sábado, 28 de mayo de 2016

Diaconado femenino y perspectiva de género. Por Pepa Torres.


"El diaconado femenino puede ser también concebido como mera suplencia auxiliar"
El pasado 12 de Mayo la Unión de Superioras Generales (UISG) comprometieron al papa Francisco en el avance de algunas propuestas que nos son urgentes para que las mujeres podamos desarrollar con plenitud nuestra vocación cristiana sin discriminaciones por razones de género. El Evangelio como una Buena Noticia de liberación para el sexo femenino es un tema siempre pendiente en la iglesia, pero no fue así en sus orígenes.

La práctica de Jesús y las primeras comunidades, aun con muchas tensiones al interior de ellas mismas, inauguró la ekklesía de iguales como un espacio abierto y dinámico que subvirtió las jerarquías patriarcales y las clases sociales por las que se regía la sociedad del momento e inauguró también unas nuevas relaciones de género. Pero en su inculturación al mundo greco-latino terminó optando por la adaptación en muchos aspectos y uno de ellos fue sin duda, el de la subordinación de las mujeres hasta que el protagonismo femenino fue progresivamente neutralizado y silenciado, como reflejan los Códigos domésticos y las Cartas Pastorales(1 Pe 2,18-3,7)(1 Tim 2,12-15).
A partir del siglo II, el modelo de organización que se impondrá en la iglesia, concentrará en la figura del obispo buena parte de los carismas de liderazgos y proféticos, en deterioro de otros modelos más comunitarios y ministeriales que existían en ella. Laicos y mujeres saldremos perjudicados. A partir de este momento las mujeres vamos a ser más valoradas por el ascetismo, es decir como vírgenes y viudas, que como misioneras. La evolución de la figura de Magdalena de apóstol a penitente tiene que ver también con este proceso.

También la fijación del canon tendrá un efecto poderosísimo en la exclusión y subordinación de las mujeres, ya que la tradición oral y apócrifa será excluida y es en ella donde el liderazgo femenino se transmitía con más fuerza en la primera iglesia. A partir de este momento la Escritura va a ser cosa de varones y las mujeres pasarán a ser meras receptoras. Aunque siempre habrá mujeres que rompan las normas.

Una de los reclamos de la UISG al papa Francisco ha sido sobre el diaconado femenino, prohibido por el Concilio de París en el siglo IX al negar que ninguna mujer tuviera acceso al altar. Pero las preguntas de la UISG han abordado también otras cuestiones relevantes, como la predicación de la homilía asociada al ministerio profético, tema, en el que Francisco ha sido muy claro: La homilía le compete sólo a los sacerdotes. Al igual que ha sido muy claro en su calificación del feminismo como un peligro para las mujeres en la iglesia.

Sin embargo, muchas generaciones de mujeres cristianas en el mundo estamos convencidas que no podremos avanzar hacia la ekklesia de iguales si no es aplicando elementos que nos proponen los movimientos de liberación de las mujeres y entre ellos la perspectiva de género, como un instrumento de análisis y transformación de la realidad para poder descubrir los hilos de la opresión de las mujeres y también la potencia de nuestras posibilidades.

Por eso defendemos que la categoría género no es una ideología, como tampoco lo fue la categoría de clase en la teología de la liberación, sino un instrumento de análisis. Es decir, una categoría que cuestiona las relaciones sociales entre hombres y mujeres y la comprensión esencialista de lo femenino y lo masculino para concebirlos como una construcción que conlleva elementos culturales y que como tales pueden ser modificados.
En la experiencia de las mujeres la perspectiva de género es extraordinariamente liberadora. Es una herramienta necesaria que nos ayuda a desarrollar nuevos modos de ser persona mujer y persona varón, nuevos modos de ser familia y comunidad, nuevos modos de amar y ser amadas reivindicando la autoestima, el amor propio, el respeto mutuo y que la diferencia no puede ser causa de desigualdad. Nuevas formas comprender y vivir la diaconía del evangelio liberándonos del servilismo y la mutilación de nuestras capacidades impuesta por el clericalismo.
Quizás por eso, por las consecuencias que el análisis de género ha tenido en la vida de las mujeres, cuestionando roles, espacios y papeles sociales la iglesia se resiste a incorporarla. Pero no hacerlo es reducir la cuestión de las mujeres a puro esencialismo o complementariedad, lo cual nos mantiene en la misma situación de desigualdad y exclusión más allá de las buenas intenciones.
Por eso en cómo se conciba el diaconado femenino, en qué funciones se le dote y en la libertad y creatividad con que pueda desarrollarse será una cuestión liberadora para las mujeres y la iglesia o no. Pues en los tiempos de escasez de sacerdotes que corren el diaconado femenino puede ser también concebido como mera suplencia auxiliar. Más de lo mismo, ¿no?
(Pepa Torres)

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