A lo largo del Antiguo Testamento encontramos textos que pueden
considerarse una profecía de lo que siglos más tarde se manifestará en la
crucifixión de Cristo.
Según el libro de la Sabiduría (2,12-22),
el justo, con su modo de vivir, y aunque no lo pretenda, es una denuncia para
los impíos. Al ver la vida del justo, los impíos tienen una experiencia de
contraste y esta experiencia no les gusta, porque, en cierto modo, es una
crítica de su modo de vivir, de pensar y de obrar. Entonces, añade el libro de
la Sabiduría, los impíos someten al justo a la prueba de la afrenta y la
tortura, para ver hasta dónde llega su paciencia y moderación y comprobar si
Dios está con él. Según los impíos la prueba de que Dios está con el justo es
que le librará de sus enemigos y del poder de la muerte. Algo parecido ocurrió
al pié de la cruz, cuando los enemigos de Jesús le provocan diciéndole que pida
a Dios que le salve de la cruz, porque esa será la prueba de que Dios es su
Padre.
Por su parte, el libro de Jeremías (11,18-20) se refiere al cordero
manso que es llevado al matadero. Pero en los versículos citados se manifiestan
los límites del Antiguo Testamento, pues el manso cordero sacrificado, tras
encomendarse a Dios que juzga rectamente, pide la venganza contra sus enemigos.
Esta última actitud no es de Jesús de
Nazaret. Al contrario,
en la cruz, Jesús invoca a su Padre pidiendo el perdón y la misericordia para
aquellos que le crucifican. Así se comprenden las palabras que en cada
Eucaristía el sacerdote pronuncia sobre la copa: esta es la sangre de la nueva
alianza derramada por todos los hombres para el perdón de los pecados.
"Por todos", o sea, también por los que le crucifican, porque si no,
no estarían todos.
El modo de vivir y de morir de Jesús es
una denuncia frente a toda opresión, toda maldad, todo lo que atenta contra la dignidad y el bien de las personas.
En este sentido Jesús nos llama a todos a la conversión. Pero esta denuncia, en
Jesús, nunca se traduce como venganza, porque si así fuera resultaría
incoherente con el Dios de perdón y misericordia que colmaba su vida, que él
anunciaba y que él hacia presente.
La denuncia no es una amenaza, sino una
invitación a la conversión, resultado de un testimonio de vida. Hay personas
que son una fuerte llamada para quienes las observan, y que no dejan a nadie
indiferente. Mientras unos se burlan de estas vidas, otros se convierten. Es
exactamente lo que ocurrió al pié de la cruz: las autoridades judías se mofaban
de Jesús, pero los soldados romanos que estaban vigilando el lugar, encabezados
por su centurión (Mt 27,54), al ver su modo de morir (Mc 15,39), dijeron:"ciertamente este hombre era justo" (Lc
23,47).
Reconocer a Jesús como "justo"
por su modo de vivir y de morir, es el paso que
permite luego confesarle como "hijo de Dios" (que es la confesión ya
desarrollada que ofrecen Mc 15,39 y Mt 27,54.
Martín
Gelabert Ballester
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