"Hemos
visto su estrella". Los Reyes Magos son proclamadores del misterio de
Cristo. Quien al menos por un instante haya contemplado la estrella de Cristo,
se siente invitado a proclamarla. Es el caso de la Samaritana, es la
experiencia de Sta. Teresa de Jesús, de Juan Pablo II, de la Madre Teresa de
Calcuta: cuando se experimenta el amor de Dios, todo se hace fácil y ligero.
Anunciemos gozosos que Cristo ha nacido en nuestro corazón. No hay lugar para
la tristeza, cuando Cristo nace en el alma. ¿Qué palabras de aliento y
esperanza he llevado en mis labios a lo largo de estos días santos de la
Navidad?
Anunciar a Cristo, para el cristiano, es vivir alegre y feliz, es aspirar a la
santidad propia de su estado, es construir su familia con la sencillez de su
alma y la confianza puesta en Dios. El seguimiento de Cristo no es un camino
sembrado de rosas, es, más bien, un sendero estrecho, de grandes alturas y para
corazones audaces. Ante todo, ellos se ponen en marcha sin tener la totalidad
de la ruta, tienen la corazonada, tienen la inspiración, la estrella que se
cruzó por su telescopio, pero nada más. Quien espere tener la hoja de ruta en
su experiencia de Dios, se quedará siempre atado a la orilla. Con Dios, una
buena dosis de aventura y de confianza en Él, son indispensables.
Ahora bien, esa estrella no siempre brillará esplendorosa. Hay momentos en que
se oculta. En la vida hay que seguir, pues sabemos que aunque la estrella
desaparezca por las nubes de alguna posible tormenta, la estrella sigue estando
ahí, los magos nos dan una gran lección, de fe y constancia. En estos momentos
hay que preguntar a Dios, no a mis propias seguridades, no a mi egoísmo, no a
la ciencia o al ambiente que nos envuelve, tú sigue buscando la estrella.
Cuando tengas dudas, cuando la vida te duela, pregunta, pregunta siempre a tu
estrella.
El Papa Benedicto XVI, en una jornada de la juventud, nos decía a todos los
jóvenes del mundo: "Quisiera decir a todos insistentemente: abrid vuestro
corazón a Dios, dejad sorprenderos por Cristo. Dadle el «derecho a hablaros».
Presentad vuestras alegrías y vuestras penas a Cristo, dejando que Él ilumine
con su luz vuestra mente y acaricie con su gracia vuestro corazón".
Es cierto que hoy no buscamos ya a un rey; pero estamos preocupados por la situación
del mundo y preguntamos: ¿Dónde encuentro los criterios para mi vida?, ¿dónde
los criterios para colaborar de modo responsable en la edificación del presente
y del futuro de nuestro mundo?, ¿de quién puedo fiarme; a quién confiarme?,
¿dónde está aquel que puede darme la respuesta satisfactoria a los anhelos del
corazón?.
La respuesta nos la dan los mismos Reyes Magos. Los Magos, una vez que oyeron
la respuesta «en Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta»,
decidieron continuar el camino y llegar hasta el final y ¡vaya, que gran
sorpresa!, ahí se encontraron con Dios, se encontraron con el Rey que iban a
adorar. «Los Magos están asombrados ante lo que ahí contemplan: el cielo en la
tierra y la tierra en el cielo; el hombre en Dios y Dios en el hombre; ven
encerrado en un pequeñísimo cuerpo, aquello que no puede ser contenido en todo
el mundo».
Al terminar estas fiestas navideñas, tal vez valga la pena hacernos algunas
preguntas, ¿qué Navidad he vivido?, ¿me he encontrado con este Niño Dios?, ¿hoy
entro a la cueva como los Reyes Magos, después de ser invitado a Belén, por mi
estrella?, ¿entro con las manos vacías o están llenas de regalos?, ¿me siento
satisfecho con Dios y conmigo mismo por lo que he hecho?
Tal vez hoy le podríamos ofrecer a Jesús todas las buenas obras realizadas a lo
largo de este año que acaba de terminar, tal vez le ofrezca aquellos proyectos
que estoy dispuesto a realizar a lo largo de este nuevo año, no sé, todo está
en tus manos y en tu corazón.
Hoy, cuando vayas a Misa, cuando entres una vez más a esa cueva que se llama
Iglesia y te encuentres con Cristo, y cuando lo vayas a recibir, recuerda: es
el día en el que tengo que ofrecer algo al recién nacido.
Ojalá no sean sólo las sobras de tu vida, o un mero sentimiento o pensamiento
de algo que tienes en mente, llévale algo diferente, llévale algo que
signifique para tí un verdadero compromiso con Él, tal vez sea una buena
confesión, el reconciliarte con algún pariente, el ir a Misa cada domingo, el
ser menos gruñón, el compartir tus cosas con tus hermanos, el obedecer siempre
con una sonrisa a papá y a mamá, el ser más tolerante...
P. Dennis Doren
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