"Los emigrantes no vienen a quitarnos lo nuestro
sino a recuperar lo que es suyo"
"Habrá que hacer justicia, por supuesto. Pero sin
que llamemos justicia al placer de hacer daño"
Escribo estas reflexiones sobre todo para
mí mismo: por necesidad de serenarme ante la barbarie del atentado
del viernes en París. Temo que muchos no las acepten. Pediría que
intenten reflexionarlas antes de condenarlas.
1.- Hay al menos una cosa en la que todos
estaremos de acuerdo: los autores de semejante
salvajada son unos verdaderos monstruos. Agrava esta constatación el
que no se trata de seis o siete monstruos excepcionales sino de decenas o
centenas de miles; y sin duda más monstruosos los organizadores que los pobres
ejecutores.
2.- Pero no es eso todo lo que cabe decir:
porque todos los seres humanos somos capaces de lo peor y de lo mejor: podemos
llegar a ser santos pero también podemos llegar a ser monstruos. Y entonces,
queda la pregunta: ¿cómo estos muchachos han
podido llegar a semejantes niveles de inhumanidad? Al intentar
comprenderlo me encuentro con los siguientes datos:
3.- El profeta Isaías dejó escrito que
"la paz es fruto de la justicia". Parece lógico entonces que el fruto de un mundo tan injusto como el nuestro y donde las
diferencias entre los seres humanos son escalofriantes, haya de ser,
necesariamente, la guerra y la violencia.
4.- Todo ser humano muerto antes de
tiempo violentamente, es una tragedia que debe ser llorada. Y no
cabe establecer aquí unos muertos de primera clase (que son los nuestros), y
otros muertos sin importancia que no merecen ni un día de luto.
5.- Hablando de monstruos, recuerdo un
célebre cuadro de Goya: "el sueño de la razón produce monstruos". Esos monstruos del 13N ¿no habrán sido producidos, en parte al
menos, por el sueño de nuestra razón económica? ¿Por esa razón
del máximo beneficio, del mínimo salario, de nuestra monstruosa
"reforma" laboral, de las jubilaciones de 3 millones para los
banqueros, del saqueo del tercer mundo, del lujo, el despilfarro y la
ostentación como motores de la economía, del acaparamiento del petróleo y del
armamento cada vez mayor, para defensa de ese todo desorden?... ¿Son esos en
realidad nuestros verdaderos valores, o los otros a los que apelamos para justificarnos?
No cabe olvidar que, en la historia, cuando las cosas se han torcido y no se
enderezan a tiempo, acaban llevando a situaciones insolubles, o cuya solución
sólo puede venir de un cambio radical de rumbo que sólo puede hacerse poco a
poco y a largo plazo.
José Ignacio González Faus
No hay comentarios:
Publicar un comentario