Marta es mencionada solamente en dos
evangelios: el de Lucas ( Lc
10,38-42 ), y el de Juan ( Jn
11,1-5 ).
Etimoligía: Marta
= ama de casa, señorial, atractiva. Viene de la lengua hebrea.
Marta es hermana de María y de Lázaro y vivía en Betania, pequeña población distante unos cuatro kilómetros de Jerusalén, en las cercanías del Monte de los Olivos.
Jesús Nuestro Señor vivía en Galilea pero cuando visitaba Jerusalén acostumbraba hospedarse en la casa de estos tres discípulos en Betania, que, tal vez, habían cambiado también su morada de Galilea por la de Judea. Marta se esforzó en servirle lo mejor que pudo y, más tarde, con sus oraciones impetró la resurrección de su hermano..
Marta es hermana de María y de Lázaro y vivía en Betania, pequeña población distante unos cuatro kilómetros de Jerusalén, en las cercanías del Monte de los Olivos.
Jesús Nuestro Señor vivía en Galilea pero cuando visitaba Jerusalén acostumbraba hospedarse en la casa de estos tres discípulos en Betania, que, tal vez, habían cambiado también su morada de Galilea por la de Judea. Marta se esforzó en servirle lo mejor que pudo y, más tarde, con sus oraciones impetró la resurrección de su hermano..
Lucas,
capítulo 10
Yendo de camino, entró Jesús en una aldea.
Una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa.
Tenía una hermana llamada María, la cual, sentada a los pies del Señor,
escuchaba sus palabras; Marta se afanaba en múltiples servicios. Hasta que se
paró y dijo: ---Maestro, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en esta
tarea? Dile que me ayude.
El Señor le replicó: ---Marta, Marta, te preocupas y te inquietas por muchas
cosas, cuando una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y no se la
quitarán
Así,
en la vida de la Iglesia, en los primeros pasos que da, se refleja, en cierta
manera, lo que había acontecido durante la vida pública de Jesús, en casa de
Marta y María, en Betania. Marta andaba muy afanada con el servicio de la
hospitalidad que se debía ofrecer a Jesús y a sus discípulos; María, en cambio,
se dedica a la escucha de la Palabra del Señor (cf. Lc
10, 38-42).
En
ambos casos, no se contraponen los momentos de la oración y de la
escucha de Dios con la actividad diaria, con el ejercicio de la caridad. La
amonestación de Jesús: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; sólo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte
mejor, y no le será quitada» ( Lc 10, 41-42), así como
la reflexión de los Apóstoles: «Nosotros nos dedicaremos a la oración y al
servicio de la Palabra» ( Hch 6, 4), muestran la
prioridad que debemos dar a Dios. No quiero entrar ahora en la interpretación
de este pasaje de Marta y María. En cualquier caso, no se debe condenar la
actividad en favor del prójimo, de los demás, sino que se debe subrayar que
debe estar penetrada interiormente
también
por el espíritu de la contemplación. Por otra parte, san Agustín dice
que esta realidad de María es una visión de nuestra situación en el cielo; por
tanto, en la tierra nunca podemos tenerla completamente, sino sólo debe estar
presente como anticipación en toda nuestra actividad. Debe estar presente
también la contemplación de Dios.
No
debemos perdernos en el activismo puro, sino siempre también dejarnos penetrar
en nuestra actividad por la luz de la Palabra de Dios y así aprender la
verdadera caridad, el verdadero servicio al otro, que no tiene necesidad de
muchas cosas —ciertamente, le hacen falta las cosas necesarias—, sino que tiene
necesidad sobre todo del afecto de nuestro corazón, de la luz de Dios.
San Ambrosio, comentando
el episodio de Marta y María, exhorta así a sus fieles y también a nosotros: «Tratemos,
por tanto, de tener también nosotros lo que no se nos puede quitar, prestando a
la Palabra del Señor una atención diligente, no distraída: sucede a veces que
las semillas de la Palabra celestial, si se las siembra en el camino,
desaparecen. Que te estimule también a ti, como a María, el deseo de saber:
esta es la obra más grande, la más perfecta» . Y añade que«ni
siquiera la solicitud del ministerio debe distraer del conocimiento de la
Palabra celestial», de la oración ( Expositio Evangelii
secundum Lucam , VII, 85: pl 15, 1720). Los santos, por lo tanto, han
experimentado una profunda unidad de vida entre oración y acción, entre el amor
total a Dios y el amor a los hermanos.
San Bernando, que es un modelo de armonía entre contemplación y laboriosidad,
en el libro De consideratione , dirigido al Papa
Inocencio II para hacerle algunas reflexiones sobre su ministerio, insiste
precisamente en la importancia del recogimiento interior, de la oración para
defenderse de los peligros de una actividad excesiva, cualquiera que sea la
condición en que se encuentre y la tarea que esté realizando. San Bernardo
afirma que demasiadas ocupaciones, una vida frenética, a menudo acaban por
endurecer el corazón y hacer sufrir el espíritu
( BENEDICTO XVI . Miércoles 25 de abril de 2012 )
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