miércoles, 29 de septiembre de 2010

Los Ángeles

El grande Doctor de la Iglesia, San Bernardo Abad, nos exhorta a amar afectuosamente a los ángeles y a confiar en ellos, porque estos espíritus celestiales nos han sido dados por Dios para acompañarnos y protegernos en el camino de nuestra vida: “Amemos entrañablemente a estos espíritus, que han de ser algún día nuestros coherederos. ¿Qué podremos temer bajo su custodia? Ni pueden ser vencidos ni sobornados. Ni pueden engañar, ni hay medio de que los engañen. Son fieles, prudentes y poderosos. ¿Por qué temer? Sigámosles, escuchémosles, y vivamos bajo la protección de Dios”. (Cfr. Oficio de Lectura para la memoria de los Santos Ángeles custodios).

Los ángeles son mensajeros de felicidad que nos indican constantemente la dirección a seguir para escoger el bien y evitar el mal, viviendo según la libertad de los hijos de Dios. En medio a todos nuestros combates, ellos están junto a nosotros para defendernos de los espíritus del mal y sostenernos en el combate más difícil: el que tenemos contra nuestro egoísmo.

Benedicto XVI

Recemos, entonces, para que los ángeles nos acompañen siempre y nos dejemos guiar por ellos en el camino hacia el Señor.

sábado, 25 de septiembre de 2010

El pobre Lázaro y el rico Epulón

Esta impresionante parábola, en que el rico disfruta y se vanagloria de sus riquezas, mientras que el pobre está en la puerta esperando un poco de comida,  sigue ocurrriendo todos los días en el mundo actual y lo más lamentable es que nos hemos acostumbrado. Y todavía mucho peor es que ni siquiera los vemos, los Lázaros de hoy son invisibles para muchas personas.
Jesús no solo nos enseña que hay que luchar contra las desigualdades del mundo, también nos indica que aquí y ahora es cuando tenemos que cambiar y ayudar a nuestro prójimo, luego en la vida eterna no podremos cambiar nuestros hechos.
El Papa Pablo VI en la encíclica Populorum progressio, hablando de la lucha contra el hambre, escribió: "Se trata de construir un mundo donde todo hombre (...) pueda vivir una vida plenamente humana, (...) donde el pobre Lázaro pueda sentarse a la misma mesa que el rico" (n. 47). Las causas de las numerosas situaciones de miseria son —recuerda la encíclica—, por una parte, "las servidumbres que le vienen de la parte de los hombres" y, por otra, "una naturaleza insuficientemente dominada" (ib.). Por desgracia, ciertas poblaciones sufren por ambos factores a la vez.
Nuestra obligación como cristianos es, dentro de nuestras posibilidades, intentar ayudar a que estas diferencias cada vez sean menores. Y no solamente en el aspecto económico, también hay a nuestro lado mucha gente sola, triste, que necesita de nuestro amor.
H de Carmen

jueves, 23 de septiembre de 2010

De la angustia a la oración por Henri J. M. Nouwen

Una de las maneras menos efectivas de eliminar nuestras preocupaciones es forzarnos en no pensar en las cosas que nos preocupan.
El consejo de Jesús de poner nuestros corazones en el reino de Dios es algo paradójico. Se le pueda dar la siguiente interpretación: Si quieres preocuparte, preocúpate de algo que merezca la pena. Preocúpate de cosas de más extensión que tu familia, tus amigos o la cita de mañana. Preocúpate de las cosas de Dios: ¡de la verdad, de la vida, de la luz!

Sin embargo, tan pronto ponemos nuestro corazón en estas cosas, nuestra mente deja de dar vueltas, porque entramos en comunión con el que está presente aquí y ahora y está dispuesto a darnos lo que más necesitamos. De este modo la angustia se convierte en oración, y nuestro sentimiento de impotencia se transforma en conciencia de recibir el poder del Espíritu de Dios.
Mientras estemos en este mundo, lleno de tensiones y de presiones, nuestra mente nunca estará libre de inquietudes; pero si nos volvemos continuamente con nuestro corazón y nuestra mente al amor comprensivo de Dios, podremos sonreír a nuestras propias inquietudes y tener los ojos y los oídos abiertos a las visiones y a los sonidos del Reino.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Danos tu Luz, Señor

Lucas 8, 16-18


En aquel tiempo Jesús dijo a la muchedumbre: «Nadie enciende una lámpara y la cubre con una vasija, o la pone debajo de un lecho, sino que la pone sobre un candelero, para que los que entren vean la luz. Pues nada hay oculto que no quede manifiesto, y nada secreto que no venga a ser conocido y descubierto. Mirad, pues, cómo oís; porque al que tenga, se le dará; y al que no tenga, aun lo que crea tener se le quitará».

