lunes, 13 de febrero de 2017

«En todo está Dios, y en todo se encuentran signos de su presencia»


Adolfo Nicolás, superior general de los jesuitas entre 2008 y 2016, reflexiona sobre los retos de la misión en Japón y en Asia. Igual que los primeros cristianos buscaron una síntesis con el pensamiento de los filósofos paganos, «no hay evangelización posible sin alianzas con el budismo o el sintoísmo»
Tras pasar unas semanas en Madrid, Adolfo Nicolás vuelve a Asia, con escala en Roma. Mientras la salud se lo permita, el ex prepósito general de los jesuitas se pone a disposición de la Compañía de Jesús, no sabe todavía si para servir en Filipinas o volver a Japón, el país donde se ordenó sacerdote el 17 de marzo de 1967 (sus bodas de oro están al caer). Tenía 30 años. La mayor parte de su vida la ha pasado desde entonces en el lejano Oriente, donde –confiesa– se siente más en casa que en Europa. Uno de sus mayores retos es ayudar a configurar un cristianismo de rostro genuinamente asiático. La nueva película de Martin Scorsese ha avivado en él esta inquietud.
¿Recomienda entonces ver Silencio?
Sí, la recomiendo. Es la película ideal para quien quiera reflexionar acerca de la evangelización de Japón. Cuando se publicó la novela en que se basa la película, en el año 66, ya hubo allí cierta reacción negativa por parte del clero diocesano más que por parte de los jesuitas. Porque el clero diocesano problematiza que el japonés no entiende el cristianismo. Pero era un libro que hacía pensar, y todo lo que hace pensar es bueno.
¿Qué factores han dificultado la evangelización de Japón?
En Japón hemos cometido errores, como en todas partes. El error principal es no haber sabido entrar en la cultura y en la vida de su gente. Yo creo que no hay evangelización posible sin alianzas con el budismo o el sintoísmo. Los primeros cristianos estaban fascinados con encontrar las raíces del cristianismo en los filósofos o en los poetas paganos, pero eso ha sido flojo en nuestra generación. No nos inculcaron la urgencia de estudiar el budismo y el sintoísmo como merecían. Y eso es una debilidad muy fuerte. Yo estuve en el Sínodo de la Nueva Evangelización y ahí no se habló nunca de los errores de la vieja evangelización. ¿Cómo podemos hablar de una nueva evangelización sin reconocer que nos ha faltado algo en la vieja evangelización? Yo creo que el interés de Silencio va por ahí.
¿Qué nexos de unión percibe entre el cristianismo y la cultura japonesa?
El budismo creo que tiene raíces profundamente cristianas como el desapego, la convicción de que todo es transitorio y las cosas tienen una belleza en sí… Una película puramente budista que fui a ver en Japón cuenta la historia de un señor a quien le dice el médico que tiene cáncer y le quedan seis meses de vida. Busca entre sus amigos quién tiene cáncer y se encuentra a uno al que le quedan tres meses de vida. Le va a visitar y le pregunta: «¿Qué haces durante el día?». El otro responde: «Salgo al jardín, veo una flor y me quedo contemplándola». Así pasa el tiempo, encontrándose con la realidad tal como es: la cuestión no es si esta flor es bonita en un ramo; no hace falta el ramo, solo la flor como es.
El budismo es más meditación y muerte, mientras que el sintoísmo es vida y celebración. Por eso se dice que los japoneses nacen sintoístas, se casan católicos y mueren budistas.
También ha hablado usted mucho de la misericordia en el budismo.
Recuerdo a un cardenal de América Latina que se fue a Japón y en once días ya tenía su tesis hecha: los japoneses no entienden la misericordia de Dios. ¡Pero si eso es lo único que entienden! Porque la compasión es la virtud budista más profunda. Ellos no necesitan a un Dios juez. Por eso, de las cosas mejores de Francisco fue cuando le preguntaron por los homosexuales y él dijo aquello de «quién soy yo para juzgar a otros». Cuando a una persona la sociedad ya le ha juzgado y condenado, es importante que el Papa diga esto. El Evangelio nos dice que no juzguemos a los demás y no seremos juzgados.
El Papa insiste también en algo muy jesuítico, el discernimiento. ¿Cree que se entiende bien qué es esto?
Este es uno de los puntos clave de este pontificado. A los jesuitas de Polonia les dijo que necesita más de ellos porque el clero no está suficientemente preparado todavía para discernir. Si se toma el discernimiento en serio, a los laicos no hay que darles respuestas, hay que plantearles un discernimiento. Y eso es difícil. Porque supone considerar que la voluntad de Dios está abierta, y eso no es lo que prima muchas veces en la Iglesia, donde se considera a menudo que la voluntad de Dios está ya clara y que quiere que todos vengan a determinado redil, con un único pastor. Las luces que pueda haber en otras religiones se consideran siempre como una sombra, no son luces, sino sombras que anuncian otra cosa. Y eso nos trae algunos problemas.
¿Como cuáles?
No ser capaces de comprender que las otras religiones son lo mejor que una cultura puede ofrecer. Las culturas asiáticas, por ejemplo, han producido el budismo: este es su mejor fruto. Y sin embargo, hubo un tiempo en el que pensábamos, yo lo pensaba también, que esa religión era un producto del diablo, y resulta que es obra del Espíritu. Hoy esto lo entendemos mejor.

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