Los profetas
de Israel usaban con frecuencia la «sordera» como una metáfora provocativa para
hablar de la cerrazón y la resistencia del pueblo a su Dios. Israel «tiene
oídos pero no oye» lo que Dios le está diciendo. Por eso, un profeta llama a
todos a la conversión con estas palabras: «Sordos, escuchad y oíd».
En este
marco, las curaciones de sordos, narradas por los evangelistas, pueden ser
leídas como «relatos de conversión» que nos invitan a dejarnos curar por
Jesús de sorderas y resistencias que nos impiden escuchar su llamada al
seguimiento. En concreto, Marcos ofrece en su relato matices muy sugerentes
para trabajar esta conversión en las comunidades cristianas.
·El sordo
vive ajeno a todos. No parece ser consciente de su estado. No hace nada por
acercarse a quien lo puede curar. Por suerte para él, unos amigos se interesan
por él y lo llevan hasta Jesús. Así ha de ser la comunidad cristiana: un grupo
de hermanos y hermanas que se ayudan mutuamente para vivir en torno a
Jesús dejándose curar por él.
·La curación
de la sordera no es fácil. Jesús toma consigo al enfermo, se retira a
un lado y se concentra en él. Es necesario el recogimiento y la relación
personal. Necesitamos en nuestros grupos cristianos un clima que permita un
contacto más íntimo y vital de los creyentes con Jesús. La fe en Jesucristo
nace y crece en esa relación con él.
·Jesús
trabaja intensamente los oídos y la lengua del enfermo, pero no basta. Es
necesario que el sordo colabore. Por eso, Jesús, después de levantar los ojos
al cielo, buscando que el Padre se asocie a su trabajo curador, le grita al
enfermo la primera palabra que ha de escuchar quien vive sordo a Jesús
y a su Evangelio: «Ábrete».
Es urgente
que los cristianos escuchemos también hoy esta llamada de Jesús. No son
momentos fáciles para su Iglesia. Se nos pide actuar con lucidez y
responsabilidad. Sería funesto vivir hoy sordos a su llamada, desoír sus
palabras de vida, no escuchar su Buena Noticia, no captar los signos de
los tiempos, vivir encerrados en nuestra sordera. La fuerza sanadora de
Jesús nos puede curar.
José Antonio
Pagola
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