El Señor dijo concisamente: Yo
soy la luz del mundo: el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá
la luz de la vida. [...] Quedaremos iluminados, hermanos, si tenemos el colirio
de la fe. Porque fue necesaria la saliva de Cristo mezclada con tierra para
ungir al ciego de nacimiento. También nosotros hemos nacido ciegos por causa de
Adán, y necesitamos que el Señor nos ilumine. Mezcló saliva con tierra; por
ello está escrito: La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros. Mezcló
saliva con tierra, pues estaba también anunciado: La verdad brota de la tierra;
y él mismo había dicho: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida.
Disfrutaremos de la verdad cuando lleguemos a verlo cara a cara, pues también esto se nos promete. Porque, ¿quién se atrevería a esperar lo que Dios no se hubiese dignado dar o prometer? Lo veremos cara a cara. El Apóstol dice: Ahora vemos confusamente en un espejo; entonces veremos cara a cara. Y Juan añade en su carta: Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Ésta es una gran promesa.
Disfrutaremos de la verdad cuando lleguemos a verlo cara a cara, pues también esto se nos promete. Porque, ¿quién se atrevería a esperar lo que Dios no se hubiese dignado dar o prometer? Lo veremos cara a cara. El Apóstol dice: Ahora vemos confusamente en un espejo; entonces veremos cara a cara. Y Juan añade en su carta: Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Ésta es una gran promesa.
De los
tratados de san Agustín, obispo, sobre el evangelio de san Juan
(Tratado 34, 8-9: CCL 36, 315-316)
(Tratado 34, 8-9: CCL 36, 315-316)
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