«Colombia ya se merece la paz», le confesó el Papa hace unos días al nuevo embajador mexicano. Una paz duradera y estable. Pero la visita de Francisco a ese país no tiene por objetivo «ratificar» el cuestionado acuerdo entre el Gobierno y la guerrilla de las FARC. Como explica un alto cargo de la Curia romana, «no va a bendecir a los del sí o a los del no». Él mira más allá. Quiere impulsar el inicio de un verdadero proceso de reconciliación, que incluya a todos. Para evitar cualquier instrumentalización, en estos días no se reunirá con líderes guerrilleros
Francisco aterrizó en Bogotá por la tarde de este miércoles, 6 de septiembre. En el área militar del aeropuerto tuvo lugar su ceremonia de bienvenida, encabezada por el presidente Juan Manuel Santos. Pero sus actividades oficiales comenzarán el jueves, con un saludo a las autoridades políticas del país en la Casa de Nariño, sede del Gobierno nacional. Allí mismo sostendrá una audiencia privada con el mandatario y seguirá su jornada con reuniones y actos públicos.
Aunque su agenda de actividades se extenderá hasta este domingo, con visitas a Medellín y Cartagena, la etapa más emblemática es la del viernes, en Villavicencio. «Será el día central, allí el Papa nos dirá que si queremos una reconciliación verdadera entre nosotros debemos iniciar por reconciliarnos con la naturaleza. Villavicencio es la puerta del llano, de la Orinoquia y de la Amazonía, allí el Papa va a decir que, si no respetamos los bienes naturales, vamos a una destrucción», asegura el arzobispo José Octavio Ruiz Arenas a Alfa y Omega.
El secretario del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización y colombiano de más alto rango en la Curia vaticana recordó que, en esa misma ciudad, el Pontífice se encontrará con víctimas y victimarios del conflicto. Allí, en la capital del Meta, el departamento donde se verificó el más alto índice de violencia por la guerrilla.
«[Donde se dieron] tantos secuestros, extorsiones, muertos, se van a encontrar y viendo la necesidad de perdón, de reconciliación, abrazados por el Papa, podrán tener esa esperanza de cambio. Villavicencio será fundamental y allí se dará la beatificación de dos sacerdotes, un obispo y un párroco que cayeron con el fruto de esa violencia política», agrega Ruiz Arenas.
Mártires de la violencia
Se trata de Jesús Emilio Jaramillo Monsalve, obispo de Arauca, asesinado por los guerrilleros del Ejército de Liberación Nacional el 2 de octubre de 1989 y de Pedro María Ramírez Ramos, el mártir de Armero, quien perdió la vida de modo violento el 10 de abril de 1948 durante la revuelta que siguió al homicidio del cacique local Jorge Eliecer Gaitán.
Aunque algunos exponentes del ELN (guerrilla todavía operativa) pidieron públicamente reunirse con Francisco para pedir perdón por el asesinato del obispo, la agenda papal no incluye encuentros privados ni con ellos, ni con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia –ahora reconvertidas en el partido político Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común–. «Precisamente para evitar una polarización. Ellos, los excombatientes, estarán seguramente en alguno de los actos, pero no habrá una palabra especial para ellos o un encuentro personal. De otra manera habría que atender a tantísima otra gente, por ejemplo las víctimas, que son la parte fundamental en este conflicto, a las que debemos ayudar y muchas de las cuales están en situaciones terribles», añade el funcionario vaticano. En definitiva –dice Ruiz Arenas–, el Papa «no va a ratificar, como tal, la firma del tratado con las FARC». Porque él «no pretende apoyar a los del sí o a los del no».
Una población dividida
Con esas palabras el arzobispo colombiano aborda uno de los puntos más candentes de la actualidad colombiana. Porque las negociaciones del Gobierno con los guerrilleros, que dieron como resultado un acuerdo para acabar con más de 50 años de conflicto, no son aceptadas por un sector importante de la población.
El presidente Santos se jugó buena parte de su capital político en el tratado de paz, pero perdió el plebiscito del 2 de octubre de 2016. Al final, decidió imponer la ejecución de los acuerdos por vía legislativa. En ese proceso su imagen pública quedó dañada, sobre todo a nivel interno. Sin importar el consenso internacional ni el premio Nobel de la Paz. En Colombia muchos le acusan de intentar usar la visita apostólica en su favor.
Por eso resulta significativa la aclaración de Ruiz Arenas: el Pontífice no va a bendecir un acuerdo de papel, sino a «impulsar la esperanza de que se logre la paz». «A reafirmarnos en la fe y en el compromiso, porque la paz es un don de Dios, pero debemos construirla a base de justicia, de solidaridad; cada uno de nosotros debe poner de su parte».
Demos el primer paso
La paz es una de las manifiestas prioridades del Papa. Él mismo se lo confió, pocos días atrás, el nuevo embajador de México ante la Santa Sede, Jaime del Arenal Fenochio. Durante una audiencia en el Vaticano, Bergoglio exclamó: «Colombia ya se merece la paz». Más que un deseo, un compromiso plasmado en el lema de su visita: Demos el primer paso.
El mismo Francisco comentó esa frase, en un videomensaje dirigido a los colombianos y transmitido por las televisiones del país. Dar el primer paso, dijo, es salir al encuentro del otro y extender la mano, dar un signo de paz. Una paz que Colombia busca y trabaja para conseguir desde hace mucho tiempo. «Una paz estable, duradera, para vernos y tratarnos como hermanos, nunca como enemigos. La paz nos recuerda que todos somos hijos de un mismo padre que nos ama y nos consuela», agregó. «También la Iglesia está llamada a esta tarea, a promover la reconciliación con el Señor y con los hermanos, y también la reconciliación con el medioambiente que es creación de Dios y que estamos explotando de una manera salvaje».
«Una regeneración espiritual»
En Medellín, la agenda pontificia pondrá el foco en la realidad de la Iglesia gracias el encuentro con sacerdotes, seminaristas, religiosos y grupos apostólicos. En Cartagena tendrá lugar el gran encuentro con los pobres gracias a los recorridos por uno de los barrios más pobres del país y el homenaje a san Pedro Claver, el siervo de los esclavos.
Para Guzmán Carriquiry Lecour, secretario de la Pontificia Comisión para América Latina del Vaticano, Colombia es un país apasionante, porque se trata de la «sede máxima de todas las contradicciones», un territorio con la mayor biodiversidad del mundo, con una geografía atormentada, receptáculo de etnias de todas procedencias, el lugar donde surgió el realismo mágico y 100 años de soledad. «Es un país donde aún está arraigada la tradicional cristiandad, pero también donde se vive una cultura de la violencia y una cultura del narcotráfico que plantea a la Iglesia el desafío de estar a la altura de una regeneración espiritual», advierte en diálogo con Alfa y Omega.
Hacer frente a la pobreza
«Es un pueblo –continúa Carriquiry– que requiere una reconciliación muy profunda para que los acuerdos de paz, que son un paso significativo y audaz, no queden reducidos a la fragilidad y a las ambiciones de poder de las familias de notables que gobiernan el país, sino que encuentren raíces profundas. Las causas de la violencia no se resuelven solamente con un acuerdo de paz si no se ataca el 50 % de la pobreza que sufren los colombianos, si no se ataca con inteligencia los amplios espacios de cultivo, industrialización y comercialización de la cocaína, y de la corrupción generalizada, si no se logra que los caminos de paz sean el objetivo nacional compartido por grandes convergencias políticas y populares de toda Colombia».
Andrés Beltramo Álvarez
Ciudad del Vaticano
Ciudad del Vaticano
Alfa y Omega
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