Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Jubileo de la Misericordia es una verdadera oportunidad para entrar en
profundidad dentro del misterio de la bondad y el amor de Dios. En este tiempo
de Cuaresma, la Iglesia nos invita a conocer siempre más al Señor Jesús, y a
vivir de manera coherente la fe con un estilo de vida que exprese la
misericordia del Padre. Es un compromiso que estamos llamados a asumir para
ofrecer a cuantos encontramos el signo concreto de la cercanía de Dios. Es
decir, mi vida, mi actitud, el modo de ir por la vida debe ser un signo
concreto de que Dios está cerca de nosotros. Pequeños gestos de amor, de
ternura, de cuidado, que hacen pensar que el Señor está con nosotros, está
cerca de nosotros. Y así se abre la puerta de la misericordia.
Hoy quisiera detenerme brevemente a reflexionar con ustedes sobre el tema
de esta palabra que he dicho: el tema del compromiso. ¿Qué cosa es un
compromiso? Y ¿qué cosa significa comprometerse? Cuando me comprometo, quiere
decir que asumo una responsabilidad, una tarea con alguno; y significa también
el estilo, la actitud de fidelidad y entrega, de particular atención con el
cual llevo adelante esta tarea. Cada día nos piden poner empeño en las cosas
que hacemos: en la oración, en el trabajo, en el estudio, pero también en el
deporte, en las actividades libres … Comprometerse, quiere decir poner nuestra
buena voluntad y nuestras fuerzas para mejorar la vida.
Y también Dios se ha comprometido con nosotros. Su primer compromiso ha
sido aquel de crear el mundo, y no obstante nuestros atentados para destruirlo
– y son tantos –, Él se compromete por mantenerlo vivo. Pero su compromiso más
grande ha sido aquel de donarnos a Jesús. ¡Este es el gran compromiso de Dios!
Sí, Jesús es justamente el compromiso extremo que Dios ha asumido en favor
nuestro. Lo recuerda también San Pablo cuando escribe que Dios «no escatimó a
su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros» (Rom 8,32). Y, en
virtud de esto, junto a Jesús el Padre nos donará cada cosa de la cual tenemos
necesidad.
Y ¿cómo se ha manifestado este compromiso de Dios por nosotros? Es muy
fácil verificarlo en el Evangelio. En Jesús, Dios se ha comprometido
completamente para restituir esperanza a los pobres, a cuantos estaban privados
de dignidad, a los extranjeros, a los enfermos, a los prisioneros, y a los
pecadores que acogía con bondad. En todo esto, Jesús era expresión viviente de
la misericordia del Padre. Y quisiera referirme a esto: Jesús acogía con bondad
a los pecadores. Si nosotros pensamos en modo humano, el pecador sería un enemigo
de Jesús, un enemigo de Dios, pero Él se acerca a ellos con bondad, los amaba y
cambiaba a ellos el corazón. Todos nosotros somos pecadores: ¡todos! Todos
tenesmo delante de Dios alguna culpa. Pero debemos tener confianza: Él se
acerca para darnos conforto, la misericordia, el perdón. Es este el compromiso
de Dios y para esto ha enviado a Jesús: para acercarnos a nosotros, a todos
nosotros y abrir la puerta de su amor, de su corazón, de su misericordia. Y
esto es muy bello. ¡Muy bello!
A partir del amor misericordioso con el que Jesús ha expresado el
compromiso de Dios, también nosotros podemos y debemos corresponder a su amor
con nuestro compromiso. Y esto sobre todo en las situaciones de mayor
necesidad, donde hay más sed de esperanza. Pienso – por ejemplo – en nuestro
compromiso con las personas abandonadas, con aquellos que cargan pesadas
minusvalías, con los enfermos graves, con los moribundos, con los que no son
capaces de manifestar reconocimiento… En todas estas realidades nosotros
llevamos la misericordia de Dios a través de un compromiso de vida, que es
testimonio de nuestra fe en Cristo. Debemos siempre llevar aquella caricia de
Dios – porque Dios nos ha acariciado con su misericordia – llevarla a los
demás, a aquellos que tienen necesidad, a aquellos que tienen un sufrimiento en
el corazón o están tristes: acercarnos con aquella caricia de Dios, que es la
misma que Él ha dado a nosotros.
Que este Jubileo pueda ayudar a nuestra mente y a nuestro corazón a tocar
con la mano el compromiso de Dios por cada uno de nosotros, y gracias a esto
transformar nuestra vida en un compromiso de misericordia para todos.
(Traducción del italiano: Raúl Cabrera / Renato Martinez – Radio Vaticano)
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