Estamos
a punto de entrar en el Tiempo de Cuaresma y el texto bíblico nos propone las
vocaciones de Isaías y de Simón Pedro y de su hermano. La Palabra de Dios que
se proclama este domingo parece que adelanta la intención del papa Francisco de
enviar, como signo especial, a los misioneros de la misericordia, el próximo
miércoles de ceniza: “Durante la Cuaresma de este Año Santo tengo la intención
de enviar los Misioneros de la Misericordia. Serán un signo de la solicitud
materna de la Iglesia por el Pueblo de Dios” (MV 18).
En ambos casos de las lecturas bíblicas, los elegidos reaccionan
con la misma actitud de sorpresa, porque no ven razón personal para tal honor.
El profeta, al hacerse consciente de la visión, se siente morir, porque le
parece incompatible su identidad de pecador con la experiencia luminosa de
gracia. Pero el Señor le responde: -«Mira; esto ha tocado tus labios, ha
desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado.» Entonces, escuché la voz del
Señor, que decía: -«¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?» Contesté: -«Aquí
estoy, mándame.»
La llamada es más fuerte que la debilidad, el profeta declina toda resistencia, y de manera abierta y disponible, responde: “Aquí estoy, mándame”. Y Simón Pedro, como gesto comprometido, junto con su hermano, “sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron”.
La conclusión parece evidente: si Jesús nos llama no deberemos resistirnos, ni siquiera escudados en nuestra pobreza y debilidad. Cabe incluso que en la providencia divina, el elegido haya tenido que sufrir la experiencia de su
fragilidad, para convertirse en verdadero misionero de la misericordia.
San
Benito, en su Regla, anticipa que el Señor, que comienza en nosotros su obra,
Él mismo la lleva a término. “Ante todo, cuando te dispones a realizar
cualquier obra buena, pídele con oración muy insistente y apremiante que él la
lleve a término” (Prólogo 4). El salmista expresa: “Tu derecha me salva. El
Señor completará sus favores conmigo: Señor, tu misericordia es eterna, no
abandones la obra de tus manos”.
Tú
puedes ser un signo de la misericordia divina. No lo rehúses por creerte
pecador, la gracia de Dios es mayor que la pobreza de la fragilidad. Deja que a
través de ti el Señor prolongue su misericordia.
Ángel Moreno de Buenafuente
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