Al que solo  piense  que en tener  más dinero, más poder, más riquezas de este mundo, sin pensar en los valores del espíritu, ¿para qué le sirve?. Está viviendo una felicidad momentánea, falsa y al final de su vida, ¿qué tendrá para ofrecerle al Señor?. Nada. Irá con las manos vacías, ya que todo lo que había amontonado es perecedero y quedará en la Tierra.

Por el contrario, una persona que vive los valores del espíritu, que camina con Jesús, que se alegra de poder ayudar a los demás, ya en este mundo recibe mucho más de lo que da, se llena de amor y de fuerza.
Cuánto más te entregas, más te enriqueces. ¿Cómo será entonces, al mirar cara a cara al Señor?

Jesús, tu que viniste a salvarnos, que viniste a enseñarnos y moriste por nosotros, te pedimos que nos ayudes a entregarnos cada vez más a los demás y con más amor. Que tu luz nos guíe siempre por el buen camino , que no nos abandone nunca y así, podamos ayudar a caminar a otros.
H de Carmen

domingo, 19 de septiembre de 2010

Dios y el dinero

Jesús contrapone la actitud de quien se afana por el dinero y las cosas de aquí abajo, con la de quien vive desprendido y confiado en la providencia de Dios. Aquellos al poner sus esperanzas e ilusiones en el mundo y sus cosas viven en el ansia y la intranquilidad. Esto es porque en último término los éxitos y satisfacciones, tan anhelados, vienen determinados por factores que no siempre pueden controlar. ¿Quién puede predecir el futuro siempre incierto?




Hay bienes tan frágiles como la salud, tan inexplicables como el amor o la amistad sincera. Aspectos, éstos últimos, que son decisivos para la felicidad humana. Además la fugacidad de la vida limita las satisfacciones que estos bienes nos reportan... Desde este punto de vista ¡qué pobres parecen estas aspiraciones! En cambio, los otros, logran superar esa visión materialista para alcanzar, una dimensión espiritual.

Seguir el consejo de Jesús no es fácil, pero reporta tranquilidad, paz y verdadera alegría interior. Saberse en las manos de un Padre bondadoso que nos invita a no preocuparnos de las cosas de este mundo, es una seguridad mejor fundada que las mejores predicciones de negocios. Esto no significa que debemos negar el valor a las cosas de este mundo, pues a todos nos son necesarias. Sin embargo, podemos discernir, con ayuda de Dios, dónde, cuando y cómo poner los cauces a todo ello. Si lo primero en nuestra vida son las cosas de Dios, seguimos viviendo en el mundo, pero todo lo que hagamos será con la intención de construir el Reino, de ayudar a los hermanos y de ganarlos para Cristo con nuestro testimonio, y no por afanes o lucros personales. Además, según la misma promesa, todos los demás bienes se nos darán por añadidura: ¡Lo ha prometido Cristo!
De Catholic.net

lunes, 13 de septiembre de 2010

El hijo pródigo

El hijo pródigo, es un joven que, recibida la herencia del padre, "se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa" (Lucas 15, 13). Al caer en la miseria, se vio obligado a trabajar como un esclavo, aceptando incluso matar el hambre con comida destinada a los animales. "Entonces --dice el Evangelio-- recapacitó" (Lucas 15, 17). Las palabras que prepara para el regreso nos permiten conocer el alcance de su peregrinación interior: regresa 'a casa', a sí mismo, al padre" (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, 2007). "Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: 'Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo'" (Lucas 15, 18-19). San Agustín escribe: "Es el mismo Verbo quien te grita para que vuelvas; el lugar de la tranquilidad imperturbable se encuentra donde el amor no experimenta el abandono" (Confesiones, IV, 11.16). "Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó", (Lucas 15, 20) y lleno de alegría pidió que hicieran una fiesta.


Queridos amigos, ¿cómo no abrir nuestro corazón a la certeza de que, aunque seamos pecadores, somos amados por Dios? No se cansa nunca de salir a nuestro paso, de ser el primero en recorrer el camino que nos separa de Él. El libro del Éxodo nos muestra cómo Moisés, con una súplica confiada y audaz, logró, por así decir, cambiar a Dios del trono del juicio al trono de la misericordia (Cf. 32,7-11.13-14). El arrepentimiento es la medida de la fe y gracias a él se regresa a la Verdad. Escribe el apóstol Pablo: "Fui tratado con misericordia, porque cuando no tenía fe, actuaba así por ignorancia" (1 Timoteo 1, 13). Volviendo a la parábola del hijo que regresa "a casa", experimentamos que cuando aparece el hijo mayor indignado por la cogida festiva ofrecida al hermano, el padre también le sale al paso para suplicarle: ""Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo" (Lucas 15, 31). Sólo la fe puede transformar el egoísmo en alegría y volver a entretejer las relaciones adecuadas con el prójimo y con Dios. "Es justo que haya fiesta y alegría --dice el padre--, porque tu hermano [...] estaba perdido y ha sido encontrado" (Lucas 15, 32).
Benecicto XVI
domingo, 12 de septiembre de 2010

