En su homilía, el Santo Padre recordó que al inicio del camino
cuaresmal, la Palabra de Dios dirige a la Iglesia y a cada uno de nosotros dos
invitaciones: “El primero es el de San Pablo: el de dejarse reconciliar con
Dios (Cfr. 2 Cor 5,20)”. Porque Cristo – señala el Papa – sabe que somos
frágiles y pecadores, conoce la debilidad de nuestro corazón; lo ve herido y
sabe cuánta necesidad tenemos de perdón y de sentirnos amados para realizar el
bien. “Cristo – subrayó el Obispo de Roma – ha vencido el pecado y nos levanta
de las miserias si confiamos en Él. Depende de nosotros reconocernos como
necesitados de misericordia y este – dice el Papa – es el primer paso del
camino del cristiano”.
La segunda invitación de la Palabra de Dios es la del
Profeta Joel: “regresen a mí con todo el corazón (2,12)”. No es difícil darse
cuenta – afirma el Pontífice – que por el misterio del pecado nos hemos alejado
de Dios, de los demás y de nosotros mismos. Muchas veces, evidencia el Papa, es
fatigoso tener confianza en Dios, tenemos miedo de acercarnos a Él como Padre,
pero no recordamos que junto a esta historia de pecado, Jesús ha inaugurado una
historia de salvación”. Por ello, “el Evangelio que abre la Cuaresma – afirma
el sucesor de Pedro – nos invita a ser protagonistas, abrazando tres remedios o
medicinas que nos curan del pecado: La oración, la caridad y el ayuno”.
Antes de concluir su homilía el Papa Francisco invitó a
vivir este tiempo cuaresmal como un auténtico tiempo para alejarse de la
“falsedad, de la mundanidad y de la indiferencia”. Es el tiempo – dijo el Papa
– de limpiar el corazón y la vida para redescubrir la identidad cristiana, es
decir, el amor que sirve y no el egoísmo que se sirve.
(Renato Martinez - Radio Vaticano)
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