráculos mesiánicos que anuncian el homenaje de las naciones al Dios de Israel.

Un último detalle confirma, en los Magos, la unidad entre inteligencia y fe: es el hecho de que “advertidos en sueños de que no volvieran a Herodes, volvieron a su tierra por otro camino" (Mt 2,12). Habría sido natural volver a Jerusalén, al palacio de Herodes y al Templo, para proclamar su descubrimiento. En cambio, los Magos, que han elegido como soberano al Niño, lo cus
ces de vivir siempre la profunda sintonía que hay entre la razón y la fe, entre la ciencia y la revelación.

Benedicto XVI. 6 de enero de 2010

sábado, 5 de enero de 2013

Queridos Reyes Magos:


De Pastoral Católica en la Red

Los hijos un don de Dios por Benedicto XVI


Los padres “no son los amigos o los dueños de la vida de sus hijos, sino los custodios de este don incomparable de Dios”. Lo indicó el Papa durante el Ángelus, al recordar a la familia de Jesús. Benedicto XVI invitó a “que el amor, la fidelidad y la dedición de María y José sirvan de ejemplo para todos los esposos cristianos”. En la familia de Jesús, añadió, hay un “misterio lleno de fe y de humanidad”, al que podemos entrar siguiendo el ejemplo de María y José.

“La preocupación de María y José por Jesús -explicó Benedicto XVI- es la misma de cada padre que educa a un hijo, lo introduce a la vida y a la comprensión de la realidad”. Después de haber invitado a una “necesaria y especial oración al Señor por todas las familias del mundo”, el Pontífice expresó su deseo de que “los padres se preocupen seriamente por el crecimiento y la educación de los propios hijos, para que maduren como hombres responsables y ciudadanos honestos, sin jamás olvidar que la fe es un don precioso que hay que alimentar en los propios hijos también con el ejemplo personal”.

“Al mismo tiempo -prosiguió-, oremos para que cada niño sea acogido como don de Dios, sea sostenido por el amor del padre y de la madre, para poder crecer como el Señor Jesús «en sabiduría, edad y gracia ante Dios y los hombres» (Lc 2,52)”.

“El silencio de José -concluyó el Papa-, hombre justo (cfr Mt 1,19), y el ejemplo de María, que guardaba todo en su corazón (cfr Lc 2,51), nos hagan entrar en el misterio lleno de fe y de humanidad de la Santa Familia. Deseo a todas las familias cristianas vivir en presencia de Dios con el mismo amor y con el mismo gozo de la familia de Jesús, María y José”. 

Benedicto XVI

jueves, 3 de enero de 2013

¿Cómo hemos vivido la Navidad?


"Hemos visto su estrella". Los Reyes Magos son proclamadores del misterio de Cristo. Quien al menos por un instante haya contemplado la estrella de Cristo, se siente invitado a proclamarla. Es el caso de la Samaritana, es la experiencia de Sta. Teresa de Jesús, de Juan Pablo II, de la Madre Teresa de Calcuta: cuando se experimenta el amor de Dios, todo se hace fácil y ligero. 

Anunciemos gozosos que Cristo ha nacido en nuestro corazón. No hay lugar para la tristeza, cuando Cristo nace en el alma. ¿Qué palabras de aliento y esperanza he llevado en mis labios a lo largo de estos días santos de la Navidad?

Anunciar a Cristo, para el cristiano, es vivir alegre y feliz, es aspirar a la santidad propia de su estado, es construir su familia con la sencillez de su alma y la confianza puesta en Dios. El seguimiento de Cristo no es un camino sembrado de rosas, es, más bien, un sendero estrecho, de grandes alturas y para corazones audaces. Ante todo, ellos se ponen en marcha sin tener la totalidad de la ruta, tienen la corazonada, tienen la inspiración, la estrella que se cruzó por su telescopio, pero nada más. Quien espere tener la hoja de ruta en su experiencia de Dios, se quedará siempre atado a la orilla. Con Dios, una buena dosis de aventura y de confianza en Él, son indispensables.

Ahora bien, esa estrella no siempre brillará esplendorosa. Hay momentos en que se oculta. En la vida hay que seguir, pues sabemos que aunque la estrella desaparezca por las nubes de alguna posible tormenta, la estrella sigue estando ahí, los magos nos dan una gran lección, de fe y constancia. En estos momentos hay que preguntar a Dios, no a mis propias seguridades, no a mi egoísmo, no a la ciencia o al ambiente que nos envuelve, tú sigue buscando la estrella. Cuando tengas dudas, cuando la vida te duela, pregunta, pregunta siempre a tu estrella.

