Una historia de corrupción cotidiana. Es cuanto narra el Evangelio de San Lucas propuesto por la liturgia del segundo viernes de noviembre, a través de la figura del administrador que despilfarra los haberes del patrón y que, una vez descubierto, en lugar de buscar un trabajo honesto sigue robando con la complicidad de los demás. “Un verdadero grupo de corrupción”, fue la definición que dio el Papa en su homilía aludiendo a los acontecimientos de nuestro tiempo.
“¡Son poderosos éstos, eh! Cuando arman los grupos de corrupción son potentes; incluso llegan a tener actitudes mafiosas. Esta es la historia. Pero ésta no es una fábula, no es una historia que debemos buscar en los libros de historia antigua: la encontramos todos los días en los periódicos, todos los días. Esto sucede también hoy, sobre todo con los que tienen la responsabilidad de administrar los bienes del pueblo, no los propios bienes, porque este administrador de los bienes de los demás, no de los propios. Con los propios bienes nadie es corrupto, los defiende”.
De manera que la enseñanza que Jesús saca de este Evangelio – prosiguió diciendo el Papa Francisco – es precisamente la mayor sagacidad “de los hijos de este mundo” con respecto “a los hijos de la luz”: su mayor corrupción, su astucia llevada adelante “incluso con cortesía”, con “guantes de seda”.
Si hay algo que el cristiano no puede permitirse es ser ingenuo
¿Existe entonces – se preguntó el Santo Padre – “una astucia cristiana?”:
“Si estos son más astutos que los cristianos – aunque no diré cristianos porque también tantos corruptos se dicen cristianos – si estos son más astutos que los que son fieles a Jesús, yo me pregunto: ¿Existe una astucia cristiana? ¿Existe una actitud para quienes quieren seguir a Jesús – pero que no terminen mal – que no acaben siendo comidos vivos – como decía mi mamá: “Comidos crudos” – por los demás? ¿Cuál es la astucia cristiana, una astucia que no sea pecado, pero que sirva para llevarme adelante al servicio del Señor y también de ayuda a los demás? ¿Hay una astucia cristiana?”.
Sí, hay una “intuición cristiana para ir adelante sin caer en los grupos de los corruptos” y en el Evangelio – explicó el Papa – el Señor lo indica con algunas contraposiciones, cuando habla, por ejemplo, de los cristianos que son como “corderos en medio de los lobos” o “prudentes como las serpientes y mansos como la paloma”. Y entonces, ¿qué hacer?
Como cristianos tenemos un tesoro dentro: el tesoro que es el Espíritu Santo
Con tres actitudes Francisco indicó, ante todo una “sana desconfianza”, es decir, estar atentos a quien “promete mucho” y “habla mucho” como “aquellos que te dicen: ‘Haz la inversión en mi banco, que yo te daré un interés doble’”. La segunda actitud es la reflexión, ante las seducciones del diablo que conoce nuestras debilidades. Y, en fin, está la oración.
“Pidamos hoy al Señor que nos dé esta gracia de ser astutos, astutos cristianos, para tener esta astucia cristiana. Si hay algo que el cristiano no puede permitirse es ser ingenuo. Como cristianos tenemos un tesoro dentro: el tesoro que es el Espíritu Santo. Debemos custodiarlo. Y un ingenuo allí se deja robar el Espíritu. Un cristiano no puede permitirse ser ingenuo. Pidamos esta gracia de la astucia cristiana y de la intuición cristiana. También es una buena ocasión para rezar por los corruptos. Se habla del smog que causa la contaminación, pero también hay un smog de corrupción de la sociedad. Oremos por los corruptos: pobrecitos, que encuentren la salida de la cárcel en la que ellos han querido entrar”.
(María Fernanda Bernasconi - SPC).
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