El
contraste entre las dos escenas es total. En la primera, Jesús pone
a la gente en guardia frente a los escribas del templo. Su religión es falsa:
la utilizan para buscar su propia gloria y explotar a los más débiles. No hay
que admirarlos ni seguir su ejemplo. En la segunda, Jesús observa el gesto de
una pobre viuda y llama a sus discípulos. De esta mujer pueden aprender algo
que nunca les enseñarán los escribas: una fe total en Dios y una generosidad
sin límites.
La
crítica de Jesús a los escribas es dura. En vez de orientar al pueblo hacia Dios buscando su
gloria, atraen la atención de la gente hacia sí mismos buscando su propio
honor. Les gusta «pasearse con amplios ropajes» buscando saludos y reverencias
de la gente. En la liturgia de las sinagogas y en los banquetes buscan «los
asientos de honor» y «los primeros puestos».
Pero hay
algo que, sin duda, le duele a Jesús más que este comportamiento fatuo y pueril
de ser contemplados, saludados y reverenciados. Mientras aparentan una piedad
profunda en sus «largos rezos» en público, se aprovechan de su prestigio
religioso para vivir a costa de las viudas, los seres más débiles e
indefensos de Israel según la tradición bíblica.
Precisamente, una
de estas viudas va a poner en evidencia la religión corrupta de estos
dirigentes religiosos. Su gesto ha pasado desapercibido a todos, pero no a
Jesús. La pobre mujer solo ha echado en el arca de las ofrendas dos pequeñas
monedas, pero Jesús llama enseguida a sus discípulos pues difícilmente
encontrarán en el ambiente del templo un corazón más religioso y más solidario
con los necesitados.
Esta
viuda no anda buscando honores ni prestigio alguno; actúa de manera callada y
humilde. No piensa en explotar a nadie; al contrario, da todo lo que tiene
porque otros lo pueden necesitar. Según Jesús, ha dado más que nadie, pues no
da lo que le sobra, sino «todo lo que tiene para vivir».
No nos
equivoquemos. Estas personas sencillas, pero de corazón grande y generoso, que
saben amar sin reservas, son lo mejor que tenemos en la Iglesia. Ellas son las
que hacen el mundo más humano, las que creen de verdad en Dios, las que
mantienen vivo el Espíritu de Jesús en medio de otras actitudes religiosas
falsas e interesadas. De estas personas hemos de aprender a seguir a
Jesús. Son las que más se le parecen.
José
Antonio Pagola
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