“La
misericordia nos alienta a mirar el presente y confiar en lo sano y bueno que
late en cada corazón. La misericordia de Dios es nuestro escudo y nuestra
fortaleza”, lo dijo el Papa Francisco en su homilía en la Misa celebrada en el
“Complejo Ferial” de Ciudad Juárez, en México, a sólo 80 metros de la frontera
con los Estados Unidos.
En la última jornada de su Visita Apostólica a tierras
mexicanas y después de haber orado por las víctimas de la migración al pie de
una gran Cruz de madera, ubicada a orillas del Rio Grande, el Santo Padre
recordó en su homilía que “la misericordia rechaza siempre la maldad, tomando
muy en serio al ser humano. Apela siempre a la bondad dormida, anestesiada, de
cada persona. Lejos de aniquilar, como muchas veces pretendemos o queremos
hacerlo nosotros la misericordia, se acerca a toda situación para transformarla
desde adentro”.
“Son las lágrimas – dijo
el Papa – las que pueden darle paso a la transformación, son las lágrimas las
que pueden ablandar el corazón, son las lágrimas las que pueden purificar la
mirada y ayudar a ver el círculo de pecado en el que muchas veces se está
sumergido. Son las lágrimas las que logran sensibilizar la mirada y la actitud
endurecida y especialmente adormecida ante el sufrimiento ajeno. Son las lágrimas
las que pueden generar una ruptura capaz de abrirnos a la conversión”.
Antes de concluir su
homilía, el Papa Francisco señaló que “es tiempo de conversión, es tiempo de
salvación, es tiempo de misericordia. Por eso, digamos junto al sufrimiento de tantos
rostros: Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor apiádate de nosotros…
purifícanos de nuestros pecados y crea en nosotros un corazón puro, un espíritu
nuevo”.
(Renato Martinez – Radio
Vaticano)
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