El segundo viernes de diciembre a las 9.00 el Papa Francisco asistió a la segunda Predicación de Adviento del Padre Raniero Cantalamessa, Predicador de la Casa Pontificia, en la capilla Redemptoris Mater del Palacio Apostólico. Como todos los años, participan en estas predicaciones los Cardenales, Arzobispos y Obispos, junto a los Secretarios de las Congregaciones, los Prelados de la Curia Romana y del Vicariato de Roma, así como los Superiores Generales y los Procuradores de las Órdenes Religiosas que forman parte de la Capilla Pontificia.
En esta ocasión, prosiguiendo sus reflexiones sobre la obra del Espíritu Santo en la vida del cristiano, el tema de la predicación del Padre Cantalamessa fue: “El Espíritu Santo y el carisma del discernimiento”.
“Para el evangelista Juan – afirmó el Predicador – el discernimiento consiste en “poner a prueba las inspiraciones para saber si provienen realmente de Dios”. Mientras para Pablo el criterio fundamental de discernimiento es confesar a Cristo como “Señor”; a la vez que destacó que para Juan es la confesión que Jesús “vino en la carne”, o sea la Encarnación. De modo que ya con él el discernimiento inicia a ser utilizado en función teológica como criterio para discernir las verdaderas de las falsas doctrinas, o sea la ortodoxia de la herejía.
En el primer punto, titulado “el discernimiento en la vida eclesiástica”, el Predicador recordó que existen dos campos en los que se debe ejercer este don del discernimiento de la voz del Espíritu, a saber: el eclesial y el personal. A la vez que destacó que en ámbito eclesiástico el discernimiento lo ejerce con autoridad el Magisterio, que debe tener en cuenta, entre otros criterios, también el del “sentido de los fieles”, es decir el llamado “sensus fidelium”.
En el segundo punto de su predicación el Padre Cantalamessa se refirió al “discernimiento en la vida personal”, en cuya base, según San Ignacio de Loyola está la doctrina de la “santa indiferencia”, que consiste en ponerse en un estado de total disponibilidad para aceptar la voluntad de Dios, renunciando, desde el comienzo, a toda preferencia personal.
Del tercer y último punto, titulado “dejarse guiar por el Espíritu Santo”, el Predicador presentó el ejemplo luminoso de la vida misma de Jesús, quien siempre inicia todo con el Espíritu Santo. De hecho – dijo – con el Espíritu Santo anduvo por el desierto, con el poder del Espíritu Santo volvió e inició su predicación, “en el Espíritu Santo” eligió a sus Apóstoles y “en el Espíritu Santo” rezó y se ofreció él mismo al Padre.
Antes de concluir invitando a los presentes a pedir al Espíritu Santo que dirija sus mentes y sus vidas con las palabras de una oración del Oficio de Pentecostés de las Iglesias del rito sirio – que reza entre otras cosas: “Danos el don de vivir para ti, de consentirte y de adorarte, tú el Puro, el Santo, Dios Espíritu Paráclito” – el Padre Cantalamessa afirmó textualmente:
“Debemos abandonarnos al Espíritu Santo como las cuerdas del arpa a los dedos de quien las mueve. Como buenos actores tener el oído abierto a la voz del sugeridor escondido, para recitar fielmente nuestra parte en la escena de la vida. Es más fácil de lo que se piensa, porque nuestro sugeridor nos habla desde dentro, nos enseña cada cosa, nos instruye en todo. Es suficiente, a veces, una simple ojeada interior, un movimiento del corazón, una oración”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
(from Vatican Radio)
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