jueves, 31 de diciembre de 2015

Deseo dormir en paz la última noche del año

Se fue un año más.
Al final del año es conveniente hacer un balance de los 365 días, para ver qué se hizo con ese año de vida. Conviene también saldar todas las deudas que se tienen con Dios y con los demás.

Quiero asomarme a la ventana de mi casa y mirar hacia atrás, hacia ese largo camino que he recorrido durante todo el año.

Si algo puedo ver, es que cada día de ese año transcurrido estuvo lleno del amor de Dios. Estoy en deuda con Él; por eso mi primera palabra al final del año es: ¡Gracias!.

Pero, al lado de tantas bondades de ese Dios, está la triste historia de la ingratitud y la mediocridad para con ese gran amigo. Por eso la segunda palabra tiene que ser: "¡Perdóname todos los errores, todas las mediocridades!. ¡Yo sé que me perdonas!"

Pero hay una tercera palabra que quiero decir: "Te pido un gran año para hacer con el una gran tarea, ayúdame a que este año que empieza sea mejor, que valga la pena vivir. Conviértelo en un gran año. Que aquello de "próspero año nuevo" no se quede en una ironía, sino en una verdad.

También quiero, al final del año, saldar cuentas con mi prójimo, quiero sacar de mi espíritu, arrancar, tirar todos los rencores, odios, resentimientos hacia mis hermanos. Quiero terminar el año bien con todos. Quiero poder decir que no tengo malos sentimientos hacia ningún ser humano.

Es hora de pedir perdón a todos los que en el camino he herido, molestado, desairado. A los que tenían derecho a esperar una respuesta y no se la di, a los que necesitaban una palabra de aliento y me quedé con ella. A los que encontré tirados en el camino de la vida, desesperados, tristes, vacíos de Dios y de ilusión, y pasé de largo porque tenía mucha prisa. Quiero pedirles perdón.

Deseo dormir en paz la última noche del año y despertar con el alma renovada para emprender la nueva jornada de este año que comienza.

Es importante recordar que este año será lo que cada uno haga con él. ¿Será el mejor o será el peor? ¿Será uno de tantos, ni bueno ni malo, sino todo lo contrario? De cada uno de nosotros depende.

Dios que te da ese año nuevo es el que más ardientemente te dice: ¡FELIZ AÑO 2016!

Al Dios que me dio la vida, ¡gracias!.
Al Dios de mis días felices, ¡gracias!.
Al Amor de mis amores, ¡gracias!.
Puesto que al final de la vida me examinarán del amor, perdóname por no haber amado lo suficiente, y concédeme morir de amor.
P. Mariano de Blas

«LA PALABRA HECHA CARNE NOS DIVINIZA»

No prestamos nuestra adhesión a discursos vacíos ni nos dejamos seducir por pasajeros impulsos del corazón, como tampoco por el encanto de discursos elocuentes, sino que nuestra fe se apoya en las palabras pronunciadas por el poder divino. Dios se las ha ordenado a su Palabra, y la Palabra las ha pronunciado, tratando con ellas de apartar al hombre de la desobediencia, no dominándolo como a un esclavo por la violencia que coacciona, sino apelando a su libertad y plena decisión. 

Fue el Padre quien envió la Palabra, al fin de los tiempos. Quiso que no siguiera hablando por medio de un profeta, ni que se hiciera adivinar mediante anuncios velados; sino que le dijo que se manifestara a rostro descubierto, a fin de que el mundo, al verla, pudiera salvarse. Sabemos que esta Palabra tomó un cuerpo de la Virgen, y que asumió al hombre viejo, transformándolo. 

Sabemos que se hizo hombre de nuestra misma condición, porque, si no hubiera sido así, sería inútil que luego nos prescribiera imitarle como maestro. Porque, si este hombre hubiera sido de otra naturaleza, ¿cómo habría de ordenarme las mismas cosas que él hace, a mí, débil por nacimiento, y cómo sería entonces bueno y justo? Para que nadie pensara que era distinto de nosotros, se sometió a la fatiga, quiso tener hambre y no se negó a pasar sed, tuvo necesidad de descanso y no rechazó el sufrimiento, obedeció hasta la muerte y manifestó su resurrección, ofreciendo en todo esto su humanidad como primicia, para que tú no te descorazones en medio de tus sufrimientos, sino que, aun reconociéndote hombre, aguardes a tu vez lo mismo que Dios dispuso para él.
Del tratado de san Hipólito, presbítero, Refutación de todas las herejías
(Cap. 10, 33-34: PG 16, 3452-3453)

Alégrese el cielo, goce la tierra.

