El Protoevangelium de Santiago nos ofrece la siguiente historia: En
Nazaret vivían Joaquín y Ana, una pareja rica y piadosa pero que no tenía
hijos.
Cuando en una fiesta Joaquín se presentó para ofrecer sacrificio en el
Templo, fue rechazado por un tal Rubén, bajo el pretexto de que hombres sin
descendencia no eran dignos de ser admitidos.
Joaquín, cargado de pena, no volvió a su casa sino que se fue a las
montañas a presentarse ante Dios en soledad.
También Ana, habiendo conocido la razón de la prolongada ausencia de su
esposo, clamó al Señor pidiéndole que retirase de ella la maldición de la esterilidad
y prometiéndole dedicar su descendencia a Su servicio.
Sus oraciones fueron escuchadas; un ángel visitó a Ana y le dijo:
"Ana, el Señor ha mirado tus lágrimas; concebirás y darás a luz y
el fruto de tu vientre será bendecido por todo el mundo".
El ángel hizo la misma promesa a Joaquín, quién volvió a donde su
esposa. Ana dio a luz una hija a quien llamó Miriam (María).
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