Todos nuestros sufrimientos, pérdidas y despedidas:
sean de los seres queridos y de las cosas que hemos amado o sean las pérdidas
propias que limitan cada vez más nuestra fuerza física, nos colocan ante la
realidad de la muerte, que es el resumen de todas limitaciones.
Pueden ser leídas desde una mirada que no ve sino
absurdo y sinsentido en la existencia humana. O podemos entenderlas desde la hondura de una espiritualidad de la
entrega, como confianza en Dios y parte de su misteriosa pedagogía hacia la
salvación
Nuestras
pérdidas, nuestros sufrimientos, pueden enseñarnos algo más de nosotros mismos,
de los demás y de Dios, pues ayudan a que el individuo se detenga, mire hacia
atrás de otro modo y examine distinguiendo entre lo accidental y lo esencial,
entre lo que vale la pena y lo que es pura apariencia.
Los sufrimientos
nos preparan para hacernos más amigos de nuestras sombras y de las muertes que
nos habitan y que a menudo le ocultamos a los demás, porque para ser plenamente
humanos hemos de mirar la totalidad de lo que somos.
Necesitamos
del proceso espiritual que nos permita afrontar desde Dios aquello que nos
arrancará de nuestros amores para vivirlos definitivamente desde el Amor.
Un proceso
espiritual que tiene que llevarnos a acoger el tiempo que llega, con sus
quiebras y disminuciones, y descubrirlo como tiempo de Dios, que quiere
hacernos más suyos.
Y haciendo que
la vida fluya de nosotros hacia los otros pasando el relevo y aprendiendo a
morir, con la esperanza de un nuevo comienzo que dejamos en las manos de los
demás, con confianza.
La disminución
total es "saberse por entero en las
manos de Dios y aceptar que toda la iniciativa es suya", como dijo el P. Arrupe.
Necesitamos
la oración:
Como decía
santa Teresa de Jesús "Orar es
tratar de amistad, estando muchas veces a solas con Quien sabemos nos ama"
Jesús hace vida de oración, ora con el Padre, ora por
nosotros y nos enseña a orar al Padre. Orar para conocernos mejor: "Jamás nos acabamos de conocer si no
intentamos conocer a Dios", san Juan de la Cruz.
Hablarle como Padre, pedirle como Padre, contarle
nuestros sufrimientos y pedirle remedio para ellos.
Santa Teresa decía: Cuando miramos hacia dentro y encontramos a Dios, consuela mucho ver
que encontramos con quien hablar y entender que nos oye y los sentimientos de
ternura que nos despierta"
"Si
estáis con trabajos o tristes, miradle camino al huerto o miradle cargado con
la cruz, miraros a Él con unos ojos tan hermosos y piadosos y olvidará sus
dolores para consolar los vuestros, solo porque os vais con Él a consolar y
porque volvéis la cabeza a mirarle"
Mirar a Jesús
Jesús en la angustia de su pasión abrió su corazón y
su ser a la acción de Dios y por eso su cruz es para los cristianos icono de
que somos barro y fragilidad, dolor y muerte. Pero también es signo de que
estamos de determinación y resistencia, de entrega. Porque la cruz es camino
que conduce a ganar, el derecho a tener voz cuando pase la guerra, a ser luz para
los pueblos y sus gentes.
"En la muerte, como en un océano, vienen a confluir nuestras disminuciones
bruscas y graduales... Superemos la muerte descubriendo a Dios en ella. Y lo
divino se hallará instalado en el corazón de nosotros mismos; en el último
reducto que parecía escapársele... Cristo ha vencido a la muerte, no sólo
reprimiendo sus desafueros, sino embotando su aguijón. En virtud de la
resurrección nada hay que mate necesariamente, sino que todo en nuestras vidas
es susceptible de convertirse en contacto bendito de las manos divinas y en bendita influencia de la voluntad de
Dios... Tal es el hecho que domina toda explicación y toda discusión.*
Precisamente, la resurrección de Jesús dice que todo
es susceptible de convertirse en bondad. Encontrar a Dios en el sufrimiento
para rendir la vida ante el Misterio, en actitud de entrega: "Tomad, Señor
y recibid"
* Pierre TEILHARD DE CHARDIN. Escritos Esenciales
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