Alégrese el cielo, goce la tierra.
Cantad al Señor un cántico nuevo, 
cantad al Señor, toda la tierra; 
cantad al Señor, bendecid su nombre, 
proclamad día tras día su victoria.

Alégrese el cielo, goce la tierra.
Alégrese el cielo, goce la tierra, 
retumbe el mar y cuanto lo llena; 
vitoreen los campos cuanto hay en ellos, 
aclamen los árboles bosque.

Alégrese el cielo, goce la tierra..
Delante del Señor, que ya llega, 
ya llega a regir la tierra: regirá el orbe con justicia 
y los pueblos con fidelidad.

Alégrese el cielo, goce la tierra.

La Palabra se hizo carne


Comienzo del santo evangelio según san Juan 1, 1-18
En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios.
Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.
En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.
Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre.
Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.
Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo:
- «Éste es de quien dije: "El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo."»
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.
Palabra del Señor

Recibamos al Señor en nuestros corazones, exhortó Francisco en la Catequesis


En la catequesis del último miércoles del año, el Papa Francisco reflexionó sobre la Navidad del Señor en el Jubileo de la Misericordia, y en modo particular en la devoción al Niño Jesús, que tantos santos y santas han cultivado en su oración cotidiana. Así, recordó en particular a Santa Teresita del Niño Jesús, que supo vivir y dar testimonio de aquella "infancia espiritual": la humildad de Dios que se hizo pequeño por nosotros. "Esto es un gran misterio, -dijo - Dios es humilde, y nosotros, que somos orgullosos, llenos de  vanidad, y nos creemos grandes cosas…no somos nada. Él es grande y se hace niño. Dios es humilde".

La devoción al Niño Jesús nos permite meditar, siguiendo el ejemplo de la Virgen María, la humildad de Dios, que se hace pequeño por nosotros, y a pesar de que sabemos poco de la infancia de Jesús, podemos aprender mucho de Él mirando a los niños. Así el Santo Padre señaló el significado particular que esto tiene para nuestra fe, porque, si bien "es verdad que su muerte de cruz y su resurrección son la máxima expresión de su amor redentor", no debemos olvidar que toda su vida terrenal "es revelación y enseñanza".

Así es como en el período navideño “recordamos su infancia”. Para crecer en la fe, necesitaríamos "contemplar más a menudo al Niño Jesús". De este modo descubrimos ante todo que los niños quieren nuestra atención, ellos deben estar en el centro: "Ellos tienen que estar en el centro, ¿por qué? ¿Por qué son orgullosos? ¡No!, porque necesitan sentirse protegidos". Y aunque pueda parecer una paradoja, tenemos la responsabilidad de proteger al Niño Jesús: "También Jesús quiere que lo estrechemos en nuestros brazos, que le demostremos nuestro amor, nuestro interés. Que abandonemos nuestra pretensión de autonomía y acojamos la verdadera forma de la libertad, que consiste en reconocer y servir a quien tenemos delante. Él ha venido a revelarnos el rostro del Padre, rico en misericordia".

Por todo esto, el pontífice exhortó finalmente a que recibamos al Señor en nuestros corazones, demostrándole nuestro amor, y el gozo de saber que "Él siempre está en medio de nosotros". "Y será bello cuando regresemos a casa, acercarnos al pesebre, besar al Niño Jesús, y decirle: Jesús yo quiero ser humilde como tú, humilde como Dios. Pedirle esta gracia".

