escena es considerada tradicionalmente como «la
transfiguración de Jesús». No es posible reconstruir con certeza la experiencia
que dio origen a este sorprendente relato, solo sabemos que los evangelistas le
dan gran importancia pues, según su relato, es una experiencia que deja
entrever algo de la verdadera
identidad de Jesús.
En un primer momento, el relato destaca la transformación
de su rostro y, aunque vienen a conversar con él Moisés y Elías, tal vez como
representantes de la ley y los profetas respectivamente, solo el rostro de
Jesús permanece transfigurado y
resplandeciente en el centro de la escena.
Al parecer, los discípulos no
captan el contenido profundo de lo que están viviendo, pues
Pedro dice a Jesús: «Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una
para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Coloca a Jesús en el mismo plano
y al mismo nivel que a los dos grandes personajes bíblicos. A cada uno su
tienda. Jesús no ocupa todavía un lugar central y absoluto en su corazón.
La voz de Dios le va a corregir, revelando la verdadera
identidad de Jesús: «Este es mi Hijo, el escogido», el que tiene el rostro
transfigurado. No ha de ser confundido con los de Moisés o Elías,
que están apagados. «Escuchadle a él». A nadie más. Su Palabra es la única
decisiva. Las demás nos han de llevar hasta él.
Es urgente recuperar en la Iglesia actual la importancia
decisiva que tuvo en sus comienzos la experiencia de escuchar en el seno de las
comunidades cristianas el relato de Jesús recogido en los evangelios. Estos cuatro escritos constituyen para los
cristianos una obra única que no hemos de equiparar al resto de los libros
bíblicos.
Hay algo que solo en ellos podemos encontrar: el impacto
causado por Jesús a los primeros que se sintieron atraídos por él y le
siguieron. Los evangelios no son libros didácticos que exponen doctrina
académica sobre Jesús. Tampoco biografías redactadas para informar con detalle
sobre su trayectoria histórica. Son «relatos de
conversión» que
invitan al cambio, al seguimiento a Jesús y a la identificación con su
proyecto.
Por eso piden ser escuchados en actitud de conversión. Y
en esa actitud han de ser leídos, predicados, meditados y guardados en el
corazón de cada creyente y de cada comunidad. Una comunidad cristiana que sabe
escuchar cada domingo el relato evangélico de Jesús en actitud de conversión,
comienza a transformarse. No tiene la
Iglesia un potencial más vigoroso de renovación que el que se encierra en estos cuatro
pequeños libros.
José Antonio Pagola
No hay comentarios:
Publicar un comentario