Jesús resucitado ya no pertenece a la historia humana con sus limitaciones, sufrimientos,
impotencias, frustraciones... La resurrección trasciende esta vida, inicia otra
existencia que es de plenitud, que colma todos los anhelos que nos podamos
imaginar y mucho más.
La resurrección de Jesús se sitúa más allá
de la historia, no pertenece a este mundo. Es metahistórica. A Jesús nadie de este mundo
pudo verle resucitar, porque la resurrección pertenece a otra dimensión más
allá de esta vida. Esto no es comprobable por los sentidos ni por la razón,
sino solo aceptable por la fe en Jesús mismo. Lo más que alcanzamos a
comprender es que responde a nuestros anhelos más profundos de vivir para
siempre y en plenitud, y no de morir para quedar muertos. Jesús se esforzó una
y otra vez en convencer a los discípulos de que estaba vivo de nuevo, de que no
había muerto para quedar muerto. Este hecho cambió el rumbo de la historia de
la humanidad.
Los evangelistas cuentan
de muchas maneras la experiencia de haber tratado con Jesús
resucitado, pero todos coinciden en afirmar lo mismo: Jesús ha resucitado. Fueron muy
honestos en sus narraciones, pues a pesar del absoluto machismo imperante,
recogen las apariciones a María Magdalena y a otras mujeres como las primeras
que hizo Jesús, e incluso recogen cómo les manda a ellas ir a anunciar a los
discípulos que ha resucitado. A partir del hecho de la resurrección de Jesús,
todos los apóstoles y discípulos empiezan a llamarle Señor. Y estaban tan
convencidos de ello que dieron su vida por esta causa. La resurrección de Jesús
fue lo primero que empezaron a enseñar y a atestiguar, porque se dieron cuenta
de que era el hecho cumbre y más importante de su vida, para El y para
nosotros.
Si no fuera así, ¿quién compensaría a tantos seres humanos y tantos seres
vivos, que son víctimas de una muerte injusta, prematura y totalmente indigna,
por el hambre, la sed, las guerras, la emigración, la violencia, los abusos, el
terrorismo, las torturas, la injusticia, como le pasó al propio Jesús? Nosotros
ya nada podemos hacer para repararles un daño tan grande. Por eso, morir para
quedar muertos es inadmisible, insoportable, absurdo.
La aspiración de todo ser vivo es vivir
para siempre y ser feliz: la respuesta a esta aspiración es Jesús resucitado,
y no solo para los seres humanos, sino también para toda la creación: todo ser
vivo quiere vivir. El gran Pitágoras ya lo intuyó: "lo que empieza es para
siempre, lo que empieza no termina nunca, tan solo cambia".Sin duda tiene
que haber y va a haber plenitud para todos y para todo. La vida es la
aspiración universal de todo ser viviente. Lo contrario es contradictorio,
absurdo, horroroso: tener tanta ansia de vivir para quedar muerto, muerto para
siempre, no cabe en la cabeza.
A la luz de la resurrección, todo lo que
mata, destruye, hace sufrir, daña, perjudica, es indigno; y ya solo es digno
aquello que potencia y facilita la vida, la felicidad, la alegría, la igualdad,
la justicia, la esperanza, la fraternidad, el amor, para todos y para todo.
Esto anticipa un poco la resurrección, y nos hace dignos de poseerla un día en
su plenitud. Es posible construir un mundo nuevo, con vida digna para todos y
para todo ser viviente: luchemos por él.
(Faustino Vilabrille).-
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