El Papa anima a abrazar al Niño Jesús y a aprender de Él

Hermanos y hermanas ¡buenos días!
Un día un poco frío ¿eh?
En estos días navideños se nos coloca frente a nosotros el Niño Jesús. Estoy seguro que en nuestras casas todavía tantas familias han hecho el pesebre, llevando hacia adelante esta bella tradición que se remonta a San Francisco de Asís y que mantiene vivo en nuestros corazones el misterio de Dios que se hace hombre.
La devoción al Niño Jesús está muy difundida. Tantos santos y santas la han cultivada en su oración cotidiana, y han deseado modelar su vida a aquella del Niño Jesús. Pienso en particular a Teresa de Lisieux que como monja carmelita ha llevado el nombre de Teresa del Niño Jesús y del Rostro Santo. Ella -quien es también Doctora de la Iglesia- ha sabido vivir y testimoniar aquella “infancia espiritual” que se asimila propio meditando, en la escuela de la Virgen María, la humildad de Dios que por nosotros se ha hecho pequeño.
Y esto es un misterio grande, Dios es humilde, nosotros que somos orgullosos, llenos de vanidad y que nos creemos grandes cosas, somos nada, Él es grande, es humilde y se hace Niño, esto es un gran misterio, Dios es humilde ¡es hermoso!
Hubo un momento en que, en la Persona divino-humana de Cristo, Dios ha sido un niño, y esto tiene que tener un significado peculiar para nuestra fe. Es verdad que su muerte en la cruz y su resurrección son la máxima expresión de su amor redentor, pero no olvidemos que toda su vida terrena es revelación y enseñanza. En el período navideño recordamos su infancia. Para crecer en la fe tendremos necesidad de contemplar más a menudo al Niño Jesús. Cierto, no conocemos nada de este período. Las raras indicaciones que poseemos hacen referencia a la imposición del nombre después de ocho días de su nacimiento y a la presentación en el Templo (cfr Lc 2,21-28); por otra parte la visita de los Magos con la consecuente fuga en Egipto (cfr Mt 2,1-23). Después, hay un gran salto hasta los doce años, cuando con María y José, va en peregrinación a Jerusalén para la Pascua, y en lugar de volver con sus padres se detiene en el Templo a hablar con los doctores de la ley.
Como se ve, sabemos poco del Niño Jesús, pero podemos aprender mucho de Él si miramos la vida de los niños. Es una bella costumbre, que los padres, los abuelos tienen, que es aquella de mirar a los niños, ver qué hacen.
Descubrimos, sobre todo, que los niños quieren nuestra atención. Ellos deben estar al centro ¿por qué? ¿Porque son orgullosos? No, porque tienen necesidad de sentirse protegidos. Es necesario también para nosotros poner al centro de nuestra vida a Jesús y saber, incluso si puede parecer paradójico, que tenemos la responsabilidad de protegerlo. Quiere estar entre nuestros brazos, desea ser cuidado y poder fijar su mirada en la nuestra. Por otra parte, hacer sonreír al Niño Jesús para demostrarle nuestro amor y nuestra alegría porque Él está en medio de nosotros. Su sonrisa es signo del amor que nos da certeza de ser amados. Los niños, finalmente, aman jugar. Pero hacer jugar a un niño, significa abandonar nuestra lógica para entrar en la suya. Si queremos que se divierta es necesario entender qué le gusta a él. Y no ser egoístas y hacerles hacer las cosas que nos gustan a nosotros.
Es una enseñanza para nosotros. Delante a Jesús estamos llamados a abandonar nuestro reclamo de autonomía, y este es el centro del problema, el reclamo de autonomía para acoger en cambio la verdadera forma de libertad, que consiste en el conocer a quien tenemos delante y servirlo. Él es el Hijo de Dios que viene a salvarnos. Ha venido entre nosotros para mostrarnos el rostro del Padre rico de amor y de misericordia.
Abracemos, entonces, entre nuestros brazos al Niño Jesús, pongámonos a su servicio: Él es fuente de amor y de serenidad. Y será una bella cosa hoy cuando volvemos a casa ir cerca del pesebre y besar al Niño Jesús y decirle: “Jesús, yo quiero ser humilde como Tú, humilde como Dios” y pedirle esta gracia.
(Traducción por Mercedes De La Torre – Radio Vaticano).


miércoles, 30 de diciembre de 2015

«LA PALABRA HECHA CARNE NOS DIVINIZA»



No prestamos nuestra adhesión a discursos vacíos ni nos dejamos seducir por pasajeros impulsos del corazón, como tampoco por el encanto de discursos elocuentes, sino que nuestra fe se apoya en las palabras pronunciadas por el poder divino. Dios se las ha ordenado a su Palabra, y la Palabra las ha pronunciado, tratando con ellas de apartar al hombre de la desobediencia, no dominándolo como a un esclavo por la violencia que coacciona, sino apelando a su libertad y plena decisión. 

