viernes, 12 de febrero de 2016

Ángel Moreno: desde Buenafuente a Roma, misionero de la misericordia



"Hay que saber mirar el deseo de perdón"
Desde Roma, con la emoción por las palabras que nos ha dirigido el Papa a los Misioneros de la Misericordia. Hoy he ofrecido la Misa, concelebrando con el Papa, por todos vosotros.
Estas son algunas notas de la alocución del Papa Francisco a los Misioneros de la Misericordia.

Imagen de Cristo y de la Iglesia
Los misioneros son la presencia materna de la Iglesia, si faltara esta percepción sería un daño grave. Sois expresión viva de la Iglesia, a través de ella se insertan en Cristo. En el confesionario es Cristo quien acoge, perdona y da la paz. Somos sus ministros. El misionero es canal de la misericordia de Dios para cualquiera que hace entender su pecado.
Para mí (el Papa) es una fuente de gozo recordar la confesión que hice el 21 de septiembre de 1973. No sé lo que me dijo el cura, no lo recuerdo, pero cambió mi vida. Me recibió como un padre.
El deseo
Hay que saber mirar el deseo de perdón, que expresa el penitente cuando se acerca a confesar. Deseo que está en el corazón del penitente, nostalgia de Dios. Este deseo es inicio de conversión. Se refuerza cuando se decide cambiar de vida, y se abandona a la misericordia de Dios. Demos gran espacio a este deseo, que lleva a la conversión del corazón.
Comprended el lenguaje de las palabras y de los gestos. Si el penitente viene a ti es porque quiere mostrarte algo. Tú le dices: "Está bien". Si viene a ti es porque está arrepentido. El Señor le comprende todo. Mostrar el gesto de brazo abiertos.
La vergüenza
No es fácil ponerse delante de otro, se siente vergüenza por lo hecho y por decirlo. Exige respeto y ánimo. La vergüenza te hace quedarte mudo. El pecado de Adán le produce vergüenza, se esconde de Dios, se sienten desnudos. En la historia de Noé, hombre justo, y sin embargo se emborracha, y queda desnudo. Sus hijos lo cubren con una manta, para que recupere la dignidad de padre.
Delante de nosotros se coloca la persona desnuda, con la vergüenza de un pecador. Delante de nosotros está el pecador arrepentido. Una persona que siente el deseo de ser perdonada, acogida, que quiere ser hijo de Dios. No estamos llamados a juzgar, como si nosotros estuviéramos inmunes. Somos como los hijos de Noé, para cubrir con la manta de la misericordia la vergüenza, y reciban el gozo de recobrar la dignidad filial. No con el mazo del juicio, sino con la llamada a la santidad.
Un misionero consuela al pecador. El pecador encuentra en él a un padre. Hay casos de aquellos que no quieren volver más a confesar, por las preguntas que les hicieron en la confesión. No hay que preguntar con oscuridad. Y si no crees que puedes ser padre, no confieses. Haz otra cosa mejor, porque ¡se pude hacer tanto mal, si no es acogido el que viene con corazón de padre y de madre!
He hablado con un cardenal sabio, y me dijo, cuando una persona quiere soltar algo, y ve que tiene vergüenza, el confesor le dice: "Lo he entendido", ¡Adelante!
San Pío y San Leopoldo, ellos os ayudarán, cuando carguéis con los pecados. La misericordia sale para todos con amor, y no conoce confines. El misionero dice al penitente: "Yo perdono, ponlo a mi cuenta".
Os acompaña la Virgen, y mi bendición. No os olvidéis de rezar por mí.

(Ángel Moreno, de Buenafuente).-

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