El hijo pródigo, es un joven que, recibida la herencia del padre, "se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa" (Lucas 15, 13). Al caer en la miseria, se vio obligado a trabajar como un esclavo, aceptando incluso matar el hambre con comida destinada a los animales. "Entonces --dice el Evangelio-- recapacitó" (Lucas 15, 17). Las palabras que prepara para el regreso nos permiten conocer el alcance de su peregrinación interior: regresa 'a casa', a sí mismo, al padre" (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, 2007). "Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: 'Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo'" (Lucas 15, 18-19). San Agustín escribe: "Es el mismo Verbo quien te grita para que vuelvas; el lugar de la tranquilidad imperturbable se encuentra donde el amor no experimenta el abandono" (Confesiones, IV, 11.16). "Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó", (Lucas 15, 20) y lleno de alegría pidió que hicieran una fiesta.
Queridos amigos, ¿cómo no abrir nuestro corazón a la certeza de que, aunque seamos pecadores, somos amados por Dios? No se cansa nunca de salir a nuestro paso, de ser el primero en recorrer el camino que nos separa de Él. El libro del Éxodo nos muestra cómo Moisés, con una súplica confiada y audaz, logró, por así decir, cambiar a Dios del trono del juicio al trono de la misericordia (Cf. 32,7-11.13-14). El arrepentimiento es la medida de la fe y gracias a él se regresa a la Verdad. Escribe el apóstol Pablo: "Fui tratado con misericordia, porque cuando no tenía fe, actuaba así por ignorancia" (1 Timoteo 1, 13). Volviendo a la parábola del hijo que regresa "a casa", experimentamos que cuando aparece el hijo mayor indignado por la cogida festiva ofrecida al hermano, el padre también le sale al paso para suplicarle: ""Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo" (Lucas 15, 31). Sólo la fe puede transformar el egoísmo en alegría y volver a entretejer las relaciones adecuadas con el prójimo y con Dios. "Es justo que haya fiesta y alegría --dice el padre--, porque tu hermano [...] estaba perdido y ha sido encontrado" (Lucas 15, 32).
Benecicto XVI
domingo, 12 de septiembre de 2010
¿Qué créis que sois el hijo pródigo o el hermano mayor? Yo personalmente creo que a veces soy como el hijo pródigo, que peco y necesito el perdón de Dios. Pero, otras veces actúo como el hijo mayor, lo tengo todo, el amor de Dios, la eucarístía, el sacramento de la penitencia; sin embargo no lo valoro, no me doy cuenta de que debería ser infinitamente feliz, Dios está siempre commigo.
H de Carmen
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