Fue el Padre quien envió la Palabra, al fin de los tiempos. Quiso que no siguiera hablando por medio de un profeta, ni que se hiciera adivinar mediante anuncios velados; sino que le dijo que se manifestara a rostro descubierto, a fin de que el mundo, al verla, pudiera salvarse. Sabemos que esta Palabra tomó un cuerpo de la Virgen, y que asumió al hombre viejo, transformándolo. 

Sabemos que se hizo hombre de nuestra misma condición, porque, si no hubiera sido así, sería inútil que luego nos prescribiera imitarle como maestro. Porque, si este hombre hubiera sido de otra naturaleza, ¿cómo habría de ordenarme las mismas cosas que él hace, a mí, débil por nacimiento, y cómo sería entonces bueno y justo? Para que nadie pensara que era distinto de nosotros, se sometió a la fatiga, quiso tener hambre y no se negó a pasar sed, tuvo necesidad de descanso y no rechazó el sufrimiento, obedeció hasta la muerte y manifestó su resurrección, ofreciendo en todo esto su humanidad como primicia, para que tú no te descorazones en medio de tus sufrimientos, sino que, aun reconociéndote hombre, aguardes a tu vez lo mismo que Dios dispuso para él. 



Del tratado de san Hipólito, presbítero, Refutación de todas las herejías (Cap. 10, 33-34: PG 16, 3452-3453)
Fuente: News va.

Hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén


Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 36-40
En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.
Palabra del Señor.

martes, 29 de diciembre de 2015

Primera oración del Encuentro Europeo de Taizé en Valencia



 Decenas de miles de jóvenes han abarrotado esta noche las dos carpas gigantes instaladas en el viejo cauce del río Turia, la Catedral y los templos principales de la capital valenciana durante la

El cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, acompañado de su obispo auxiliar, monseñor Esteban Escudero, han participado en la oración en la Catedral de Valencia, junto con monjes de la comunidad ecuménica de Taizé, y cerca de cuatro mil personas sentadas en el suelo, al haber sido retirados los bancos de la Seo.

De igual manera, el prior de la comunidad ecuménica de Taizé, el hermano Alois, ha tomado parte en la vigilia en la carpa B, situada frente al puente de Serranos, y ha agradecido, dirigiéndose en valenciano a las familias y parroquias de la archidiócesis de Valencia, la "calurosa bienvenida de vuestros corazones".

En su mensaje el hermano Alois ha relatado su viaje de estas navidades a Beirut y a la ciudad siria de Homs, donde, según ha señalado, "cada uno de los que conocí, me decía `Rece por nosotros´". También ha evocado cómo en la catedral greco católica de Homs, en ruinas, los feligreses han celebrado la fiesta de Navidad, "donde el mensaje de paz de la Palabra de Dios era sentido tan intensamente".

"En Navidad recordamos que Jesucristo vino como testigo de la infinita misericordia de Dios y le pedimos que nos muestre qué podemos hacer ante estos conflictos, cómo podemos contribuir sin demora para hacer posible que su paz brille".


A este respecto, ha asegurado que "la paz del mundo empieza en el corazón". Y para transformar los corazones y hacer mujeres y hombres de paz, "necesitamos el coraje de la palabra de Dios, el coraje de su misericordia".
Religión digital

"Sean un oasis de misericordia": aliento del Papa a los jóvenes del Encuentro Europeo de Taizé

"Queridos jóvenes:

Miles de vosotros os habéis reunido en Valencia, España, con ocasión del 38° Encuentro Europeo organizado por la Comunidad de Taizé. El tema de la misericordia, que os reúne y en el que vais a profundizar durante el 2016 hace que el Papa Francisco se sienta especialmente cercano a vosotros, sobre todo después del inicio del Jubileo de la Misericordia el 8 de diciembre. Es su deseo que “los cristianos puedan reflexionar durante el Jubileo sobre las obras de Misericordia” (Documento de Indicción del Jubileo Extraordinario de la Misericordia). El Santo Padre os agradece de todo corazón que os dediquéis a esta tarea con toda la fuerza creativa y la imaginación de vuestra juventud.

Vosotros queréis también que la Misericordia se manifieste en todas sus formas, incluida su esfera social. El Papa os anima a continuar por este camino y a tener el coraje de la misericordia, el cual os va a guiar no solamente a recibirla vosotros en vuestras vidas, sino también para estar cerca de las personas más desamparadas. Vosotros sabéis que la Iglesia está aquí para toda la humanidad y “allí donde están los cristianos, todos tendrían que encontrar un oasis de misericordia”. Esto es en lo que se pueden convertir vuestras comunidades.