El Papa Benedicto XVI, en una jornada de la juventud, nos decía a todos los jóvenes del mundo: "Quisiera decir a todos insistentemente: abrid vuestro corazón a Dios, dejad sorprenderos por Cristo. Dadle el «derecho a hablaros». Presentad vuestras alegrías y vuestras penas a Cristo, dejando que Él ilumine con su luz vuestra mente y acaricie con su gracia vuestro corazón".

Es cierto que hoy no buscamos ya a un rey; pero estamos preocupados por la situación del mundo y preguntamos: ¿Dónde encuentro los criterios para mi vida?, ¿dónde los criterios para colaborar de modo responsable en la edificación del presente y del futuro de nuestro mundo?, ¿de quién puedo fiarme; a quién confiarme?, ¿dónde está aquel que puede darme la respuesta satisfactoria a los anhelos del corazón?.


La respuesta nos la dan los mismos Reyes Magos. Los Magos, una vez que oyeron la respuesta «en Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta», decidieron continuar el camino y llegar hasta el final y ¡vaya, que gran sorpresa!, ahí se encontraron con Dios, se encontraron con el Rey que iban a adorar. «Los Magos están asombrados ante lo que ahí contemplan: el cielo en la tierra y la tierra en el cielo; el hombre en Dios y Dios en el hombre; ven encerrado en un pequeñísimo cuerpo, aquello que no puede ser contenido en todo el mundo».

Al terminar estas fiestas navideñas, tal vez valga la pena hacernos algunas preguntas, ¿qué Navidad he vivido?, ¿me he encontrado con este Niño Dios?, ¿hoy entro a la cueva como los Reyes Magos, después de ser invitado a Belén, por mi estrella?, ¿entro con las manos vacías o están llenas de regalos?, ¿me siento satisfecho con Dios y conmigo mismo por lo que he hecho? 

Tal vez hoy le podríamos ofrecer a Jesús todas las buenas obras realizadas a lo largo de este año que acaba de terminar, tal vez le ofrezca aquellos proyectos que estoy dispuesto a realizar a lo largo de este nuevo año, no sé, todo está en tus manos y en tu corazón. 

Hoy, cuando vayas a Misa, cuando entres una vez más a esa cueva que se llama Iglesia y te encuentres con Cristo, y cuando lo vayas a recibir, recuerda: es el día en el que tengo que ofrecer algo al recién nacido. 

Ojalá no sean sólo las sobras de tu vida, o un mero sentimiento o pensamiento de algo que tienes en mente, llévale algo diferente, llévale algo que signifique para tí un verdadero compromiso con Él, tal vez sea una buena confesión, el reconciliarte con algún pariente, el ir a Misa cada domingo, el ser menos gruñón, el compartir tus cosas con tus hermanos, el obedecer siempre con una sonrisa a papá y a mamá, el ser más tolerante...
P. Dennis Doren

Pensamientos de un cristiano en Navidad


Otra vez contigo Señor, he hecho buenos propósitos para este nuevo año y los he puesto en manos de tu Madre, que gracias a Ti también es la mía, la nuestra.

Cuando rezaba, tenía miedo Señor , de que fuera como siempre, sólo buenos propósitos.  Pero a la vez estaba contento, me sentía más fuerte que otros años.  Sé que lo voy a intentar con fuerza  y sé que Tú vas a estar a mi lado para ayudarme y darme ánimos.

Quiero que los problemas de cada día no me alejen de Ti, al revés,  quiero que me acerquen cada vez más a Ti, porque Tú estás conmigo cada instante de mi vida y quiero tener absoluta confianza en tu amor, en tu misericordia y en tu bondad.

También he pensado mucho en la Eucaristía, cuando pensaba que te hiciste hombre y que naciste de una Mujer limpia de pecado, me he dado cuenta de que cuando te recibo en la Eucaristía, de verdad que no soy digno de recibirte. Tengo que procurar tener  el corazón más limpio  para Ti, ya sé que nunca estará completamente preparado, pero, sabes Señor, quiero que esté cada día mejor para que Tú te sientas más cómodo cada día.

También he meditado sobre  el camino que recorrieron los Magos para conocerte, para verte, para adorarte  y  sentirte cerca. Me he dado cuenta de que Tú nos has dado el regalo de tenerte, sentirte y adorarte  sin hacer tan largo viaje. Cada día en la Eucaristía podemos recibirte y sentirte dentro de nuestro corazón, perdona Señor por no darle la importancia que tiene. Cada día que comulgue pensaré,  de verdad  con toda mi alma, en tu inmenso regalo que no merezco, pero que Tú quieres darme y quieres que sea digno de recibirlo.
¡¡Muchas Gracias!!
H. de Carmen