Nuestra vocación es escuchar lo
que el Señor nos pide:''Consolad a mi pueblo''. De hecho, se nos pide que
consolemos y ayudemos, sin distinción alguna, a todos nuestros hermanos
oprimidos bajo el peso de sus cruces, acompañándolos, sin cansarnos nunca de trabajar
para levantarlos con la fuerza que viene de Dios''. Así se dirigió ayer tarde
el Papa Francisco a los obispos de la Conferencia Episcopal Italiana
inaugurando su LXVIII asamblea que hasta el 21 de mayo analizará en el Vaticano
la recepción de la Exhortación Apostólica ''Evangelii gaudium'' (La alegría del
Evangelio).
Anunciar la alegría del evangelio en un momento histórico tan
difícil como el actual, supone para los prelados ''ir a contracorriente: es
decir, ser testigos gozosos de Cristo resucitado para transmitir alegría y
esperanza a los demás'', dijo el Santo Padre, que en su discurso ilustró la
importancia de la ''sensibilidad eclesial'' que significa asumir los mismos
sentimientos de Cristo, ''sentimientos de humildad, de compasión, de misericordia,
de concreción y de sabiduría''.
Una sensibilidad que comporta no ''ser tímidos .. a la hora de
denunciar y luchar contra una mentalidad generalizada de corrupción pública y
privada que ha empobrecido, sin avergonzarse, a las familias, a los jubilados,
a los trabajadores honestos, a las comunidades cristianas, descartando a los
jóvenes, privados sistemáticamente de cualquier esperanza para su futuro, y
sobre todo marginando a los más débiles y necesitados. Una sensibilidad
eclesial que, como buenos pastores, nos lleva a salir al encuentro del pueblo
de Dios para defenderlo de las colonizaciones ideológicas que lo privan de la
identidad y la dignidad humana''.
Esa sensibilidad se manifiesta también a la hora de tomar
decisiones pastorales y elaborar documentos en que no prevalezca ''el aspecto
teorético-doctrinal abstracto, casi como si nuestras orientaciones no
estuvieran destinadas a nuestro pueblo, o a nuestro país, sino sólo a algunos
estudiosos y especialistas''. ''En cambio -subrayó Francisco- debemos
esforzarnos por traducirlos en propuestas concretas y comprensibles''.
El fortalecimiento de la función esencial de los laicos es otra de
las aplicaciones concretas de la sensibilidad pastoral ya que ''los laicos que
tienen una formación cristiana auténtica, no deberían necesitar a un
obispo-piloto, o a un monseñor-piloto... para asumir sus responsabilidades en
todos los ámbitos: desde el político al social, pasando por el económico y
legislativo''. ''Todos tienen necesidad, en cambio, del obispo pastor''.
Por último, la sensibilidad eclesial se revela concretamente en la
colegialidad y en la comunión entre los obispos y sus sacerdotes; en la
comunión entre los propios obispos; entre las diócesis ricas - materia y
vocacionalmente - y las que atraviesan dificultades; entre las periferias y el
centro; entre las conferencias episcopales y los obispos con el Sucesor de
Pedro. ''En algunas partes del mundo se nota -señaló Francisco- una
debilitacion difusa de la colegialidad, sea en la planificación pastoral, como
en la puesta en común de los proyectos económicos y financieros. Falta la
costumbre de comprobar la recepción de los programas y la ejecución de los
proyectos. Por ejemplo, se organiza una conferencia o un evento que, dando
relieve a las voces habituales narcotiza a las comunidades, homologando
decisiones, opiniones y personas, en lugar de dejarnos llevar a esos horizontes
donde el Espíritu Santo nos pide que vayamos''.
''¿Por qué se dejan envejecer tanto los institutos religiosos, los
monasterios, las congregaciones, hasta el punto de no ser ya casi testimonios
evangélicos fieles al carisma fundacional? ¿Por qué no se los agrupa antes de
que sea demasiado tarde desde tantos puntos de vista?''. Se trata de un
problema mundial que, como afirmó el Santo Padre, denota una falta de
sensibilidad eclesial.
''Me detengo aquí después de haber presentado algunos ejemplos de
sensibilidad eclesial debilitada a causa de la confrontación continua con los
enormes problemas del mundo y de la crisis que no ha escatimado ni siquiera la
misma identidad cristiana y eclesial', terminó el Obispo de Roma pidiendo al
Señor que durante el Jubileo de la Misericordia conceda a todos ''la alegría de
redescubrir y hacer fecunda la misericordia de Dios con la que estamos llamados
a dar consuelo a todo hombre y mujer de nuestro tiempo''.
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