La Cuaresma es el
tiempo propicio para cambiar de vida y acercarse a Jesús pidiendo perdón,
arrepentidos y dispuestos a testimoniar su luz ocupándose de los necesitados:
«Esto es la Cuaresma, un tiempo para acercarnos más al Señor. En la primera
lectura de hoy (Isaías 1, 10.16-20), el Señor llama a la conversión; y
curiosamente llama a dos ciudades pecadoras», Sodoma y Gomorra, a las que
dirige la invitación: «Convertíos, cambiad de vida, acercaos al Señor».
«Esta es la invitación de la Cuaresma: son cuarenta días para acercarnos al
Señor, para estar más cerca de Él. Porque todos nosotros necesitamos cambiar la
vida». Y es inútil decir: «Pero, padre, yo no soy tan pecador...», porque
«todos tenemos dentro alguna cosa y si miramos en nuestra alma encontraremos
alguna cosa que no funciona, todos».
La Cuaresma, por lo tanto, «nos invita a ajustar, a acomodar nuestra vida»
indicó el Pontífice. Es precisamente esto lo que nos permite acercarnos al
Señor. Al respecto, el Papa citó una vez más las palabras de la primera
lectura: «Aunque vuestros pecados sean como escarlata, quedarán blancos como
nieve».
Y continuó: «“Yo te cambio el alma”: esto nos dice Jesús. ¿Y qué nos pide? Que
nos acerquemos. Que nos acerquemos a Él. Dios es Padre; nos espera para
perdonarnos. Y nos da un consejo: “No seáis como los hipócritas”».
«Lo hemos leído en el Evangelio de hoy: este tipo de acercamiento el Señor no
lo quiere. Él quiere un acercamiento sincero, auténtico. En cambio, ¿qué hacen
los hipócritas? Se maquillan. Se maquillan de buenos. Ponen cara de estampa,
rezan mirando al cielo, haciéndose ver, se sienten más justos que los demás,
despreciando a los demás». Y presumen de ser buenos católicos porque tienen
conocidos entre bienhechores, obispos y cardenales.
«Esto es la hipocresía —destacó—. Y el Señor dice no», porque nadie debe
sentirse justo. «Todos necesitamos ser justificados —repitió el obispo de Roma—
y el único que nos justifica es Jesucristo. Por ello debemos acercarnos: para
no ser cristianos maquillados». Cuando la apariencia se desvanece «se ve la
realidad y éstos no son cristianos».
«¿Cuál es la piedra de toque? Lo dice el Señor mismo en la primera lectura:
“Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Dejad de
hacer el mal, aprended a hacer el bien”». Esta, repitió, es la invitación.
Pero, «¿cuál es la señal de que estamos en el buen camino? Lo dice la
Escritura: socorrer al oprimido, cuidar al prójimo, al enfermo, al pobre, a
quien tiene necesidad, al ignorante. Esta es la piedra de toque». Y aún más:
«Los hipócritas no pueden hacer esto, porque están tan llenos de sí mismos que
son ciegos para mirar a los demás».
Pero «cuando uno camina un poco y se acerca al Señor, la luz del Padre hace ver
estas cosas y va a ayudar a los hermanos. Este es el signo de la conversión».
Cierto, añadió, esta «no es toda la conversión; porque la conversión —explicó—
es el encuentro con Jesucristo. Pero la señal de que estamos con Jesús es
precisamente esta: atender a los hermanos, a los pobres, a los enfermos como el
Señor nos enseña en el Evangelio». Por lo tanto, la Cuaresma sirve para
«cambiar nuestra vida, para ajustar la vida, para acercarnos al Señor».
Mientras que la hipocresía es «el signo de que estamos lejos del Señor». El
hipócrita «se salva por sí mismo, al menos así piensa», continuó el Santo
Padre.
Así, la conclusión: «Que el Señor nos dé a todos luz y valor: luz para conocer
lo que sucede dentro de nosotros y valor para convertirnos, para acercarnos al
Señor. Es hermoso estar cerca del Señor».
(Papa Francisco, homilía del 18 de marzo de 2014)
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