Hoy, miércoles de Ceniza,
comenzamos el camino cuaresmal: un camino que dura cuarenta días y que nos
lleva a la alegría de la Pascua del Señor. Que los cuarenta días de preparación
de la Pascua son tiempo favorable y de gracia lo podemos entender precisamente
en la llamada que el austero rito de la imposición de la ceniza nos dirige:
"Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás". Nos remite así a
lo que el Señor dijo a Adán después de la culpa original.
Frente al miedo innato del fin, y más aún en el contexto de una cultura que de muchas maneras tiende a censurar la realidad y la experiencia humana de la muerte, la liturgia cuaresmal, por un lado, nos recuerda la muerte invitándonos al realismo y a la sabiduría; pero, por otro, nos impulsa sobre todo a captar y a vivir la novedad inesperada que la fe cristiana irradia en la realidad de la muerte misma. El hombre es polvo precioso a los ojos de Dios, porque Dios ha creado al hombre destinándolo a la inmortalidad.
Mediante su muerte en la cruz, Cristo se convirtió en fuente de una gracia donada a quienes creen en Él y de este modo participan de la misma vida divina. Esta vida que no tendrá fin comienza ya en la fase terrena de nuestra existencia, pero alcanzará su plenitud después de "la resurrección de la carne".
Benedicto XVI, Audiencia General, Miércoles 17 de febrero de 2010
Frente al miedo innato del fin, y más aún en el contexto de una cultura que de muchas maneras tiende a censurar la realidad y la experiencia humana de la muerte, la liturgia cuaresmal, por un lado, nos recuerda la muerte invitándonos al realismo y a la sabiduría; pero, por otro, nos impulsa sobre todo a captar y a vivir la novedad inesperada que la fe cristiana irradia en la realidad de la muerte misma. El hombre es polvo precioso a los ojos de Dios, porque Dios ha creado al hombre destinándolo a la inmortalidad.
Mediante su muerte en la cruz, Cristo se convirtió en fuente de una gracia donada a quienes creen en Él y de este modo participan de la misma vida divina. Esta vida que no tendrá fin comienza ya en la fase terrena de nuestra existencia, pero alcanzará su plenitud después de "la resurrección de la carne".
Benedicto XVI, Audiencia General, Miércoles 17 de febrero de 2010
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