Esto se aplica de manera particular a los muchos emigrantes que necesitan nuestra acogida. El Papa escribió hace algunos meses al Hermano Alois por el centenario del nacimiento del Hermano Roger: “el Hermano Roger amaba a los pobres, a los más desamparados, a los que aparentemente a nadie importan. Él ha demostrado con su vida y la de sus hermanos que la oración va unida con la solidaridad humana”. A través de vuestra práctica de la solidaridad y de la misericordia, podréis vivir esta alegría exigente, rica de significado, a la cual os llama el Evangelio.

El Santo Padre os desea que durante estos hermosos días, en los cuales os reunís en Valencia, rezando y compartiendo, podáis descubrir mejor a Cristo, “el rostro de la misericordia del Padre”. Él ha hablado ya a través del Profeta Oseas cuando ha transmitido a su pueblo el mensaje “yo deseo misericordia y no sacrificios”.

De todo corazón el Papa Francisco manda su bendición a los jóvenes que participan en el Encuentro, a los Hermanos de Taizé y a todas las familias que acogerán en Valencia y en los alrededores.

Cardenal Pietro Parolin 

Alégrese el cielo, goce la tierra.


Sal 95, 1-2a. 2b-3. 5b-6
Alégrese el cielo, goce la tierra.
Cantad al Señor un cántico nuevo, 
cantad al Señor, toda la tierra; 
cantad al Señor, bendecid su nombre.
Alégrese el cielo, goce la tierra.
Proclamad día tras día su victoria. 
Contad a los pueblos su gloria, 
sus maravillas a todas las naciones.
Alégrese el cielo, goce la tierra.
El Señor ha hecho el cielo; 
honor y majestad lo preceden, 
fuerza y esplendor están en su templo.
Alégrese el cielo, goce la tierra.


Luz para alumbrar a las naciones

Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 22-35
Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, corno dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.»
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
«Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo, diciendo a María su madre:
- «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»

Palabra del Señor

lunes, 28 de diciembre de 2015

Carlos Osoro: "Cuidad la familia, hagamos que la familia tenga el protagonismo"

"Un hombre y una mujer concretos hicieron posible que nosotros estemos aquí"

Pasadas las 12:15 horas ha comenzado en la catedral de Santa María la Real de la Almudena la Misa de la Sagrada Familia 2015, presidida por el arzobispo de Madrid -quien llevaba desde las 9:00 horas bendiciendo familias-. Monseñor Osoro ha comenzado su homilía agradeciendo la presencia del nuncio de Su Santidad en España, monseñor Renzo Fratini, porque nos acerca al Papa «que tanto ha hecho por la familia» desde que se convirtió en Sucesor de Pedro.
Acto seguido, el prelado ha invitado a «contemplar la Sagrada Familia» y ver lo que esta familia «nos alienta y nos dice a todos nosotros», resaltando «tres aspectos esenciales»: que la familia nace de dos laderas, que hay que hacer un cántico a esta con la propia vida, y que debe ser misionera.
En primer lugar, monseñor Osoro ha recordado que, tal y como hemos leído en el Libro del Eclesiástico, «para venir a esta existencia necesitamos dos laderas: padre y madre». «Ha sido maravilloso leer cómo la familia se inicia precisamente con el padre y la madre, con los esposos que se dan gratuitamente como se da Dios a los hombres. [...] Un hombre y una mujer con rostro concreto hicieron posible que nosotros estemos aquí en este mundo [...], cómo no respetar al padre y la madre», ha abundado.
En segundo lugar, el arzobispo ha narrado que, desde las nueve de la mañana, ha estado bendiciendo familias y que estas «piden la bendición para que el Señor llegue». «Yo estoy seguro de que el Señor llega», ha apostillado, para luego incidir en la necesidad de hacer «un cántico a la familia con vuestra propia vida»; es decir, no se puede perder de vista que la familia es un «hogar de misericordia» en el que sus integrantes han recibido «el abrazo de Dios» y en consecuencia deben entregarlo.

