«Fuisteis conducidos a
la santa piscina del divino bautismo, como Cristo desde la cruz fue llevado al
sepulcro. Y se os preguntó a cada uno si creíais en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo. Después de haber confesado esta fe salvadora, se os
sumergió por tres veces en el agua y otras tantas fuisteis sacados de la misma:
con ello significasteis, en imagen y símbolo, los tres días de la sepultura de
Cristo.
Pues, así como nuestro Salvador pasó en el seno de
la tierra tres días y tres noches, de la misma manera vosotros habéis imitado
con vuestra primera emersión el primer día que Cristo estuvo en la tierra, y,
con vuestra inmersión, la primera noche. Porque, así como de noche no vemos
nada y, en cambio, de día lo percibimos todo, del mismo modo en vuestra
inmersión, como si fuera de noche, no pudisteis ver nada; en cambio, al
emergeros pareció encontraros en pleno día; y en un mismo momento os
encontrasteis nuevos y nacidos, y aquella agua salvadora os sirvió a la vez de
sepulcro y de madre. [...]
No hemos muerto ni hemos sido sepultados, ni hemos
resucitado después de crucificados en el sentido material de estas expresiones,
pero, al imitar estas realidades en imagen hemos obtenido así la salvación
verdadera. Cristo sí que fue realmente crucificado y su cuerpo fue realmente
sepultado y realmente resucitó; a nosotros, en cambio, nos ha sido dado, por
gracia, que, imitando lo que él padeció con la realidad de estas acciones,
alcancemos de verdad la salvación.
¡Oh exuberante amor para con los hombres! Cristo
fue el que recibió los clavos en sus inmaculadas manos y pies, sufriendo
grandes dolores, y a mí, sin experimentar ningún dolor ni ninguna angustia, se
me dio la salvación por la comunión de sus dolores».
News.Va
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