Cuando el Papa dice que el cristianismo no crece por proselitismo, sino por atracción, alude a la via pulchritudinis en sentido amplio.
El mensaje de salvación del Evangelio es bello, la conversión de vida que produce el encuentro con Cristo es bella. De esta experiencia surgió una estrecha alianza de la Iglesia con el arte, que los últimos pontífices están esforzándose por restaurar.
Pero más allá de recuperar la interlocución con los artistas, el reto es volver a experimentar la fe no como carga sino como acontecimiento liberador que hace la vida más plena.
Lo mejor de nuestra civilización tiene fundamentos cristianos, desde nuestro reconocimiento de unos derechos humanos universales, a la idea de que la cárcel debe ser un lugar de reinserción, no solo de castigo.
Pero toda esa historia hay que conocerla. Y seguir escribiéndola, conscientes de que, en la medida en que vivamos la fe de forma atractiva, otros se interesarán por Jesús. No sorprende así que el Encuentro Madrid –organizado por el movimiento laical Comunión y Liberación– y la Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada –un referente para los religiosos– hayan coincidido en proponer el tema de la belleza. O lo que es lo mismo: la necesidad de proponer al mundo un cristianismo atractivo.
Alfa y Omega
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