lunes, 3 de octubre de 2016

Tres detalles poco conocidos sobre el Purgatorio



Algunas precisiones en temas de escatología, de la mano de Santa Caterina de Génova y Santo Tomás de Aquino.

Curiosamente, mientras la filosofía y la teoría política contemporáneas –al menos desde el siglo XX- han utilizado categorías extraídas de la escatología católica –de maneras sorprendentemente fructíferas, cabe decir-, la reflexión sobre las realidades últimas, al menos intraeclesialmente, parece no ocupar un sitial demasiado privilegiado hoy día.

Sin embargo, eso no quiere decir que en la tradición católica la escatología no haya sido objeto de reflexión ardua, intensa y, con frecuencia, erudita. Recientemente, Shaun McAfee publicó en EpicPew un listado de diez cosas que, muy probablemente, desconocemos sobre el Purgatorio. De ellas, hemos seleccionado las tres que nos han parecido más interesantes, con el fin de despertar en las redes –si es posible- una conversación a propósito de estos temas.

Quienes están en el Purgatorio están ya unidos a Cristo

Las ánimas del Purgatorio son parte de la llamada “Iglesia Purgante”, también conocida como “Iglesia Sufriente”. La Tradición reconoce que los fieles estamos, digámoslo así, agrupados en tres grandes estados: la iglesia militante, la iglesia purgante y la iglesia triunfante. En la Lumen Gentiumse lee:
“Hasta que el Señor venga revestido de majestad y acompañado de sus ángeles y, destruida la muerte, le sean sometidas todas las cosas, de sus discípulos, unos peregrinan en la tierra (Iglesia militante); otros, ya difuntos, se purifican (Iglesia purgante); otros, finalmente, gozan de la gloria (Iglesia triunfante), contemplando ‘claramente a Dios mismo, Uno y Trino, tal como es”.

Si las ánimas del Purgatorio son parte de la Iglesia Purgante –tanto como podríamos serlo nosotros, también, en medio de nuestros sufrimientos como Iglesia Militante-, entonces son obviamente parte del Cuerpo Místico de Cristo y, en consecuencia, permanecen unidos a Él.

El sufrimiento en el Purgatorio es voluntario

Esto merece una explicación un tanto más detallada. Como se lee en el post de Shaun McAfee en EpicPew, en el tratado sobre el Purgatorio de Santa Caterina de Génova se explica que, al ver lo que le espera en el Cielo, el alma se arroja voluntariamente al Purgatorio. El Purgatorio es voluntario no porque alguien pudiese escoger no ir, sino porque al ver lo que gana al pasar por él, el alma voluntariamente se somete. En este particular, Santo Tomás de Aquino dice exactamente lo mismo.

En el Purgatorio también hay alegría

Generalmente, se piensa en el Purgatorio como en un lugar de sufrimiento, así sea temporal. Pero en realidad, como lo explica Santa Caterina de Génova, el Purgatorio no está exento de alegrías: así como el propio Cristo consuela a las almas de la Iglesia Militante, también lo hace con la Iglesia Purgante, y así como nosotros podemos consolarnos unos a otros durante nuestra vida en la tierra, así podemos también hacerlo en el Purgatorio. Pero, explica Santa Caterina, hay algo más:

“El fuego del amor de Dios es lo que precisamente va consumiendo en el alma toda herrumbre o mancha de pecado. El sufrimiento del purgatorio es, pues, ante todo la pena de daño, mucho más que la pena de sentido, es decir, mucho más que «cualesquiera otras penas que allí puedan encontrarse» (15b).
En efecto, lo más terrible para el alma es el desgarramiento interior producido por un amor que, a causa de esos impedimentos aún no del todo aniquilados, se ve retardado en el ansia de su perfecta posesión de Dios. Y cuanta más purificación, más intenso el amor y más cruel el dolor. Amor y dolor parecen crecer así en el purgatorio en acelerada progresión.
El purgatorio es, pues, un crescendo de amor y dolor que conduce al cielo, a la felicidad perfecta. Hay en las almas del purgatorio un gozo inmenso, parecido al del cielo, y un dolor inmenso, semejante al del infierno; y el uno no quita el otro”.

 DANIEL R. ESPARZA. ALETEIA

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