En
el contexto cultural contemporáneo a Jesús el imaginario del banquete mesiánico (Is
25, 6-10) como el gran signo de la irrupción de la novedad de Dios en la
historia tenía mucha fuerza entre los creyentes judíos. Por eso Jesús desde la
experiencia inclusiva del amor compasivo del Abba, lo va a historizar y radicalizar
tanto con sus parábolas (Mt 22,4) como con sus hechos: practicando una
comensalidad abierta (Lc 15,2). Sus comidas con pecadores, publicanos y prostitutas
inauguran un nuevo orden cuyo centro es el amor y la compasión más que la ley y
las tradiciones excluyentes. Esta práctica de Jesús sitúa en condiciones de
igualdad a todos los seres humanos en su accesibilidad Dios y a los bienes de
la tierra. Por eso algunos teólogos y teólogas afirman a Jesús le mataron por su forma de
compartir la mesa y por con quienes eligió
hacerlo.
Las comidas de Jesús quiebran la imagen de un Dios
sólo para selectos y revelan aun Dios cuyo ser y hacer es misericordia en acción,
compasión solidaria, cercanía e identificación con los y las excluidas. Pero la
Ultima Cena de Jesús no es tampoco una
de tantas comidas de Jesús, sino que tiene un carácter de “memorial” de “testamento”.
Jesús es consciente que en torno a él se va cerrando un cerco y busca la
intimidad con sus discípulos para compartirles los secretos de su corazón y
para ratificar su deseo de entrega, de seguir adelante en la misión que el Abba
le ha encomendado. Por eso La Última Cena es un compendio de lo que ha sido la
vida de Jesús. Su originalidad radica también en que Jesús es el “anfitrión” y
se presenta a la vez como “el que sirve”, algo absolutamente inusual en la
mentalidad judía donde quienes servían en las comidas eran las mujeres, y los
esclavos. Al hacerlo Jesús ocupa su lugar.
Este mismo sentido es el que expresa el texto del
Lavatorio. El testamento que Jesús nos
deja a sus seguidores y seguidoras es el servicio. Este Jesús “agachado”, con
jofaina y toalla en mano, rompe la dialéctica del amo y del esclavo y nos revela
a un Dios identificado con los últimos, sirviendo desde abajo e inaugurando desde
ese lugar la horizontalidad del Reino, la gran fiesta de la fraternidad humana.
Celebrar la Eucaristía, comulgar a Cristo
es identificarnos con su persona y su proyecto como servidores y servidoras de
la fraternidad humana.“Haced esto en
memoria mía”, es seguir actualizando la existencia al modo
de Jesús. La Eucaristía no es un rito sino una dinámica existencial. Comer a
Jesús es actualizar su memoria transformadora
en nuestro mundo, por eso nunca es un tranquilizante, sino más bien un riesgo.
¿A qué riesgos nos invitan hoy nuestras
Eucaristías?
Artículo escrito por Pepa Torres en REVISTA HOMILÉTICA 2015
Artículo escrito por Pepa Torres en REVISTA HOMILÉTICA 2015
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