¿Qué créis que sois el hijo pródigo o el hermano mayor?  Yo personalmente creo que a veces soy como el hijo pródigo, que peco y necesito el perdón de Dios. Pero, otras veces actúo como el hijo mayor, lo tengo todo, el amor de Dios, la eucarístía, el sacramento de la penitencia; sin embargo no lo valoro, no me doy cuenta de que debería ser infinitamente feliz, Dios está siempre commigo.
H de Carmen

sábado, 11 de septiembre de 2010

Dios busca al hombre extraviado. San Ambrosio


Puesto que la debilidad de los hombres no sabe mantener un camino firme en este mundo resbaladizo, el buen Médico enseña los remedios contra el extravío, y el Juez misericordioso de ninguna manera rechaza la esperanza del perdón. Por este motivo, san Lucas ha propuesto las tres prábolas siguientes; la oveja que se había extraviado y que fue hallada, la moneda de plata que se había extraviado y se encontró, el hijo que se daba por muerto y que recobró la vida.
Todo ello  es para que este triple remedio nos impulse a curar nuestras heridas .

 La oveja cansada es devuelta al redil por el pastor; la moneda extraviada es hallada; el hijo emprende el camino y regresa a su padre arrepentido de su extravío.

Alegrémonos, pues, de que esta oveja que se extravió en Adán sea levantada por Cristo. Las espaldas de Cristo son los brazos de la cruz; en ella  he dejado mis pecados. Esta oveja es única en su naturaleza, pero no en su persona, como todos nosotros formamos un solo cuerpo pero somos muchos miembros.

Por eso está escrito: Sois el cuerpo de Cristo. El Hijo del hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido, es decir,  a todos los hombres, puesto que si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida.
San Ambrosio.
Texto sacado del Magnificat.

Para saber más de San Ambrosio: Pulsar

lunes, 6 de septiembre de 2010

Toma tu cruz y sígueme

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
- «Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío."


El Señor no nos dice que debemos abandonar a nuestra familia e incluso algunas comodidades, Él nos pide que todo debe estar referido a Él. Y que sin en algún momento nos encontramos en conflicto entre los bienes familiares o materiales y Él, para ser discípulos suyos debemos seguirlo a Él.

"Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío."
Para los hombres de su tiempo, esta afirmación debió de ser durísima, ya que para ellos la cruz era símbolo de castigo y tortura, no tenían la referencia, que nosotros tenemos, Jesús murió en ella pa ra redimir nuestros pecados y resucitó al tercer día.

Ser discípulos de Jesús es ir acopañándolo, ir detrás de Él llevando nuestra cruz.
Nos debemos preguntar, ¿de verdad queremos seguir a Cristo?, ¿o solo nos conformamos con ser un poco mejores?
Debemos pensar que nos impide seguir de verdad a Jesús. Pero como nosotros somos débiles debemos recurrir al Espíritu Santo para que nos ayude, nos dé sabiduría y nos ayude a descubrir el camino para ser verdaderos discípulos de Jesús.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Gracias Señor, Dios mío



Hoy siento la necesidad de darte las gracias Dios mío.
 Gracias por llamarme,  por darme el don de escucharte y decirte sí, por no abandonarme en mis días amargos, por mis buenos días, porque te siento cerca, porque el día que no te siento cerca ,me has dado la fe suficiente para saber que estás a mi lado. Gracias por escuchar mis oraciones y gracias por hacerme entender que no siempre me conviene lo que te pido. Gracias por ser tan paciente conmigo. Gracias por la gente que me quiere, gracias por la gente que quiero. Gracias por todos las personas que has puesto a mi lado. Gracias, porque aunque no me exprese bien, te siento muy dentro. Gracias por darme la vida. Gracias por todo, Señor mío





Salmo 11
Acción de gracias
Amo al Señor, porque escucha
mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí
el día que lo invoco.
Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señor:
"Señor, salva mi vida".

El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó.

Alma mía, recobra tu calma,
que el Señor fue bueno contigo:
arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.

Caminaré en presencia del Señor
en el país de la vida.


A. G.