Miles de manos han formado «cadenas de vida» durante toda la noche para rescatar a los damnificados del terremoto en México. Los obispos del país han agradecido la solidaridad al pueblo mexicano y se ponen en marcha para «coordinarnos y colaborar más»
«Una vez más estamos siendo testigos de la solidaridad del pueblo de México, que ve en el que sufre a su hermano. Miles de manos han formado “cadenas de vida” para rescatar, alimentar o poner su granito de arena ante la emergencia». Es el agradecimiento de los obispos de la Conferencia Episcopal Mexicana, liderados por monseñor José Francisco Robles, que en un comunicado emitido la tarde del martes se unen «a la pena por las víctimas del seismo» e invitan «al Pueblo de Dios a unirse en solidaridad por nuestros hermanos, que están padeciendo los diferentes calamidades que han azotado nuestro país».
Los obispos, que piden el consuelo de la Virgen de Guadalupe «para que por su intercesión nos auxilie y nos fortalezca en la reconstrucción de nuestra patria», permanecen «atentos a la información que va surgiendo y buscando la manera de coordinarnos y colaborar más».
Según la Agencia de Protección Civil mexicana, al menos 217 personas han fallecido en diferentes zonas –86 de ellas en la capital, 71 en Morelos, 43 en Puebla, 12 en el Estado de México, cuatro en Guerrero y uno en Oaxaca–, aunque la cifra se incremente con el paso de las horas. El terremoto se ha producido el mismo día en el que se cumplían 32 años de la peor tragedia que ha vivido el país: el terremoto que causó cerca de 10.000 muertos en 1985.
Monseñor Oscar Campos, obispo de Tehuantepec, una de las regiones más afectadas, ha declarado que a pesar de que la situación actual los rebasa, continúan en su labor de acompañamiento con las familias afectadas para «animar a la esperanza y ser una Iglesia en salida». Junto con Cáritas México, la diócesis está repartiendo víveres, kits de aseo, toldos, lonas y baños ecológicos. El segundo paso será reconstruir las viviendas más dañadas. «Lo que nos toca, como Iglesia, es procurar que esta sociedad funcione de tal manera que, en ella y con ella, se pueda remediar o aliviar el sufrimiento lo más y lo mejor posible. Por esto, animamos a la población a organizarse solidariamente superando divisiones y a colaborar en su propia reconstrucción», concluye el prelado.
Alfa y Omega
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