Para vivir el presente debemos creer profundamente que lo más importante es el aquí y el ahora. Continuamente estamos distraídos por cosas que han ocurrido en el pasado o que han de ocurrir en el futuro. No es fácil permanecer en el presente. Nuestra mente es difícil de dominar y sigue siempre sacándonos del momento presente.
La oración es la disciplina del momento. Cuando oramos entramos en la presencia de Dios, cuyo nombre es Dios con nosotros. Orar es escuchar atentamente a quien se dirige a nosotros aquí y ahora.
Cuando tenemos la valentía de confiar en que no estamos nunca solos, sino que Dios está siempre con nosotros, se ocupa siempre de nosotros y continuamente nos está hablando, entonces podemos ir desprendiéndonos gradualmente de las voces que nos hacen sentirnos preocupados y ansiosos, impidiendo que nos instalemos en el momento presente.
Se trata de un verdadero desafío, porque la confianza radical en Dios no es algo evidente.La mayor parte de nosotros desconfiamos de Dios. La mayor parte de nosotros piensa en Dios como una autoridad temible, que castiga, o bien como algo vacío y sin poder. El mensaje fundamental de Jesús fue que Dios no es ni un débil impotente ni un poderoso patrón, sino un amante, cuyo único deseo es darnos lo que más desea nuestro corazón.
Orar es escuchar esta voz amorosa. Cuando dejamos de rezar, cuando dejamos de oír esa voz amorosa que nos habla en cada momento, nuestras vidas se convierten en vidas absurdas en las que somos arrastrados y zarandeados por el presente y por el futuro.
No estamos solos, y el que está con nosotros sólo quiere una cosa: DARNOS AMOR.
Del libro "Aquí y ahora" de Henri J.M. Nouwen
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