En tercer lugar, monseñor Osoro ha pedido a las familias que sean «familias misioneras», como esa que se describe en el Evangelio, en el pasaje en el que José y María van a Jerusalén y allí pierden a Jesús, al que luego encuentran en el templo. «"¿Por qué me buscabais?", les dice. "No sabéis que tengo que estar en la casa de mi Padre"», ha recordado, animando a formar familias misioneras que «se convierten en templo vivo de un Dios que quiere comunicarse»; «familias misioneras en las que Jesús nos describe dónde está la clave». «Convertid vuestros hogares en esa casa de la que Jesús habla. [...] Nunca tengáis vergüenza de terminar el día pidiendo perdón, eso crea perpetuidad», ha aseverado.
«Cuidad la familia, hagamos que la familia tenga el protagonismo; un protagonismo que es sanador de la existencia y de la convivencia humana. Es sanador porque asume la presencia de Dios y entrega el abrazo de Dios, entrega en definitiva la misericordia», ha pedido a continuación.
El prelado ha terminado su homilía rescatando la cita que figura en la tarjeta que está entregando a las familias que se acercan a verlo a los pies de la Virgen de la Almudena: «En nuestra familia se nace y vive en la atmósfera de amor, perdón, entrega, alegría, compromiso con los que más necesitan. Lo aprendemos mirando a la Sagrada Familia».

Ahora, el prelado va a seguir bendiciendo familias hasta las 19 horas, con una pausa a las 17 horas para impartir una bendición general a aquellas familias que lo deseen y no quieran esperar. A las 19:00 horas habrá rezo de Vísperas y bendición de los novios, para concluir con un recital del Coro de la JMJ.

La Sagrada Familia proteja a todas las familias del mundo y abran la puerta a Dios, ruego del Papa

«En el clima de alegría, que es propio de la Navidad, celebramos en este domingo la fiesta de la Sagrada Familia. Recuerdo el gran encuentro de Filadelfia, en septiembre pasado; las tantas familias que he encontrado en los viajes apostólicos, y las de todo el mundo. Quisiera saludarlas a todas con afecto y reconocimiento, en especial en este tiempo nuestro, en el que la familia está sometida a incomprensiones y dificultades de diversos tipos que la debilitan.
El Evangelio de hoy invita a las familias a percibir la luz de esperanza que mana de la casa de Nazaret, en la cual se ha desarrollado en la alegría la infancia de Jesús, el cual – dice San Lucas -  «iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia, delante de Dios y de los hombres» (2,52). El núcleo familiar de Jesús, María y José es para todo creyente, y en especial para las familias, una auténtica escuela del Evangelio. Aquí admiramos el cumplimiento del plan divino de hacer de la familia una especial comunidad de vida y de amor. Aquí aprendemos que todo núcleo familiar cristiano está llamado a ser 'Iglesia doméstica’, para hacer resplandecer las virtudes evangélicas y volverse fermento de bien en la sociedad. Los rasgos típicos de la Sagrada Familia son: recogimiento y oración, mutua comprensión y respeto, espíritu de sacrificio, trabajo y solidaridad.
Del ejemplo y del testimonio de la Sagrada Familia, cada familia puede aprender indicaciones preciosas para el estilo y las opciones de vida, y puede tomar fortaleza y sabiduría para el camino de cada día. La Virgen y San José enseñan a acoger a los hijos como don de Dios, a generarlos y educarlos cooperando de forma maravillosa con la obra del Creador y donando al mundo, en cada niño, una sonrisa nueva. Es en la familia unida que los hijos alcanzan la madurez de su existencia, viviendo la experiencia significativa y eficaz del amor gratuito, de la ternura, del respeto recíproco, de la comprensión mutua, del perdón y de la alegría.
Quisiera detenerme sobre todo en la alegría. La verdadera alegría que se experimenta en la familia no es algo casual y fortuito. Es una alegría que es fruto de la armonía profunda entre las personas, que hace saborear la belleza de estar juntos, de sostenernos mutuamente en el camino de la vida. Pero como cimiento de todo está la presencia de Dios, su amor acogedor, misericordioso y paciente hacia todos. Si no se abre la puerta de la familia a la presencia de Dios y a su amor, la familia pierde la armonía, prevalecen los individualismos y se apaga la alegría. Sin embargo, la familia que vive la alegría de la fe, la comunica espontáneamente, es sal de la tierra y luz del mundo, es levadura para toda la sociedad.
Que Jesús, María y José bendigan y protejan a todas las familias del mundo, para que en ellas reinen la serenidad y la alegría, la justicia y la paz, que Cristo naciendo ha traído como don para la humanidad».

