«Dios es siempre nuevo». Así es el Dios de los cristianos, según Francisco. «El Dios de las sorpresas». Por eso, su vicario en la tierra no podría ser de otra manera. Fiel a su estilo, el Papa argentino sorprendió una vez más este fin de semana al anunciar un inminente consistorio para la creación de cinco nuevos cardenales. Entre ellos el arzobispo de Barcelona, Juan José Omella. Además, con los elegidos sentó precedentes inéditos, como el de elevar al cardenalato a un obispo auxiliar mientras el titular de la diócesis no lo es.
Ningún observador lo tenía previsto. Ningún vaticanista pudo anticiparlo, como en otras ocasiones. El último domingo, al finalizar el rezo del Regina Coeli y asomado a la ventana de su estudio privado en el Palacio Apostólico, el Papa Francisco anunció a la multitud su decisión de convocar un consistorio cardenalicio para el próximo 28 de junio.
Un anuncio cuanto menos extraño, sobre todo por el momento. Ya desde el papado de Benedicto XVI, la creación de cardenales se realizaba a inicios o finales de año, coincidiendo –según el caso– con la fiesta de la Cátedra de San Pedro (febrero) o de Cristo Rey (noviembre). Así ocurrió, también, con los primeros tres consistorios de Francisco. Pero ya se sabe, el Papa tiene plena libertad en este ámbito, incluso para sorprender.
Ante la multitud congregada en la plaza de San Pedro, el Pontífice leyó los nombres de los nuevos purpurados. Además de Omella, incluyó a Jean Zerbo, arzobispo de Bamako (Mali); Anders Arborelius, obispo de Estocolmo, en Suecia; Louis-Marie Ling Mangkhanekhoun, vicario apostólico de Paksé, en Laos y Gregorio Rosa Chávez, obispo auxiliar de San Salvador, en El Salvador.
«Su procedencia de diversas partes del mundo manifiesta la catolicidad de la Iglesia difundida en toda la tierra, y la asignación de un título o una diaconía en la urbe expresa la pertenencia de los cardenales a la diócesis de Roma, que preside en la caridad de todas las Iglesias», dijo Francisco. El jueves 29 de junio, solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, el Obispo de Roma concelebrará la Misa con los nuevos cardenales, con el Colegio Cardenalicio, con los nuevos arzobispos metropolitanos, obispos y algunos presbíteros.
Según la tradición, la fiesta de esos apóstoles es la entrega del palio, la indumentaria litúrgica que identifica a los arzobispos. Pero este año todo se juntará, y el consistorio eclipsará el viaje a Roma de los nuevos pastores metropolitanos. «Confiamos los nuevos cardenales a la protección de los santos Pedro y Pablo, para que sean auténticos servidores de la comunión eclesial y anunciadores alegres del evangelio en el mundo entero», añadió el Papa.
Aire fresco en la cúpula eclesial
En este imprevisto anuncio, Francisco ratificó una opción precisa: su voluntad manifiesta de incluir aire fresco en los órganos de decisión de la Iglesia, de reconocer a personalidades venidas de sitios geográficos considerados como secundarios e, incluso, hasta irrelevantes. Al menos en la geopolítica moderna. Pero no irrelevantes para la catolicidad.
El Papa dejó en claro, otra vez, que la elección de sus colaboradores más cercanos es suya, personal, y no responde a dinámicas condicionadas por las presiones de ocasión. Para él no existen automatismos, ni carrerismos, ni sedes cardenalicias cuyos obispos deben recibir el birrete colorado obligatoriamente. Ejemplos emblemáticos de esta orientación resultan Turín y Venecia, dos históricas y poderosas diócesis italianas que llevan años sin ser guiadas por un cardenal.
Como contraparte, en estos años de pontificado, Francisco ha roto muchos esquemas. En Panamá creó purpurado al obispo de la pequeña diócesis de Ciudad David, dejando al primado como arzobispo. Y ha concedido el primer birrete cardenalicio de la historia a varios países, incluidas pequeñas islas de Oceanía como Tonga y Papúa Nueva Guinea.
Algo similar ocurrirá ahora. En junio incluirá en el Colegio Cardenalicio al obispo auxiliar de San Salvador. Una verdadera rareza en los tiempos modernos de la Iglesia. Sobre todo, porque establecerá una situación en la cual el inferior tendrá un más alto rango episcopal que el superior, el actual arzobispo de esa diócesis salvadoreña, José Luis Escobar Alas.
De ahí que el elegido, Gregorio Rosa Chávez, haya asegurado haberse sentido «confuso, desconcertado y abrumado» cuando supo la noticia. Reconoció que, con su distinción, el Papa quiso rendir un tributo al obispo de los pobres, Óscar Arnulfo Romero, asesinado por los escuadrones de la muerte que asolaron el país centroamericano en 1980.
La situación inédita en El Salvador y los nombres de los otros futuros purpurados refuerzan el camino impreso por Francisco a la barca de Pedro: de cercanía a la gente, de misericordia y de periferia, donde el cardenalato es a la persona por sus méritos y no por otras razones. En Suecia, donde el catolicismo es minoría, el Papa quiso destacar el testimonio de Anders Arborelius, obispo procedente de una familia luterana que se convirtió a los 20 años. Él será el primer purpurado escandinavo tras 500 años de reforma. Jean Zerbo, de Mali, es un hombre conocido por su trabajo a favor de la paz en un país azotado constantemente por las luchas étnicas, políticas y sociales. Así como en sus anteriores consistorios el Papa mandó cardenales a tierras de inestabilidad y turbulencia (Venezuela y Siria), ahora lo hace con este martirizado territorio africano.
El cambio irreversible
«Me iré cuando el cambio sea irreversible», le dijo, casi al inicio de su pontificado, el Papa a un hombre de su estima. Esa transformación se está manifestando especialmente en el Colegio Cardenalicio. Los tiempos le ayudan. En sus primeros cuatro años de su ministerio petrino muchos cardenales superaron los 80 años, permitiéndole designar un buen número de sustitutos. Así, a partir del 28 de junio, Francisco habrá renovado 49, siete menos que los designados por Benedicto XVI en sus ocho años de pontificado. Corresponderán al 40 % de los 121 electores que podrían votar por su sucesor en un futuro cónclave.
Poco a poco, Bergoglio ha ido modificando el equilibrio geográfico entre Europa y el resto del mundo. En 2013, la mayoría de los cardenales que lo eligieron Papa provenían del Viejo Continente. Ahora la proporción se ha invertido. Con las nuevas designaciones, los extraeuropeos suman 68: 34 de América, 15 de África, 14 de Asia y cinco de Oceanía. En cambio, los europeos son 53.
Una brecha que podrá ampliarse aún más, si Francisco lo desea. En 2018 siete cardenales superarán los 80 años y perderán sus derechos electivos. Solo uno de ellos no es europeo, la mayoría son italianos. Otros diez superarán esa edad en 2019, dándole la oportunidad de profundizar su reforma de las personas del Colegio Cardenalicio.
Andrés Beltramo Álvarez
Ciudad del Vaticano
Ciudad del Vaticano
No hay comentarios:
Publicar un comentario