lunes, 19 de septiembre de 2016

El Papa Francisco, desde dentro


El Papa Francisco es el jefe de la Iglesia católica mundial, pero también lo es de los trabajadores de la Santa Sede. Y por lo que han contado su chófer y el conserje del Vaticano esta semana en The Guardian -junto con un trabajador en los museos vaticanos, un guardia suizo y un limpiador de la basílica de San Pedro- es un jefe afable y humilde que siempre trata a sus subordinados con respeto, y con una pizca de humor.
El conductor del actual pontífice, Renzo Cestiè, cuenta al diario inglés que aunque tiene todavía el papamóvil de Benedicto XVI-un Mercedes modificado y blindado- en el garaje, el Papa Bergoglio prefiere desplazarse en el famoso Ford Focus o en el vehículo oficial más pequeño y abierto a los elementos. Observa Cestiè que el Santo Padre "quiere contacto con la gente", y que "no teme nada" -ni incluso el riesgo de posibles ataques a su persona.
Como muestra de la sencillez de Francisco, Cestiè recurre al famoso episodio de cuando el cardenal Bergoglio, en el momento en el que acababa de ser elegido papa, quiso tomar el bus con sus hermanos cardenales a su nuevo residencia, desde la pensión en la que había estado durante el cónclave. Él, que había sido mandado a recoger al pontífice, relata que Bergoglio le dijo "¿Le importaría si me fuera con mis amigos?", y a modo de justificación de su 'error' afirma que "no sabíamos entonces que [el papa] odiaba la ostentación". "Para nosotros", cuenta Cestiè por el equipo de chóferes papales, "fue una cosa maravillosa, el Santo Padre tan humilde".
¿Y cómo son los viajes por carretera con el Papa Francisco, en vez de los recorridos por la Plaza de San Pedro? Al Santo Padre no le gusta escuchar la radio, dice Cestiè, como tampoco le parece preocupar demasiado el trabajo que tenga. A veces, desvela el conductor, echa una vistazo en el espejo retrovisor y se encuentra con la mirada de su pasajero. "Siempre miro hacia otro lado", dice, cuando cruzan miradas, por lo incómodo que resulta la experiencia: "Es como si, en aquél momento, te mirara hacia adentro y supiera quien eres", afirma Cestiè.
Desde la perspectiva de su piloto, el cambio más grande que ha producido el pontificado del Papa Bergoglio ha sido -sorprendentemente, o no- la preocupación de éste de que los trabajadores logren conciliar el trabajo y la vida que tienen fuera. De la posibilidad de que trabajara más horas, dice Cestiè que "no lo querría el Santo Padre", ya que "es el primero en decir: '¿Por qué no estás descansando hoy?'".
Alessio Censoni y Filippo Petrignani -conserje de los edificios del Vaticano y trabajador en la oficina del museo del mismo, respectivamente- no tienen ningún reparo en contar aThe Guardian el lado más informal de su colaboración con Francisco. Censoni, por su parte, confirma que los rumores que al papa no le importa que las madres amamanten en la Capilla Sistina son ciertos. En el bautizo de su propia hija, por ejemplo, cuenta que -al oír que había bebes llorando en el templo- el mismo Francisco dio la vuelta y dijo a las mamás presentes: "'¿No oyen que están llorando? Darlos de comer tranquilamente'".
Petrignani también da fe de este murmullo, y habla asimismo de cuando pillaron al papa sacando un café de una máquina dispensadora, pagando con monedas. El verano pasado se produjo otro momento revelador de la simplicidad de su jefe. Cuando le preguntaron a Francisco si quisiera escapar el calor de Roma y refugiarse en otro lado, cuenta Petrignani que el papa meditó: "'¿Y cuánta gente tendría que mover para salir de la ciudad?". Prefirió, al final quedarse en casa, diciendo a los que estaban alrededor de él que "lo que ahorremos, se lo daremos a los pobres".
Pietro Zander, el jefe de limpieza de la basílica de San Pedro, cuenta del papa, su "vecino", que siempre le saluda a su paso por el santuario. Esta imagen de un "jefe" que se preocupa por el bienestar de los empleados más modestos del Vaticano la confirma el guardia suizo con el que ha hablado The GuardianNico Castelluzzo. No solo ha conocido un caso en el que el papa ha ofrecido hasta una silla a un compañero, sino a él personalmente Francisco le ha preguntado si ha dormido bien. Cuando hacía el turno de noche en la residencia papal, cuenta el guardia, se dio cuenta que al papa le costaba entender que estaba de servicio y que tenía que mantenerse despierto. "Nos pregunta -es una persona muy humana- si tenemos hambre". Una vez "me ofreció una galleta", cuenta Castelluzzo. "Supo bien: una galleta argentina".
(Cameron Doody)

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