(Traducción del italiano: Cecilia de Malak)

Herodes mandó matar a todos los niños en Belén


Lectura del santo evangelio según san Mateo 2, 13-18
Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:
-«Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate
José se levantó, cogió al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta.
«Llamé a mi hijo, para q
ue saliera de Egipto.»
Al verse burlado por los magos, Herodes montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus alrededores, calculando el tiempo por lo que había averiguado de los magos.
Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías:
«Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos, y rehúsa el consuelo, porque ya no viven.»
Palabra del Señor.

domingo, 27 de diciembre de 2015

«EL EJEMPLO DE NAZARET»


Nazaret es la escuela donde empieza a entenderse la vida de Jesús, es la escuela donde se inicia el conocimiento de su Evangelio.

Aquí aprendemos a observar, a escuchar, a meditar, a penetrar en el sentido profundo y misterioso de esta sencilla, humilde y encantadora manifestación del Hijo de Dios entre los hombres. Aquí se aprende incluso, quizá de una manera casi insensible, a imitar esta vida.

Aquí se nos revela el método que nos hará descubrir quién es Cristo. Aquí comprendemos la importancia que tiene el ambiente que rodeó su vida durante su estancia entre nosotros, y lo necesario que es el conocimiento de los lugares, los tiempos, las costumbres, el lenguaje, las prácticas religiosas, en una palabra, de todo aquello de lo que Jesús se sirvió para revelarse al mundo. Aquí todo habla, todo tiene un sentido.

Aquí, en esta escuela, comprendemos la necesidad de una disciplina espiritual si queremos seguir las enseñanzas del Evangelio y ser discípulos de Cristo.
¡Cómo quisiéramos ser otra vez niños y volver a esta humilde pero sublime escuela de Nazaret! ¡Cómo quisiéramos volver a empezar, junto a María, nuestra iniciación a la verdadera ciencia de la vida y a la más alta sabiduría de la verdad divina!
Pero estamos aquí como peregrinos y debemos renunciar al deseo de continuar en esta casa el estudio, nunca terminado, del conocimiento del Evangelio. Mas no partiremos de aquí sin recoger rápida, casi furtivamente, algunas enseñanzas de la lección de Nazaret.

Su primera lección es el silencio. Cómo desearíamos que se renovara y fortaleciera en nosotros el amor al silencio, este admirable e indispensable hábito del espíritu, tan necesario para nosotros, que estamos aturdidos por tanto ruido, tanto tumulto, tantas voces de nuestra ruidosa y en extremo agitada vida moderna. Silencio de Nazaret enséñanos el recogimiento y la interioridad, enséñanos a estar siempre dispuestos a escuchar las buenas inspiraciones y la doctrina de los verdaderos maestros. Enséñanos la necesidad y el valor de una conveniente formación del estudio, de la meditación, de una vida interior intensa de la oración personal que sólo Dios ve.
Se nos ofrece además una lección de vida familiar. Que Nazaret nos enseñe el significado de la familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable, lo dulce e irreemplazable que es su pedagogía y lo fundamental e incomparable que es su función en el plano social.

Finalmente, aquí aprendemos también la lección del trabajo. Nazaret, la casa del hijo del artesano: cómo deseamos comprender más en este lugar la austera pero redentora ley del trabajo humano y exaltarla debidamente; restablecer la conciencia de su dignidad, de manera que fuera a todos patente; recordar aquí, bajo este techo que el trabajo no puede ser un fin en sí mismo, y que su dignidad y la libertad para ejercerlo no provienen tan sólo de sus motivos económicos, sino también de aquellos otros valores que lo encauzan hacia un fin más noble.

Queremos finalmente saludar desde aquí a todos los trabajadores del mundo y señalarles al gran modelo, al hermano divino, al defensor de todas sus causas justas, es decir: a Cristo, nuestro Señor.
De las alocuciones del papa Pablo sexto
(Alocución en Nazaret, 5 de enero de 1964)
Fuente: News Va.

