Acercarse aún más a Rusia o apoyar los intereses opuestos de Georgia. Ésta es la encrucijada en la que Francis X. Rocca y Thomas Grove, en un artículo en el Wall Street Journal, han colocado al Papa Francisco antes de la visita apostólica al Cáucaso que emprende esta misma mañana.
El dilema pasa por lo que el Papa dirá sobre las regiones de Abjasia y Osetia del Sur: territorios reclamados tanto por Georgia como Rusia.
Aunque los dos países concluyeron la guerra en 2008, la presencia continua de tropas rusas en las dos zonas separatistas ha conducido a que haya actualmente 200.000 personas desplazadas por toda Georgia. Pero que el Papa -conocido defensor de los refugiados y migrantes- llame la atención al mundo sobre esta tragedia irritaría a Rusia, ya que la estabilización de los dos territorios implicaría que Moscú renunciara a su reivindicación de ellos.
Y dados los pasos que Francisco está tomando hacia una relación más estrecha con la Iglesia ortodoxa, parece improbable que quiera enfadar al Kremlin: un valioso aliado del patriarcado de Moscú bajo el mandato de Vladimir Putin.
Un caso análogo al de los escollos que el Papa tendrá que sortear en Georgia es el conflicto que se está viviendo en Ucrania, en la parte oriental de la cual, desde 2014, separatistas apoyados por Rusia han estado librando una guerra en la Crimea. En febrero del año pasado Francisco calificó las tensiones como una "violencia fratricida entre cristianos".
La etiqueta sentó mal a los católicos ucranianos -según denunció de inmediato Sviatoslav Shevchuk, primado de la Iglesia greco-católica del país- porque hizo parecer que se tratara de una guerra civil y no de una invasión. Perfecto ejemplo de los riesgos, y reproches, a los que el Papa se expone en caso de que midiera mal sus palabras en su visita a Georgia.
¿Cuál será, entonces, la estrategia que Francisco adoptará en Tiflis y Misjeta? Para Rocca y Grove, tres ocasiones en el pasado reciente arrojan luz sobre la incógnita.
La primera data de la audiencia general de este mismo miércoles, cuando el pontíficedenunció que los "responsables" de los reciente bombardeos en Siria "tendrán que rendir cuentas ante Dios". Lo importante es que el pontífice no mencionó explíctamente ni a Rusia ni al gobierno sirio -los verdaderos instigadores del ataque- para asegurarse de no levantar ningún rencor por parte de los agresores.
Y es que el Papa Francisco supo manejarse diplomáticamente también en sus visitas a Cuba y Uganda, al no mencionar ni la opresión política que se respira en el primer país ni la discriminación contra los homosexuales que se vive en el segundo.
"Se ha guardado silencio sobre los derechos humanos para avanzar otras prioridades estratégicas", aseveran Rocca y Grove. ¿Solidaridad, así pues, o diplomacia? ¿Preocupación humanitaria o geopolítica? Frente al interrogante sobre cuál será la política que el Papa adoptará en Georgia, la única certeza es que ésta tendrá implicaciones hasta, al menos, Moscú, si no incluso más allá.
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