Miles de fieles y peregrinos de
diversos países volvieron a darse cita en la Plaza de San Pedro tras la
fiesta de Pascua para asistir, el último miércoles de marzo, a la tradicional
audiencia general del Papa Francisco,
quien propuso la meditación del Salmo 51, llamado “Miserere”, para reflexionar
sobre la Misericordia que borra el pecado, concluyendo así su serie de
catequesis sobre la misericordia en el Antiguo Testamento.
Hablando en italiano el Santo
Padre explicó que quien reza con este Salmo es invitado
a tener los mismos sentimientos de arrepentimiento y de confianza en Dios que
tuvo David cuando se arrepintió, y siendo rey, se humilló sin tener miedo de
confesar su culpa y mostrar su propia miseria al Señor, pero sin dudar de su
Misericordia.
Una invocación – explicó el Obispo
de Roma – que dirige al Dios de
la Misericordia movido por un amor grande como el de un padre o de una madre,
en que pide piedad, es decir, que le muestre su favor con benevolencia y
comprensión, porque Dios es el único que puede liberarnos del pecado. El Papa
Bergoglio también explicó que
mediante una serie de imágenes plásticas, en la oración de este Salmo se
manifiesta la verdadera necesidad del hombre, a saber, ser perdonados,
liberados del mal y de sus consecuencias de muerte.
El Pontífice concluyó
su catequesis recordando que el perdón de Dios, del que tenemos tanta
necesidad, es el signo más grande de su Misericordia. Y un don que todo pecador
perdonado está llamado a compartir con las personas que lo rodean – familiares,
amigos, colegas y parroquianos – porque todos, como nosotros – dijo el Papa –
estamos necesitados de la Misericordia de Dios. E invocó al Señor para que por
intercesión de María, Madre de la Misericordia, seamos testigos de su perdón
que purifica el corazón y transforma la vida.
(María Fernanda Bernasconi -
RV).
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