Vigilemos en pie, apoyándonos con
todas nuestras fuerzas en la roca firmísima que es Cristo, como está escrito:
Afianzó mis pies sobre roca, y aseguró mis pasos. Apoyados y afianzados en esta
forma, veamos qué nos dice y qué decimos a quien nos pone objeciones.
Amadísimos hermanos, éste es el primer grado de la contemplación: pensar
constantemente qué es lo que quiere el Señor, qué es lo que le agrada, qué es
lo que resulta aceptable en su presencia. Y, pues todos faltamos a menudo, y
nuestro orgullo choca contra la rectitud de la voluntad del Señor, y no puede
aceptarla ni ponerse de acuerdo con ella, humillémonos bajo la poderosa mano
del Dios altísimo y esforcémonos en poner nuestra miseria a la vista de su
misericordia, con estas palabras: Sáname, Señor, y quedaré sano; sálvame y
quedaré a salvo. [...]
En estos dos grados está todo el resumen de nuestra vida espiritual: Que la propia consideración ponga quietud y tristeza en nuestra alma, para conducir a la salvación, y que nos hallemos como en nuestro elemento en la consideración divina, para lograr el verdadero consuelo en el gozo del Espíritu Santo. Por el primero, nos fundaremos en el santo temor y en la verdadera humildad; por el segundo, nos abriremos a la esperanza y al amor.
De los sermones de san Bernardo, abad
(Sermón 5 sobre diversas materias, 4-5: Opera omnia, edición cisterciense, 6,1 [1970] 103-104)
Fuente: News.va
En estos dos grados está todo el resumen de nuestra vida espiritual: Que la propia consideración ponga quietud y tristeza en nuestra alma, para conducir a la salvación, y que nos hallemos como en nuestro elemento en la consideración divina, para lograr el verdadero consuelo en el gozo del Espíritu Santo. Por el primero, nos fundaremos en el santo temor y en la verdadera humildad; por el segundo, nos abriremos a la esperanza y al amor.
De los sermones de san Bernardo, abad
(Sermón 5 sobre diversas materias, 4-5: Opera omnia, edición cisterciense, 6,1 [1970] 103-104)
Fuente: News.va
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