"El verdadero testigo ama, reza, dona y sobre todo perdona, porque el perdón es la expresión más alta del don"

"Esteban es mártir, que significa testigo, porque hace como Jesús", asegura Bergoglio en el Angelus
A la hora del Ángelus del sábado 26 de diciembre, memoria litúrgica de San Esteban, primer mártir cristiano, el Papa Francisco destacó que tras la contemplación de la Solemnidad de la Navidad y, en consecuencia, del amor misericordioso de Dios, en esta ocasión vemos la respuesta coherente del discípulo de Jesús, que da su vida. De hecho, tras el nacimiento en la tierra del Salvador; nace para el cielo su testigo fiel. Y añadió que si bien aparecen siempre las tinieblas del rechazo de la vida, la luz del amor brilla más fuerte porque vence el odio e inaugura un mundo nuevo.
El Santo Padre puso de manifiesto un aspecto singular del relato de los Hechos de los Apóstoles, que acerca a San Esteban al Señor. Y es el hecho de morir perdonando al igual que Jesús. También afirmó que Esteban es mártir, que significa testigo, porque se comporta como el Señor Jesús,rezando, amando, donando y, sobre todo, perdonando, puesto que el perdón es la máxima expresión del don.
El Obispo de Roma invitó a peguntarnos ¿para qué sirve perdonar? Y explicó que encontramos una respuesta precisamente en el martirio de Esteban, quien también perdonó al joven Saulo - que perseguía a la Iglesia - y que gracias al perdón recibido llegó a ser Pablo, el gran Santo, Apóstol de las gentes. Por esta razón, el Papa Bergoglio afirmó que "Pablo nace de la gracia de Dios y del perdón de Esteban".
Al mismo tiempo, el Pontífice dijo que también nosotros nacemos del perdón de Dios. Y no sólo en el Bautismo, sino cada vez que somos perdonados. Mientras sólo cuando somos amados podemos amar a nuestra vez y jamás debemos cansarnos de pedir el perdón divino, porque sólo cuando somos perdonados aprendemos a perdonar.
Francisco admitió, como ha hecho otras veces, que perdonar es siempre muy difícil.De ahí su recomendación a aprender a disculpar las pequeñas o grandes ofensas de cada día mediante la oración, como hizo Esteban. Y debemos hacerlo - dijo - comenzando por nuestro propio corazón: sólo podremos afrontar "el resentimiento que experimentamos, encomendando a quien nos ha hecho el mal a la misericordia de Dios".
Descubriremos así - dijo el Papa - que la lucha interior para perdonar purifica del mal y que la oración y el amor nos liberan de las cadenas interiores del rencor. Antes de rezar a la Madre de Dios, el Pontífice invitó a encomendar a María a las tantas personas que, como San Esteban, padecen persecuciones en nombre de la fe, para que la Virgen oriente nuestra oración, a fin de que recibamos y donemos el perdón.
"Ayer contemplamos el amor misericordioso de Dios, que se ha hizo carne por nosotros; hoy vemos la respuesta coherente del discípulo de Jesús, que da su vida. Ayer nació en la tierra el Salvador; hoy nace para el cielo su testigo fiel. Ayer, como hoy, aparecen las tinieblas del rechazo de la vida, pero brilla más fuerte aún la luz del amor, que vence el odio e inaugura un mundo nuevo", expresó el Papa antes de la oración del ángelus en la plaza de san Pedro notablemente colmada de fieles y peregrinos.
Francisco subrayó un aspecto particular que une a san Esteban al Señor, antes de morir lapidado: "Jesús, clavado en la cruz, había dicho: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen; Esteban poniéndose de rodillas, exclamó en alta voz: Señor, no les tengas en cuenta este pecado. "Por tanto, Esteban es mártir, que significa testigo, porque hace como Jesús; en efecto, es un verdadero testigo que se comporta come Él: que reza, que ama, que dona, pero, sobre todo, que perdona, porque el perdón, como dice la misma palabra, es la expresión más alta del don.
El obispo de Roma explicó que el perdón de Esteban da como resultado la conversión del gran apóstol Pablo que perseguía a la Iglesia y trataba de destruirla. Podemos decir que Pablo nace de la gracia de Dios y del perdón de Esteban. "También nosotros nacemos del perdón de Dios. No sólo en el Bautismo, sino cada vez que somos perdonados nuestro corazón renace, es regenerado. ...Porque sólo cuando somos amados podemos amar a nuestra vez".
Comencemos como Hizo Esteban "afrontando con la oración el resentimiento que experimentamos, encomendando a quien nos ha hecho el mal a la misericordia de Dios" invitó.

Jesús Bastante